Alain Badiou y el 15-M: “una modificación brutal de la relación entre lo posible y lo imposible”.

En su sesión del 25 de mayo de 2011 de su seminario “¿Qué significa cambiar el mundo?”, el filósofo francés Alain Badiou hace alusiones directas al movimiento 15-M y aporta algunos conceptos y juegos de distinciones altamente precisos, pertinentes y orientadores para pensar lo que (nos) está pasando.

Heidegger, el enemigo filosófico número 1.

Una reflexión crítica sobre el pensamiento de Martín Heidegger y su compromiso político.

Michel Onfray Filósofo aquí y ahora [Documental subtitulado]

Documental del canal Arte, realizado en 2008 sobre la vida del filósofo.

La actualidad de Karl Marx [Podcast]

Jean-Philippe Jáze. Profesor-investigador del Departamento de Filosofía de la Facultad de Humanidades, UAEM, nos habla de la importancia del pensamiento de Karl Marx.

Esbozo histórico de la filosofía mexicana del siglo XX.

Un recorrido por los más importantes pensadores de la filosofía mexicana.

Sartre: "La edad de las pasiones". [Película con subtítulos en español]

Película en dos partes hecha para la televisión francesa en donde se aborda la vida de Sartre y su inseparable compañera Simone de Beauvoir en medio de la rebelión en Argelia, la oposición en contra de De Gaulle y su vida amorosa, pasando por su visita a Cuba y Rusia y sus manifestaciones políticas..

Foucault por sí mismo [Documental con subtítulos en español]

Documental que ofrece un panorama de algunos de los temas principales sobre los que reflexionó Michel Foucault a lo largo de su vida. Este panorama se construye a partir de las propias palabras del autor, puesto que el documental en su totalidad está conformado por la ilación de fragmentos de declaraciones de Foucault, de algunos de los cursos que dictó y de citas de sus textos.

Zizek! El documental [Subtitulado en español]

Documental Zizek! realizado por Astra Taylor y protagonizado por el escritor y académico conocido en todo el mundo como “el Elvis de la teoría cultural”, el esloveno Slavoj Zizek, donde se explora su trabajo y excéntrica personalidad.

lunes, 29 de agosto de 2011

En defensa de la filosofía







In memoriam: Adolfo Sánchez Vázquez

Rafael Mendoza Castillo


Por qué la derecha panista pretende excluir a las humanidades, especialmente a la filosofía del plan de estudios en la Reforma Integral de la Educación Media Superior. Porque consideran que las humanidades son inútiles e improductivas. Por otro lado, se imaginan que las ciencias son suficientes para formar a los jóvenes, niños, niñas, y que el valor de cambio es el fundamento de esta existencia social. En los tres aspectos están equivocados. Veamos.

En principio, la filosofía no es indiferente ante el mundo de violencia, de robo, de injusticias, de desigualdades y de pobreza que hoy están presentes en el país. Ni un niño, ni un adolescente, ni un adulto pueden ni deben solamente dedicarse a interpretar su existencia o a dar razones, sino que está la posibilidad de transformar ese mundo inhumano. Esto último es lo que se pierde si aceptamos la reforma al bachillerato de la derecha en el poder. Además afirmamos que con los supuestos del conductismo, las competencias y pruebas estandarizadas, se busca acomodar a los sujetos a la conformidad del mundo del capital, los aprendizajes no les importan. En este mundo del dinero, tanto el conocimiento como el mismo proceso educativo se convierten en mercancías.

Al intentar, de manera autoritaria, desplazar a la filosofía de la reforma al bachillerato, se excluye la reflexión, la pregunta conforme a la razón, es decir, al pensamiento crítico y disruptivo. Por eso decimos que la filosofía no es inútil, sino necesaria para que cualquier ser humano pueda guiarse en su vida cotidiana. Recordemos que las teorías conductistas pretenden excluir todo trabajo en el campo de los conceptos, categorías, lo racional y lo reflexivo, muy propio del campo filosófico. El trabajo filosófico aclara las confusiones y busca los fundamentos. De ahí que en la reforma a la educación básica los funcionarios panistas y elbistas confunden aglutinar con articular.

Para los panistas derechizados la ciencia haría innecesaria a la filosofía. Se equivocan, porque la misma ciencia tiene como base a la filosofía, de otra manera no podría la primera examinar sus fundamentos, esclarecer sus fines o el sentido ético del desarrollo científico.

La reforma al bachillerato contempla a los saberes como rentables. Esta visión coloca a éstos en el libre mercado, donde todo estará sujeto al valor de cambio, con pleno dominio de los dioses del mercado y el dinero. Los estudiantes chilenos se dieron cuenta del juego perverso privatizador de la educación y se rebelaron. Como dice Adolfo Sánchez Vázquez: “Lo tecnológico y lo científico bajo el signo del lucro y de la ganancia, amenazan la supervivencia misma de la humanidad. Por eso la filosofía cobra importancia vital al proporcionar los supuestos que alientan y justifican su transformación”.

El panismo de derecha y ultraderecha, que por la vía del fraude electoral (2006) accedió al poder del Estado, intentó (2009) y continúa (2011) excluyendo en la Reforma Integral de la Educación Media Superior (RIEMS) a la filosofía, la ética, la lógica y la estética. Pero ante la resistencia y la protesta de la comunidad filosófica, la Secretaría de Educación Pública rectificó el tremendo error, aunque intentarán mutilar contenidos que ofendan los dogmas del panismo conservador. En el 2011 continúan con ese empeño destructor y conservador.

En defensa de la filosofía, no cualquier filosofía, sino por aquella que siempre pregunta, conforme a la razón, a la conformidad para incomodarla y sobre todo por el pensar filosófico que critica la realidad del mundo histórico social, que además se compromete por un nuevo proyecto de sociedad, que quiere reconocer la existencia actual y, por último, el reconocimiento de la acción transformadora. Indudablemente que todo lo anterior choca con la mentalidad policiaca, militarizada, dogmática y autoritaria de los panistas en el poder. La filosofía no ama el poder, sino a la sabiduría.

Vivimos y sufrimos un falso progreso que acumula violencia, alienación, enfermedad, anomia, saturación del yo, indiferencia, desencanto, mentira, perversión de la justicia, etcétera. Podemos calificar a dicho progreso como una traición a la tendencia fundada en lo humano como pensamiento crítico, reflexivo y práxico.

El primer tipo de progreso responde a una lógica unidimensional y a una causalidad lineal, donde la negatividad se desvanece en la identificación mecánica entre los sujetos y los objetos. Allí la conciencia se ajusta e inclina ante la objetividad. La indiferencia se convierte, por vía de la fetichización, en una práctica que se acomoda, felizmente, al mundo del orden eterno. El yo sufre la informatización y se asume en las formas acríticas y cotidianas, propuestas por el modelo neoliberal vigente. El círculo del sujeto-objeto queda clausurado y se oculta la novedad, lo virtual y el trabajo negativo de la conciencia.

El presente es ahora, traducido en el apotegma comercial, Pepsi es lo de hoy. La tecnificación acorrala a la conciencia y ésta se engaña a sí misma al sentirse un medio, un cálculo o un dígito. La acción constituyente se trastoca en una conducta o en buen comportamiento, el sujeto es un buen actor y su hacer cotidiano el efecto de una representación alienada. Los significantes: consume, compra, diviértete, provocan conductas regidas por el sentido lineal: Compórtate bien, el éxito es tuyo.

