lunes, 6 de junio de 2011

Martin Heidegger: 35 años después


por Carlos Javier González Serrano

El próximo 26 de mayo se cumplen 35 años desde que Martin Heidegger, para muchos el filósofo más notable del siglo XX, falleciera en Friburgo de Brisgovia. Nacido el 26 de septiembre de 1889, estudió con Husserl y fue profesor de Filosofía en las universidades de Marburgo y Friburgo.
No sólo logró llevar a confluencia las principales corrientes filosóficas de su época, como la fenomenología, el vitalismo, la hermenéutica y la ontología, sino que además es el único filósofo del siglo que pensó de nuevo la filosofía como tal en su historia. Así, a través de él se ha abierto una nueva visión de autores clásicos como Parménides, Heráclito, Platón, Aristóteles y Kant. Y, a semejanza de Hegel, ha buscado una respuesta a la pregunta de cómo es posible una filosofía que, mientras mira a su historia, está también orientada a la cosa misma, y de esa manera evitar ser una simple administradora de lo transmitido.
Apenas puede valorarse suficientemente la repercusión de Heidegger: Löwith, Gadamer, Jonas y Arendt, entre otros, fueron discípulos suyos; y filósofos como Sartre, Levinas, Foucault y Derrida recibieron su influjo de un modo específico.
En este libro, Ejercitación en el pensamiento filosófico. Cómo pensar filosóficamente por uno mismo (Herder, 2011, 191 pp., 19,80 €) se plantea la filosofía no como un aprender estudiando, sino pensando. Para ello Heidegger propone dos frases de Heráclito y de Nietzsche, y enseñando a pensar sobre ellas, hace ver hasta qué punto el pensamiento de estos filósofos está emparentado con la mecánica cuántica: “Todos los pensadores piensan lo mismo”, afirmará. En este volumen se presentan por vez primera en castellano las lecciones que Heidegger dio a sus alumnos que comenzaban los estudios en el invierno de 1941/1942.
Te dejamos un breve fragmento para abrir boca…:
«Al comienzo se pregunta qué constituye lo peculiar del pensamiento filosófico, qué es lo que lo diferencia de otros tipos de pensamiento, como, por ejemplo, el político, el matemático o el económico.
En todos estos tipos de pensamiento se dan diferencias de calidad: superficial/profundo, negligente/riguroso. ¿En qué consiste la particularidad que distingue al pensamiento filosófico? Para aproximarnos algo más al contenido de la pregunta y a una respuesta, parece importante aclarar primero qué significa, pues, en general, “pensar”. Esforzándonos por esta pregunta simplificada, nos encontramos en el “pensamiento sobre el pensamiento”: ¿es esto ya pensamiento filosófico? Puesto que la doctrina del pensar, la lógica, conforme a la clasificación tradicional es una disciplina de la filosofía, ¿ocuparse de ella, el “pensamiento sobre el pensamiento”, es entonces ya filosofar?
Una vez que se ha constatado que este “pensamiento sobre el pensamiento” es cuando menos peligroso, primeramente se deja sin contestar si la lógica puede ayudar a ejercitarse en el pensamiento filosófico, y se escoge otro camino para llegar hasta el contenido del pensamiento filosófico: el camino de pensar por sí mismo el pensamiento de un filósofo. (Igual que alguien que quiera llegar a conocer la esencia de la música lo mejor que puede hacer es ponerse a escuchar música real: por ejemplo, una sonata de Beethoven. Aunque después seguirá sin saber con exactitud qué es en realidad la música, cuál es su entramado y cuáles son sus leyes, sin embargo, habrá estado en su proximidad inmediata y quizá, a través de ella, habrá llegado a escuchar algo. Algo similar sucede con el pensar: cuando se reflexiona no se busca específicamente llegar a conocer qué es la filosofía, cuáles son sus leyes, etcétera, sino que en el reflexionar, en el pensar después, en el filosofar cada uno por sí mismo, quizá deba aprehenderse un contenido más profundo y más oculto)».
La misma editorial publica dos voluminosos títulos más relacionados con Heidegger: Correspondencia 1925-1975. Martin Heidegger y Rudolf Bultmann. Un diálogo entre las formas de vida de la fe y las de la filosofía (Herder, 2011, 400 pp., 35 €), y Heidegger y la genealogía de la pregunta por el ser (Jesús Adrián Escudero, Herder, 2011, 621 pp., 39,80 €). Este último es un libro de amplio recorrido y excelentemente documentado que, en un lenguaje claro y conciso, ofrece una visión de conjunto de la obra del joven Heidegger y de su temprana confrontación con la tradición filosófica, la teología, el neokantismo, el vitalismo, la hermenéutica y la fenomenología. Tomando como hilo conductor la genealogía de la pregunta por el sentido del ser, el libro logra articular de una forma realmente comprensible el núcleo temático y metodológico de la obra temprana de Heidegger a partir de un exhaustivo estudio de sus escritos de juventud y de una discusión abierta con la literatura secundaria más reciente.
En cuanto al primero de ellos, en 1923 Heidegger dejó su puesto de profesor particular en Friburgo y aceptó la invitación de enseñar en Marburgo. Su llegada supuso el encuentro con Rudolph Bultmann marcando el preludio de un singular y productivo diálogo. La correspondencia entre ambos se extiende a través de un periodo de más de medio siglo. En las cartas, junto a temas de política universitaria y de asuntos personales, se trata una y otra vez del problema fundamental de la relación entre filosofía y teología. Entre las tensiones y los alejamientos que caracterizan la amistad entre ambos, surgen las formas de vida de la fe y las de la filosofía. En palabras de Heidegger, hay en juego una “enemistad mortal”. Pero precisamente esta oposición radical tiene que “sustentar la posible comunidad de teología y filosofía como ciencias”.

Vía: http://ofmor.blogspot.com

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