En el momento en que la objetividad pretende convertirse en la matriz fundamental que orienta el sentido del mundo mercantilizado, aparece, por voluntad humana, la conciencia crítica para incomodar lo que parecía terminado y acabado. Entonces el sujeto se asombra de lo sido, de lo dado, para rescatar la ausencia, la novedad, que se había ocultado por la fuerza de las cosas y el peso del presente.

Así, el filosofar adviene incomodidad, como perturbación, como conceptuación que potencia a lo observado. Ahora el punto de vista se complejiza porque articula a lo observado y lo conceptuado. Lo observado se había detenido en el éxito, la riqueza y el poder. Y en ese espacio el sujeto y el objeto pueden llegar a conocerse, incluso a explicarse, pero nunca a comprenderse o negarse. La identidad los inmoviliza y el conocer es lo que vale. Lo desconocido, lo diferente, no entra en la óptica de lo que se observa. El futuro y la utopía pierden su sentido y la historia parece llegar a su fin.

El filosofar, como praxis, no se conforma ni se informa con lo dado, con lo hecho, con lo acontecido, con lo conocido, sino que se perturba, se asombra. Filosofar es un derecho humano fundamental, y los demás son derivados de éste. Pensar y desear son acciones que nos distancian de lo ofrecido, de lo andado. El filosofar y el deseo no son veredas para transitar, han de buscarse y constituirse. El filosofar enseña a conquistar la libertad. Otro mundo es posible.

Vía: cambiodemichoacan.com.mx

domingo, 28 de agosto de 2011

San Agustin de Hipona - De su vida y obra

San Agustin: es junto con Jerónimo de Estridón, Gregorio Magno y Ambrosio de Milán uno de los cuatro más importantes Padres de la Iglesia latina.



sábado, 27 de agosto de 2011

Sánchez Vázquez, rara avis del marxismo

Todo lo echaste por la borda: libertad, respeto a la
verdad, liberación de la esclavitud económica, pensamiento
metódico y constructivo. Y sólo la infeliz elección
de una palabra, aunque bien intencionada, te cayó
en gracia: ¡Dictadura!

Wilhelm Reich, Escucha pequeño hombrecito

Sin perder los ideales, sin perderlos,
me sentí como Adán cuando, expulsado,
no pudo retener del paraíso
sino tan sólo el cuerpo de su amada.

Enrique González Rojo, El Hereje

Miguelángel Díaz Monges

Entre mis muy parcos aprendizajes durante mis estudios de filosofía se cuenta que titularse en dicha disciplina es cosa tan distante a ser filósofo como licenciarse en letras dista de ser escritor. Todo mundo debería saber, pero no aspiro a que sea así, que filosofía significa amor al conocimiento. Con esa base vale decir que Adolfo Sánchez Vázquez fue un verdadero filósofo.

Discípulo de Ortega y Gasset, durante una juventud demasiado temprana para alcanzar claridad y definición, rompería con él respetuosamente al inclinarse por Hegel y Marx principalmente; pero la ruptura no es tan radical como pretenden las lecturas más ramplonas, pues Sánchez Vázquez abrazó un marxismo humanista que se niega a anular al individuo pensante en pro del bienestar común, mismo que depende –precisamente– del pensamiento y –sobre todo– la praxis individual, por lo que no debe ser limitado y no puede ser anulado. Conservó ciertos principios del Perspectivismo de Gasset y la idea de la circunstancia, entendida como la filosofía a comprender si se quiere comprender la individualidad. Compartió con él y otros filósofos del 98 español el pesimismo humanista que haría de esa etapa del pensamiento ibérico una oscura enmienda quijotesca de la centenaria práctica de combatir molinos. No creo caer en el disparate al afirmar que veía en el idealismo una fuente nutritiva para el materialismo de un marxismo donde la praxis era lo fundamental, pero la praxis movida por la idea, el pensamiento, la reflexión filosófica.

Un detalle nada despreciable de su alejamiento de Ortega y Gasset se ilustra en dos frases que perfilan la actitud que definiría a Sánchez Vázquez durante toda su vida. Ortega había dicho que “la claridad es la cortesía del filósofo”. Magistralmente, su discípulo le enmendó la plana: “La claridad es la obligación del filósofo”. Por esa claridad pudo hacer convivir la máxima estatura intelectual con la docencia eficiente –la que genera conocimiento, método, actitud, discípulos y respeto–. Por esa claridad, a muchos jóvenes que, atraídos por el marxismo leninismo, los “socialismos reales” y las revoluciones autodenominadas marxistas, nos puso en alerta acerca del humanismo perdido en la realización –que no praxis en el sentido puro derivado de la dialéctica hegeliana– de una gran filosofía, impecable en su ontología, su análisis, su ética y su estética. Impecable, si bien discutible, como todo pensamiento que de algo valga. Su estética ilustra tales disidencias: no sólo las obras que elogió o propuso como ejemplos, sino su propia poesía, su excelente obra poética más ligada al Siglo de Oro que a Lukacs o el propio Brecht, dejan claro que el panfleto exaltador de la lucha proletaria no era lo suyo. No lo fue de los comunistas exiliados españoles, que en eso toman una gran distancia con Neruda.

Tras sus estudios con Ortega y Gasset tuvo un efímero paso por las filas del comunismo orgánico en el Partido Comunista Español (PCE). La época, el partido mismo y los más notables intelectuales estaban deslumbrados por la revolución bolchevique. Pese a las advertencias de Trotsky, era temprano para verle los colmillos al lobo y aún se aceptaba a Stalin como una esperanza. Por este devaneo del que Sánchez Vázquez nunca renegó, el exilio español en México había de tacharlo de estalinista. Sin leerlo, como sucede a menudo, pues en su obra no hay sino rebelión contra el totalitarismo, contra el crimen, contra la prohibición del pensamiento y contra la absorción del individuo en la abstracción de la masa proletaria –así en lo ontológico, que poco le importaba, como en lo humano, lo ético y lo estético–. Sánchez Vázquez abandonó el estalinismo, pero sus detractores no abandonaron el prejuicio, eso también es habitual.

Durante la Guerra Civil Española vio, con otros muchos, que los nacionalismos y las rencillas por matices ideológicos actuaban contra la primordial defensa de la democracia, de la praxis que podía salvar a la muy perdida España. Tras la derrota en la guerra, que es ejemplo de la debilidad del intelecto ante la fuerza bruta, se exilió en México, donde en principio estuvo impedido de la praxis de su ideología. Así, ya mexicano y nunca más español salvo por documentos, se entregó a la investigación y la docencia y vivió el marxismo desde el ámbito del pensamiento con una sonrisa triste que desesperaba ante los disparates y monstruosidades que se realizaban en nombre del economista y filósofo alemán. Así, se exilió nuevamente, esta vez dentro de sí mismo. Sus libros y cursos eran como las cartas desde el extranjero del pensador encarcelado.

Se me podría acusar de –en este punto– escribir aventuradamente, pero me baso en testimonios dignos de crédito, porque yo nunca fui formalmente su alumno, nunca tomé una sola clase suya. Lo respetaba y admiraba como todo mundo. Y cuando digo todo mundo no exagero. Un gran maestro británico muy lejano al marxismo, verdadero filósofo él mismo, alguna vez me dijo que hasta tratar a don Adolfo había comprendido qué significaba eso de “El Caballero Español”. Aunque ese caballero ya era mexicano también y se había integrado, mediante años de docencia y muchos títulos publicados, a México y –especialmente– a la UNAM. Nunca participé de su cátedra porque yo me había alejado del marxismo para sumergirme con demencial esfuerzo en los griegos y la filosofía analítica a un tiempo. Naturalmente, volverme loco no me dejaba tiempo para más. Pero recuerdo nítidamente que cada vez que veía al maestro pensaba que en algún momento tendría que tomar un curso con él, que sin eso mi formación habría desperdiciado una oportunidad de las que hay pocas. Muy pocas, lamentablemente. Y lo sabía, y lo postergaba porque ya había leído mucho las más importantes de sus obras. No sé en qué medida exacta, pero en mucha sin duda, Sánchez Vázquez me había hecho mantenerme lejos de dogmatismos, discursos doctrinarios y equívocas justificaciones de crímenes inequívocos. El mismo imán que me atraía a su cátedra era el que me hacía dejarla fuera de mis planes de estudios. Finalmente nunca tomé una sola clase con el maestro del que tanto aprendí.

El imán del que hablo tiene origen en la metalización –copra a puños– de mi espíritu durante la más temprana adolescencia: en esa confusa etapa de la vida en que se es propenso a abrazar ideologías que, mediante sistemas cerrados, petrifican el mundo en sus doctrinas y ofrecen así asideros seguros a la mente extraviada en el caos, el marxismo suplía al Dios y al padre en que creía haber dejado de creer. Fue entonces que, con muy pocos otros, entre ellos Wilhelm Reich –otro marxista que abominó la tergiversación de esa gran filosofía–, Sánchez Vázquez me alertó en sus libros contra el dogmatismo fácil y seguro, contra el discurso doctrinario tan convincente como falaz. Y, a veces, convincente gracias a la prestidigitación magistral de la falacia. Encontrar el camino adecuado tiene su dosis de suerte, y fue suerte leerlo entonces: si después me acerqué a otros pensamientos y filosofías siempre lo hice de una manera crítica, sin esperar de ellos la certeza mística que me hiciera ver como un cosmos este mundo esencialmente caótico.

Entre mis cosas personales tengo dos libros de Sánchez Vázquez con entrañables dedicatorias y un trozo de papel cuadriculado con su nombre y teléfono escritos con su letra. Me lo dio Huberto Batis en la redacción de Sábado, con fingida y bromista indiferencia, mientras me decía:

“Te mandan esto, mano. Que le hables”. No me sorprendí –Octavio Paz, que en tono de mofa le había llamado “el último marxista”, nos había acercado de una manera extraña, cuyo anecdotario vale ser contado más abajo–, pero me emocioné, y eso que mi soberbia juvenil no me permitía emocionarme por casi nada: yo lo merecía todo, creía, aunque el tiempo había de mostrarme que sólo merecía bajarle a mis ínfulas y volver a picar piedra.

Tras la caída del muro, el grandísimo escritor Octavio Paz hizo un encuentro con intelectuales escritores principalmente –de Europa oriental en proceso de liberación –costosa libertad encontraría, pero libertad–. Ingenuamente quizá, pero supongo que valientemente Sánchez Vázquez aceptó la invitación maquiavélica de su “amigo” Octavio. En un ambiente de intelectualidad con rechazo exaltado hasta el odio hacia el marxismo, el leninismo, el estalinismo y el imperialismo soviético, Sánchez Vázquez leyó un escrito donde apuntaba lo que de la filosofía marxista pervivía pese a la traición histórica de los socialismos reales. El centro de su intervención era simple, claro y cierto: el fracaso bolchevique y los fracasos que se derivaron de él con todos sus crímenes, no anulan la validez y vigencia de Marx como filósofo, sólo dan fe de que Marx no sirve para las tiranías. Paz se burló de él con palabras que no contenían verdad alguna y los escritores invitados lo señalaron con el odio que sus vidas destrozadas quizá puede justificar. Aquello fue un linchamiento intelectual ante el que Octavio Paz negó el derecho de réplica a un Sánchez Vázquez cuyo gesto decía claramente “No han entendido nada”.

Si algo se ha criticado y también exaltado del suplemento Sábado de Huberto Batis es que ahí cualquiera podía atacar a cualquiera, y cualquiera podía defenderse. En esa época, la misma en que Sánchez Vázquez publicó su Cuestiones estéticas y artísticas contemporáneas, mucha gente buscaba subirse al carro de Vuelta, lo que implicaba caer en la gracia de Octavio. Cierto trepador que nunca alcanzó ninguna estatura intelectual dedicó una plana completa de suplemento dirigido por Batis a atacar a Sánchez Vázquez –por el libro, pero no al libro– de una forma agresiva, irrespetuosa y sin fundamento alguno. Lo comenté con Batis, que estaba igualmente disgustado. Le dije que replicaría en los mismos términos y estuvo de acuerdo. Hubo un largo debate donde el trepador de marras, a falta de argumentos, afirmó que yo ni siquiera había leído el libro y que Sánchez Vázquez me enviaba a defenderlo. Sólo entonces intervino don Adolfo para confirmar lo dicho por mí: que no me conocía, nunca nos habíamos visto y agradecía mi defensa pero lamentaba la gresca. Terminó ese episodio.

Cuando Huberto me dio el papel con su teléfono le hablé al Maestro. Surgió una amistad curiosa, nutritiva en lo intelectual y distante en lo emotivo: Adolfo Sánchez Vázquez siempre estaba en el plano del arte y la reflexión. Las emociones las dejaba en casa, las reservaba para su gente. Una tarde me lo encontré en la cafetería de la Beneficencia Española. Su mujer, Aurora, agonizaba. Él leía. Lo saludé como el amigo que era y me invitó a sentarme. La conversación no se salió del rígido marco intelectual, pero ese día su voz, sus palabras, sus ojos, su cuerpo emanaban una tristeza infinita. El crepúsculo de Aurora me acercó al ser humano sensible a quien tantos amamos. Estaba con él, en su casa, tras la muerte de esa mujer maravillosa, comentando los faxes y pésames que llegaban a montones. Llegó el de Paz, más que un pésame un telegrama al que no le faltaba ni una de las formas habituales de la cortesía. Por única vez Sánchez Vázquez emitió en mi presencia una opinión, o juicio, acerca de alguien: “Octavio es un hombre muy mezquino”.

La última vez que nos vimos fue en la cafetería de Filosofía y Letras. La amistad ya era humana. Comentábamos diversas cosas y reíamos. De camino al estacionamiento le pregunté si al cabo de toda esa vida suya se sentía traicionado por los socialistas. Me respondió lo que secretamente intuía: no había de qué, nunca había visto que Marx, el verdadero Marx, fuera llevado a la praxis. Sólo lamentaba que no viviría para verlo. Y así fue. La gran mayoría de los marxistas murieron desencantados, decepcionados, tristes. Dejemos a Octavio y sus adoctrinados mofarse en Paz: él murió a la espera del mundo –probablemente utópico– en que la humanidad constituida en individuos construya la entelequia de la justicia social. La justa muerte feliz del último marxista humanista. O quizá no el último.


Vía: etcetera.com

Filosofía, ¿para qué?





La reciente Reforma Integral de la Educación Media Superior ha eliminado el área de humanidades y, con ella, materias como Ética y Lógica en uno de los momentos más delicados en la vida de la nación, cuando se vive una profunda crisis de valores y se trivializa el conocimiento. Ante este panorama, tres destacados filósofos mexicanos cuestionan en estas páginas la absurda decisión de los técnicos y políticos de la SEP.


Un horizonte de preguntas y respuestas

No es un secreto para nadie: la educación media superior pasa por una crisis. Los jóvenes salen del bachillerato con lagunas enormes: no entienden lo que leen, son incapaces de realizar operaciones matemáticas, mascullan el inglés, no utilizan la computadora, etcétera. Ante este escenario, ¿por qué insistir en que se enseñe filosofía en el bachillerato? ¿No sería mejor para los jóvenes que en vez estudiar filosofía o historia o literatura, dedicaran más tiempo a reforzar sus pobres conocimientos en español, matemáticas, inglés y computación?

El razonamiento anterior parte de la premisa de que cuando el barco se hunde hay que tirar por la borda lo menos importante y preservar lo más útil o lo más valioso. Pero aunque aceptemos que el barco hace agua, suponer que la filosofía y, en general, las humanidades, son el lastre de la educación no sólo es erróneo sino peligroso para el futuro del país.

Cuando la filosofía se enseña de manera adecuada —reconozco que no siempre es así— es una disciplina de enorme utilidad en el nivel bachillerato. La filosofía ofrece una disciplina de pensamiento que se puede aplicar dentro de todos los campos de la existencia. Un adolescente que estudia lógica, ética y estética en el bachillerato tiene abierto ante sí un horizonte de preguntas y respuestas acerca de su vida que pueden hacerlo una mejor persona, es decir, un mejor hijo, un mejor amigo, un mejor trabajador, un mejor ciudadano. Es cierto que no hay garantía alguna de que estudiar ética haga a las personas más buenas o de que estudiar lógica les dé más claridad, pero si el estudiante tiene la voluntad de ser más riguroso, más comprensivo, más solidario, más crítico, entonces la filosofía puede servirle para lograr este propósito o, por lo menos, para hacerlo suyo.

Pero si siempre es bueno estudiar filosofía, parece que hoy en día lo es todavía más en México. El país padece una crisis de sentido de su existencia colectiva. Estamos desorientados, no confiamos en nosotros mismos, hemos olvidado nuestros valores. Ahora más que nunca los mexicanos tenemos que reflexionar acerca de la vida que llevamos y de la que queremos llevar. Como se sabe, esta ha sido una tarea de la filosofía a lo largo de su historia. No se trata de formar una comisión de filosofía en el Congreso o de que en los fines de semana nos juntemos en las plazas a filosofar —aunque quizá no sean tan malas ideas—. Pero si los mexicanos tuviéramos una formación homogénea en los modos de la reflexión filosófica, ello seguramente ayudaría a que entre todos pudiéramos discutir mejor, de manera más correcta y virtuosa, acerca de los temas más apremiantes de nuestra democracia.

Detrás de la discusión acerca de la conveniencia de la enseñanza de la filosofía en el bachillerato está la discusión más general acerca de la finalidad de la escuela. ¿Se trata de un lugar para instruir a los jóvenes para que puedan cumplir con ciertas tareas que se espera de ellos? O, además de lo anterior, la escuela debe formar a los jóvenes para que sean personas con ciertas características? Puesto en pocas palabras: ¿queremos formar o sólo queremos instruir?

La tradición educativa mexicana que se remonta al magisterio de José Vasconcelos nunca se limitó a instruir, sino que siempre buscó formar. Es por eso que en los planes de estudio siempre se incluyó a la filosofía, a la literatura a la historia. Esa es esa tradición que, me temo, estamos perdiendo. Se nos ha querido imponer una concepción distinta de la educación. Un modelo, basado en la noción laboral de competencia, que privilegia el desempeño en contextos laborales por encima de la realización plena del individuo en todos los campos de su vida. Se supone que con este modelo de educación la economía del país va a mejorar, que seremos más competitivos como nación. Pero el bachillerato mexicano tiene que tener más ambiciones que formar futuros empleados de Wal-mart. Lo que esperamos de los jóvenes que egresan de nuestras escuelas es lo que esperamos de México. La filosofía no es una cereza del pastel de la educación media superior, es decir, no es algo que se pueda quitar sin que pase nada grave, sino que es parte de la harina del pastel, es parte esencial de lo que debe incluir una educación de altura como la que merecemos los mexicanos.

La SEP está obligada a cumplir el Acuerdo Secretarial 488 publicado en el Diario Oficial de la Federación el 23 de junio de 2009 en el que reconoció el error gravísimo, escandaloso, que había cometido al eliminar de un plumazo el área de humanidades de la educación media superior. Está obligada a que la filosofía se enseñe dentro asignaturas específicas que se ocupen ex profeso de inculcar la competencias disciplinarias de filosofía. Es decir, la filosofía tiene que enseñarse en asignaturas tradicionales de filosofía (como Lógica o Ética), no dentro de otras asignaturas, como si fuese una competencia transversal.

Si la SEP no cumple con el acuerdo 488, la sociedad mexicana tendrá todo el derecho de exigirle que lo haga de inmediato. Lo que está en juego es algo demasiado importante: la educación de nuestros hijos, es decir, el futuro del país.

Guillermo Hurtado • Doctor en Filosofía por la Universidad de Oxford. Director del Instituto de Investigaciones Filosóficas de la UNAM.

Pensamiento crítico, diálogo y tolerancia

La filosofía no es ni ha sido nunca un museo de ideas. Es una práctica racional viva que busca, a través del diálogo y del análisis de los argumentos, la comprensión de asuntos que nos atañen a todos los seres humanos y que merecen una atención especial: ¿Qué vida merece ser vivida? ¿Qué es la justicia? ¿Es posible distinguir lo verdadero de lo falso? ¿Cuál sería una buena razón para aceptar ciertas opiniones como válidas?, por mencionar sólo algunas de las preguntas que ocupan todavía el centro de la reflexión filosófica y que deberían seguir formando parte de los programas educativos. La filosofía enseña a pensar, a argumentar y a sopesar razones, evitando con ello los fanatismos de cualquier signo y nos ofrece el camino del diálogo como una alternativa para comprender la realidad y para convivir en sociedad.

La filosofía invita a vivir de manera inteligente y racional, a escuchar las razones del otro, a exponer nuestras discrepancias de manera racional y a buscar soluciones no violentas a los problemas que nos aquejan. Es por ello que no podemos permitir que la filosofía sea eliminada de los programas educativos. La enseñanza de la filosofía en el nivel bachillerato abre espacios para que los jóvenes se planteen un conjunto de problemas fundamentales y mediten en ellos de manera abierta y libre, ejerciendo la capacidad de diálogo y desarrollando sus habilidades argumentativas. Las escuelas deben formar una juventud capaz de construir una sociedad más justa y menos violenta, capaz de convivir de manera civilizada y respetuosa de los derechos humanos.

La clase de educación que le ofrecemos hoy a los jóvenes, determinará la vida en sociedad que tendremos los mexicanos en el futuro. Necesitamos jóvenes que aprendan a dialogar y a defender sus ideas a través de los argumentos, así como a enriquecer su percepción de los problemas.

La enseñanza de las disciplinas filosóficas proporciona conocimientos sumamente necesarios y útiles para el desarrollo del razonamiento y la argumentación, y el pensamiento crítico, y esto es algo valioso en sí mismo y útil para todos los campos de la vida y del conocimiento. Sin embargo, hay quienes piensan que la filosofía no debería tener cabida en ciertos subsistemas porque juzgan que no es pertinente que forme parte de las asignaturas básicas de los bachilleratos técnicos. Pero hay que recordar que las escuelas no sólo representan espacios donde se forman futuros profesionistas, técnicos y trabajadores, sino también, los futuros ciudadanos de nuestro país, y el acceso a una educación integral que desarrolle las capacidades de todos los ciudadanos, por igual, no es un lujo, es un derecho de los jóvenes mexicanos.

Uno de los fines más propios de la educación y, en especial, de la educación media superior, debe ser mantener vivo el conocimiento y el deseo de conocer. Cada subsistema del nivel medio superior requiere programas debidamente diseñados por especialistas que proporcionen una educación verdaderamente integral y que respete el derecho de los jóvenes a desarrollar sus capacidades de manera plena y que estimule su interés por todos los campos del saber. Sería lamentable que millones de jóvenes egresados de bachilleratos técnicos se vieran privados de la oportunidad de adquirir una formación humanística y vieran su vida y sus intereses reducidos por causa de un sistema educativo pobre, unilateral e inequitativo. Una enseñanza puramente técnica impediría que un amplio sector de jóvenes de este país desarrollara de manera cabal sus habilidades para analizar, plantear y debatir cuestiones de interés público, o para entender los debates públicos sobre cuestiones sumamente importantes para la vida social, y para deliberar y para tomar decisiones responsables que afectarán sus propias oportunidades profesionales y la calidad de vida no sólo individual, sino colectiva.

Las disciplinas filosóficas desarrollan las habilidades del pensamiento abstracto y para la clarificación de conceptos e ideas; al igual que las habilidades para analizar y sopesar las distintas creencias, opiniones y los juicios de las personas. La Ética, por ejemplo, enfrenta a los jóvenes estudiantes a diferentes nociones de lo bueno y lo malo, lo justo y lo injusto, y de lo que sería una vida buena o una vida feliz, y los prepara para comprender diferentes posiciones, para compararlas y evaluarlas entre sí de una manera racional.

La formación filosófica prepara para una genuina cultura de la tolerancia y de respeto a la diversidad y la equidad. Si queremos transitar hacia la democracia y fortalecerla, es necesario proporcionar a los jóvenes una formación humanística vigorosa, que desarrolle todas sus capacidades y les brinde a todos los jóvenes bachilleres de nuestro país la posibilidad de convertirse en los ciudadanos que todos desearíamos ser y tener el día de mañana. Estamos a tiempo de impedir que las humanidades y la filosofía sean expulsadas por completo de los programas de bachillerato de muchos subsistemas, de rescatar y fortalecer la educación humanística de los mexicanos y, con ello, evitar que la crisis social que nos agobia se agudice más. Por eso, quisiera terminar esta breve nota con el verso de Machado: “Hoy es siempre todavía…”

Carmen Trueba Atienza • Departamento de Filosofía UAM-I


Atentado contra la cultura

¿Qué significa que el gobierno, a través de su Secretaría de Educación Pública, elimine toda el Área de humanidades y dentro de ellas las materias filosóficas en una reforma educativa, como la que inició en 2008 en la educación media superior? La primera respuesta, en caso de ser cierta, sería grave: que los gobernantes ignoren el importante papel de las humanidades en la educación; la segunda sería deplorable: que lo hubieran hecho para trasladar, en forma mecánica, las directivas de la OCDE, entre cuyos miembros nos disputamos el último lugar en calidad educativa con Turquía; pero la tercera sería peor, ya que conscientemente habrían decidido formar a un individuo limitado, sin una idea de la sociedad en que vive y sin recursos mentales suficientes para enfrentar una sociedad y un mundo en crisis. Pero además, si examinamos el papel que tienen las disciplinas humanísticas en la formación del joven estudiante podemos concluir que quieren privar a los estudiantes de una base necesaria para ser realmente competentes en sus actividades. Ejemplos concretos de esto son: han fragmentado el estudio de la historia al grado de que los estudiantes no tendrán una idea de su evolución mundial; la literatura, en lugar de darle la importancia que merece como una forma imaginativa que permite entender la naturaleza humana, ha sido enviada al área de comunicación con inglés y computación lo cual es una aberración. Las disciplinas filosóficas no sólo han sido enviadas a cumplir un papel transversal sino que las han diluido en lo que llaman “competencias”. Así, en lugar de mantenerlas en su integridad para poder estudiarlas adecuadamente, las convierten en un poco de sal y pimienta de otras disciplinas. Por ejemplo, se elimina la materia de Ética como integral y obligatoria en un momento en que atravesamos una crisis de valores profunda y en que la juventud se encuentra desorientada ante la dramática situación por la que atravesamos debido al narcotráfico; se elimina la Lógica que sería la única materia en donde el estudiante puede aprehender formas de razonamiento correcto frente a las formas erróneas y falaces; se elimina la Estética que es el estudio de una de las dimensiones propiamente humanas a través de la pintura, la música, la arquitectura, la literatura o la propia experiencia de lo bello, lo feo, lo sublime, lo monstruoso o lo grotesco y, finalmente, se elimina la Introducción a la filosofía, que permite que el estudiante comprenda, por ejemplo, el papel que han jugado los filósofos en el avance de la sociedad por su carácter crítico; por sus propuestas sobre la forma de desarrollar una sociedad mejor y en la introducción en la vida pública del ejercicio de la razón frente al dogmatismo y el autoritarismo. Los técnicos y los políticos de la SEP han llevado a cabo un verdadero atentado en contra de la cultura y la formación integral de millones de estudiantes y no han entendido que la educación humanística convierte al individuo (o debería convertirlo) en una persona más capaz y eficiente en cualquiera de los oficios y profesiones que desarrolle. Necesitamos técnicos, en efecto, pero no sin una formación humanística.

Pero esto no es todo. A raíz del movimiento que llevó a cabo el “Observatorio Filosófico de México” en 2009 y que culminó con un aparente retroceso autocrítico del gobierno, al firmar el Acuerdo 488 que los obligaba a incorporar de nuevo el Área de humanidades y las materias filosóficas, las autoridades educativas dieron marcha atrás y dijeron que no podían cumplir sus promesas avaladas por todas las autoridades educativas del país reunidas el 22 de mayo de 2009 y publicadas en el Diario Oficial de la Federación, el 23 de junio de ese mismo año. Por tanto, nos encontramos con un incumplimiento por parte del gobierno de sus propias disposiciones ya que estas son, para ellos y como dicen los españoles “aguas de borrajas”. Es decir, aguas de borrajas en que han convertido a la educación de los jóvenes en el nivel medio superior. En otras palabras, o bien, rectificaron y luego se arrepintieron o bien firmaron un acuerdo que no tenían la más mínima intención de cumplir y que sólo lo hicieron para acallar un movimiento que se manifestaba como un molesto tábano de Sócrates, en aquel momento crítico para el país. Mientras todo esto ha ocurrido, hay algo que me ha sorprendido de manera muy alentadora: no sólo muchos de los más destacados científicos, filósofos, profesores e investigadores de este país están a favor de las humanidades (véase el desplegado que se publicó el 8 de agosto en www.ofmx.com.mx) sino también muchos jóvenes que ya están hartos de tanta corrupción, tanta ignorancia y tanta injusticia que prevalece en nuestro país.

Gabriel Vargas Lozano • Profesor-investigador del Departamento de Filosofía de la UAM-I y coordinador del Observatorio Filosófico de México


Vía: milenio.com

Inicia en Oaxaca el Simposio Internacional entorno a Martín Heidegger




Oaxaca, México.-Como un encuentro que invitará a la reflexión sobre las directrices del pensamiento de Heidegger en torno a la existencia y la muerte, así como su relación con las expresiones creativas del hombre, definió Markus Raab al Simposio Internacional Mundo, Arte y Muerte: Sobre la determinación de Martin Heidegger del lugar del arte moderno en el pensamiento de Ereignis.

El miembro del comité organizador y especialista en la obra del filósofo alemán, dijo que este encuentro contará con 17 investigadores de siete países y se llevará a cabo del 29 de agosto al 3 de septiembre en el Centro de las Artes de San Agustín, Oaxaca, con la presencia de investigadores de Alemania, Austria, Chile, Colombia, Croacia, Italia y México.

Markus Raab dijo que el pensamiento de Heidegger continúa siendo uno de los más influyentes en el mundo contemporáneo, ratificando la vigencia de ensayos filosóficos como El origen de la obra de arte que continúan siendo objeto de estudio y han trascendido épocas y generaciones.

En la conferencia realizada en la cafetería del Palacio de Bellas Artes, el especialista, mencionó que el título del simposio se refiere al pensamiento de Heidegger en cuanto a su visión del hombre como ente mortal, y por ello se intentará establecer un diálogo conceptual entre este filósofo y algunas corrientes artísticas y creadores como Paul Klee, quien a través de sus cuadros captó la visión de este pensador.

Mencionó que para este simposio, el hijo y el nieto de Heidegger, Herman y Woolf pusieron a disposición de los académicos un escrito inédito donde el filósofo profundiza en la obra de Klee.

Dijo que Heidegger, al contemplar la obra de Paul Klee, se dio cuenta de cómo a través de la expresión artística se puede también encontrar la verdad, de ahí que durante mucho tiempo redactara notas al respecto.

“Lo especial de este simposio es que además de Klee y otros temas, se profundizará además en la influencia del arte mexicano, comenzando con la obra de Francisco Toledo, además de mostrar la tendencia actual de la sociedad de seguir poniendo al ser humano como el centro de todo, aspecto contra lo cual debemos trabajar con base en los pensamientos de Heidegger”.

El especialista se mostró entusiasmado de que un simposio en torno a una corriente de pensamiento tan vigente se lleve a cabo en un sitio tan especial como Oaxaca.

“Durante 20 años he tenido una amistad muy cercana con Francisco Toledo y me sorprendió muy gratamente su iniciativa para realizar este simposio en el Centro de las Artes de San Agustín, donde sus paisajes y su entorno propician la reflexión filosófica. Este simposio busca sembrar la semilla para que los investigadores tengan otro punto de vista con el mundo y su entorno”.

Y agregó que “en este encuentro se abordarán también otros aspecto de la corriente de Heidegger que es la superación de la metafísica, buscando tanto el origen como un inicio nuevo entre las culturas del mundo. Creo que para este propósito no hay mejor escenario que un país multicultural como México”.

En la conferencia estuvo también presente Damir Barbaric, considerado el mayor especialista mundial en el pensamiento de la obra de Heidegger, quien dijo, con respecto a los temas relacionados con el arte que se abordarán en el simposio, que hay similitudes entre la obra de Francisco Toledo y Paul Klee, como lo es la continua metamorfosis de lo vivo y la penetración y transición de lo animal y lo elemental.

“Otro aspecto que se da en la obra de ambos es el predominio de la imaginación sobre los límites de lo intelectual, contemplando lo mítico más allá de lo que está localizable y accesible a través del pensamiento”.

Paulina Rivero Weber, catedrática de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, precisó en la conferencia que por sus numerosas vertientes aplicables a numerosos temas de la vida contemporánea, el pensamiento de Heidegger continúa siendo un referente obligado en los estudios de los más destacados académicos de México y el mundo.

“Las humanidades inciden en el pensamiento de un pueblo, no de forma tecnificada, sino de manera más sutil, adecuándose a las necesidades de cada época. Nadie se imagina hoy el mundo sin el pensamiento de Freud, Nietzsche o Heidegger, por ello el profundizar a través de un encuentro de esta naturaleza en nuevas lecturas de uno de los más importantes pensadores universales, reviste una gran y trascendencia”.

Y agregó: “Heidegger considera que la verdad se manifiesta de diferentes formas, pero en especial que debemos arrancarnos de la realidad cotidiana para encontrar la verdad, siendo el arte uno de los vehículos principales para lograr este estado. Si uno mira el Guernica, de Picasso, puede captar más cosas que leyendo cien libros, de ahí la importancia de comprender su mirada en el contexto social actual”.

En la conferencia, donde también estuvieron presentes el galerista y miembro del comité organizador, Armando Colina, así como Lourdes Báez Meza, directora del Centro de las Artes de San Agustín, se anunció que entre los conferencistas participantes se encuentran Andreas Baur, Ángel Xolocotzi, Dietmar Koch, Francisco Gómez, Hans Dieter Bahr, Kristin Funke, Leonardo Da Jandra, María Antonia González, Rebeca Maldonado, Roberto Rubio, Rosaura Martínez, Sebastián Ochoa, Sergio Espinosa y Stefanie Dillkofer.

Entre las ponencias que se presentarán se encuentran “Arte y plasticidad en Heidegger”, “Muerte y belleza”, “¿Habitando en la muerte? Afinidad electiva Heidegger-Klee”, “Paul Klee y el reino intermedio” y “Heidegger, Klee, Toledo – Tentativa de una conversación política”.

Para mayores informes consultar la página www.casanagustin.org.


Vía: ciudadania-express.com

jueves, 25 de agosto de 2011

Nietzsche reivindicó la voluntad de vivir







Tres voces aportan una reflexión sobre este pensador que decía que la existencia no es un curso pasivo hacia la muerte, sino un esfuerzo por abrirle paso a la vida por caminos que no están predeterminados
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25 agosto 2011 | ¿Qué hay en la obra de un filósofo como Friedrich (Federico) Nitezsche que le ha dado al presidente Chávez una perspectiva de reafirmación de sí mismo y de la vida? A propósito de los 111 años de la muerte del autor de Así habló Zarathustra, el Correo del Orinoco le formuló esta pregunta a tres intelectuales. Sus respuestas coinciden en que la de Nietzsche es una filosofía vitalista. En medio de tormentos, contradicciones, angustias y obstáculos, el pensador nacido en la Sajonia prusiana de 1844 reivindica la voluntad de vivir.

Javier Navia, sociólogo, ensayista y docente universitario, comenta que, efectivamente, en Nietzsche se expresa una exaltación de la vida en toda su plenitud. Pero a esa plenitud, aclara, no se tiene acceso fácilmente, porque los poderes establecidos ocultan la vida real detrás de un discurso superficial. Por eso celebra el Presidente invoque a este irreverente filósofo:

“Es magnífico, para nuestro pensar, que el Presidente Hugo Chávez convoque a Nietzsche para que encaremos con mayor contundencia los retos de nuestra República. Frente a un contexto signado por risibles discursos, informaciones inútiles, descaradas mentiras, trampas, dobleces, el deber corresponde al profundizar”.

“Nuestra tarea es esa: profundizar”, reitera Navia, y afirma que para ello debemos impugnar “las opiniones que disimuladamente quieren sustituir al mundo real. El mundo real no es opinión. Y, Nietzsche es el pensador más apropiado para desenmascarar” a quienes así lo pretenden. “Chávez se dio cuenta de esto, desde hace mucho, y con su capacidad comunicativa propuso releer Así Habló Zaratustra”, comenta.

Navia confía, además, en que la perspectiva vitalista de Nietzsche estará ahora más cerca de la gente: “La visión de aquel filósofo, antes encerrado en los exquisitos ambientes académicos universitarios, con Chávez por fin ha salido para todas y para todos”.

Las reflexiones aquí recogidas, indican que quien cultive la lectura de este filósofo que el Jefe del Estado invita a conocer, entrarán con contacto con un discurso que invita a repensar la propia experiencia de vivir.

LA VIDA COMO UN HACER

“Vivir es querer vivir”, esa es una profunda convicción que sostiene el pensamiento de Niezstche, dice el atrista, filósofo y ensayista Theowald D’ Arago. Y agrega que sus palabras “lo remiten a uno a la vida, no en un sentido metafísico, como si hubiera que recuperarla de un mundo ideal y puro, sino como nuestro mayor acto de libertad y de creación”.

Desde esta perspectiva, la vida es a la vez “un don, un milagro y una obra de arte”, señala D’ Arago. “Es nuestro mayor regalo, pero no por el simple hecho de tener la vida, sino por la conciencia de que por ella estamos en el mundo y de que en este mundo somos lo que escogemos hacer y darle un sentido; somos nuestra propia obra”.

A este respecto, el filósofo, ensayista y comunicador Miguel Ángel Pérez Pirela, destaca que para Niezstche lo que la da forma a la vida es la voluntad de cada persona de “realizar su potencia y reafirmar su propio yo. La vida está estructurada por la libertad; la existencia se hace día a día con las decisiones libres que tomamos”. A la luz de este planteamiento, señala, se comprende el sentido de la voluntad de poder, cuyo sentido el Presidente enunció como el “vivir viviendo” y como el “poder hacer”.

LOS CAMINOS POR ABRIR

Se le ha recriminado a Niezstche que su idea de la voluntad de poder exalta al individuo por encima del pueblo. A esto Pérez Pirela contrapone una aclaración: “en Niezstche la palabra masa no se refiere al pueblo, sino a algo sin forma”. Y explica que lo que en realidad cuestiona el filósofo alemán es el individuo que “se borra a sí mismo” y se estanca “en medio de una masa amorfa en medio de la cual vive la vida como en un animal que se deja llevar por la manada”.

Esa indiferencia ante la propia existencia a lo que Nietzsche opone la voluntad de poder como “afirmación del propio yo, que debe entenderse como autonomía, como voluntad de autogobierno”, agrega el comunicador.

La conclusión es que la persona que dirige su vida desde la conciencia de su devenir, de su historia y su genealogía, no se pierde en la masa; no se deja arrastrar, sino que abre sus caminos. La actitud contraria agota la vida en las llamadas “funciones vitales”: nacer, comer, dormir, reproducirse y morir. Este es un planteamiento crucial, porque muestra que la existencia no es un curso pasivo hacia la muerte, sino un abrirle paso a la vida. Pero “no hay caminos definidos, sino que se abren en el cotidiano andar, en eso que el Presidente ha llamado el vivir viviendo”, aclara Navia.

Pérez Pirela acota que el vivir debe ser un “vivir bien”. Ese es un aspecto concreto en el que el proceso que la Revolución Bolivariana puede ganar con el pensamiento de Niezstche, asegura: “Al tiempo que se propicia que seamos nosotros como individuos latinoamericanos y no otros quienes dirijan nuestra existencia, se están creando las condiciones sociales -con la educación y la alimentación, por ejemplo- para que se desarrolle esa conciencia de autonomía y para que el vivir bien sea posible”.

EL CRISTO HUMANO

Nietzsche es un vitalista, un pensador que “desmontó una parafernalia de prejuicios, falsificaciones y rituales, bajo los cuales las instituciones de poder quisieron sepultar la vida”, señaló al Correo del Orinoco el filósofo y comunicador Miguel Pérez Pirela. Como ejemplo de esos artificios Pérez Pirela señala la religión. “Entendida de manera convencional, la religión oculta con mandamientos, cúpulas, imágenes al Cristo humano, que es un hombre histórico. Eso lo pone Nietzsche en evidencia. Su visión está muy ligada al sentido esencial de la religión cristiana, que es religión de la vida”, comentó Pérez Pirela.

Señaló que la idea de un Nietzsche detractor de Cristo se basa “en una interpretación banal” de su obra Anticristo. El filósofo alemán -aclaró- lo que buscaba era desmontar la visión institucionalizada de Cristo, que lo separa de la condición humana.

Texto/Carlos Ortiz

Vía: aporrea.org

miércoles, 24 de agosto de 2011

Conferencia de Prensa del Observatorio Filosófico de México.

Gabriel Vargas comienza por enumerar las personas e instituciones nacionales e internacionales que apoyan el movimiento en defensa de la Filosofía y las humanidades que se ha desarrollado en México desde el año 2009 / Dr. Vargas begin to give mention to those people and institutions inside and beyound our boundaries who support our fight in defense of the Philosophy and Humanities at all in Mexico, since 2009.



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martes, 23 de agosto de 2011

La Caverna - una adaptación de la alegoría de Platón en plastilina [subtitulado al español]

Cortometraje realizado por Bullhead Entertainment sobre la alegoría de la caverna (Libro VII de la República).

La web de los creadores: http://www.platosallegory.com




lunes, 22 de agosto de 2011

Diálogo Slavoj Zizek - Peter Sloterdijk: La quiebra de la civilización occidental



Desde la crisis económica y el rol de las religiones hasta el caso Strauss-Kahn, dos de los filósofos más leídos de la actualidad analizan presente y futuro de Occidente. “Hemos acumulado tantas deudas que la promesa de reembolso en la cual se funda la seriedad de nuestra construcción del mundo ya no puede sostenerse”, denuncian.

POR NICOLAS TRUONG


Occidente vive una crisis del porvenir: las nuevas generaciones ya no creen que vivirán mejor que las anteriores. Una crisis de sentido, de orientación y de significación. Occidente sabe más o menos de dónde viene pero le da trabajo saber adónde va. Ciertamente, como decía el poeta francés René Char, “nuestra herencia no es precedida por ningún testamento” y a cada generación le corresponde dibujar su horizonte. Nuestros tormentos, sin embargo, no son infundados. El sentido de lo común se fragmentó. Con el “cada uno en lo suyo”, el sentimiento de pertenencia a un proyecto que trascienda las individualidades se evaporó. El derrumbe del colectivismo –tanto nacionalista como comunista– y del progresismo económico dio lugar al imperio del “yo”. El sentido del “nosotros” se dispersó.

La idea de partición, de bien común y de comunidad parece volar en pedazos. Sin embargo, son muchos todavía los que no desean confiar la idea de comunidad a los comunitarismos que acosan a un planeta desgarrado. Entre ellos se cuentan Peter Sloterdijk y Slavoj Zizek, filósofos europeos, que aceptaron debatir públicamente por primera vez sobre estos temas.

Todo los separa en apariencia. El primero es un seguidor de la filosofía individualista de Nietzsche; el otro, un marxista allegado a los movimientos alternativos. El primero es más bien liberal, el segundo, calificado como radical. Gracias a la fuerza metafórica puesta al servicio de sus audacias teóricas, Peter Sloterdijk (se pronuncia “Sloterdeik”) se dedica a captar la época sobre todo gracias a una morfología general del espacio humano, su famosa trilogía de las “esferas”, que se presenta como un análisis de las condiciones por las cuales el hombre puede volver habitable su mundo.

Aliando a Marx con y la trilogía de ciencia ficción Matrix , haciendo malabarismos entre Hegel y Hitchcock, el pensador esloveno Slavoj Zizek (se pronuncia “Yiyek”) es una figura notoria de la “filosofía pop”, tan severo con el capitalismo global como con cierta franja de la izquierda radical, que articula sin cesar las referencias de la cultura elitista (ópera) y popular (cine) a las grandes deflagraciones planetarias.

Este encuentro inédito está relacionado con la publicación concomitante de dos trabajos destinados a pensar la crisis que atravesamos. Con Vivre la fin des temps (Flammarion), Zizek analiza las diferentes formas de aprehender la crisis del capitalismo. Para él, los cuatro jinetes del Apocalipsis (desastre ecológico, revolución bioenergética, mercantilización desmesurada y tensiones sociales) están, diezmándolo: la negación (la idea de que la miseria o los cataclismos “no pueden pasarme a mí”), el regateo (“que me dejen el tiempo de ver a mis hijos recibidos”), la depresión (“voy a morir, para qué preocuparme por algo”) y la aceptación (“no puedo hacer nada, mejor que me prepare”). Y propone alternativas e iniciativas colectivas para recobrar el sentido de un comunismo despojado de su gregariedad aliado a un cristianismo liberado de su creencia en la divinidad.

Con Tu dois changer ta vie (Libella/Maren Sell), Peter Sloterdijk esboza otras soluciones, más individuales y espirituales. Inspirado por el poema de Rainer Maria Rilke consagrado a un torso antiguo del Louvre, trata de inventar en los ejercicios espirituales de los religiosos un nuevo cuidado de sí mismo, una nueva relación con el mundo. Desde el quebranto del crédito hasta el caso que derivó en la renuncia del director gerente del FMI, Dominique Strauss-Kahn, un diálogo inédito para cambiar de rumbo. Colectivas o individuales, políticas o espirituales, las ideas-fuerza de dos pensadores iconoclastas para evitar los callejones sin salida de la globalización.

Por primera vez desde 1945, la idea de porvenir está en crisis en Europa. Y a Occidente le cuesta creer en el progreso, como lo muestran estas nuevas generaciones que ya no imaginan que vivirán mejor que sus mayores. Desafección política, crisis económica o crispación identitaria: ¿podemos hablar, para ustedes, de una crisis de civilización?

Peter Sloterdijk: ¿Qué queremos decir cuando empleamos el término “civilización occidental”, en la cual vivimos desde el siglo XVII? En mi opinión, hablamos de una forma de mundo creada en base a la idea de una salida de la era del apego al pasado. La primacía del pasado se rompió: la humanidad occidental inventó una forma de vida inaudita fundada en la anticipación del porvenir. Esto significa que vivimos en un mundo que se “futuriza” cada vez más. Creo, por ende, que el sentido profundo de nuestro “ser en el mundo” reside en el futurismo, que es el rasgo fundamental de nuestra forma de existir.

La primacía del porvenir data de la época en que Occidente inventó este nuevo arte de hacer promesas, a partir del Renacimiento, cuando el crédito ingresó en las vidas de los europeos. Durante la Antigüedad y la Edad Media el crédito no desempeñaba prácticamente ningún papel porque estaba en manos de los usureros, condenados por la Iglesia. El crédito moderno, en cambio, abre un porvenir. Por primera vez, las promesas de reembolsos pueden ser cumplidas o mantenidas. La crisis de civilización radica en lo siguiente: entramos en una época en la cual la capacidad del crédito de inaugurar un porvenir sostenible está cada vez más bloqueada porque hoy se toman créditos para reembolsar otros créditos. En otras palabras, el “creditismo” ingresó en una crisis final. Hemos acumulado tantas deudas que la promesa del reembolso en la cual se funda la seriedad de nuestra construcción del mundo ya no puede sostenerse. Pregúntenle a un estadounidense cómo imagina el pago de las deudas acumuladas por el gobierno federal. Su respuesta seguramente será: “Nadie lo sabe” y creo que ese no saber es el núcleo duro de nuestra crisis.Nadie en esta Tierra sabe cómo pagar la deuda colectiva. El porvenir de nuestra civilización choca contra un muro de deudas.

Zlavoj Zizek: adhiero totalmente a esa idea de una crisis del “futurismo” y de la lógica de crédito. Pero tomemos la crisis económica llamada de las subprimes de 2008. Todo el mundo sabe que es imposible pagar créditos hipotecarios, pero cada uno se comporta como si fuera capaz de hacerlo. Yo a eso lo llamo en mi jerga psicoanalítica, una denegación fetichista: “Sé perfectamente que es imposible, pero de todos modos voy a tratar...” Sabemos muy bien que no podemos hacerlo, pero actuamos en la práctica como si pudiéramos hacerlo. Sin embargo, emplearía el término “futuro” para designar lo que Peter Sloterdijk llama el “creditismo”. El término “porvenir”, por otra parte, me parece más abierto. La fórmula no future es pesimista pero la palabra “porvenir” es más optimista. Y aquí no estoy tratando de dar un nuevo impulso al comunismo de Marx que está emparentado, efectivamente con un creditismo desmesurado. Para caracterizar nuestra situación, económica y política, ideológica y espiritual, no puedo dejar de recordar una historia probablemente apócrifa. Se trata de un intercambio de telegramas entre los estados mayores alemán y austríaco durante la Gran Guerra. Los alemanes habían enviado un telegrama a los austríacos diciéndoles: “Aquí, la situación en el frente es seria pero no catastrófica” y los austríacos respondieron: “Aquí, la situación es catastrófica pero no seria”. Y eso es lo catastrófico: no podemos pagar las deudas pero, en cierta forma, no lo tomamos en serio. Además de ese muro de deudas, la época actual se acerca a una suerte de “grado cero”. En primer lugar, la enorme crisis ecológica nos impone no continuar en esta vía político-económica. Segundo, el capitalismo, como sucede en China, ya no está naturalmente asociado a la democracia parlamentaria. Tercero, la revolución biogenética nos impone inventar otra biopolítica. En cuanto a las divisiones sociales mundiales, crean las condiciones de explotaciones y alzamientos populares sin precedente. La idea de lo colectivo también se ve afectada por la crisis.

¿Cómo volver a dar sentido a lo “común” en la hora del individualismo desenfrenado?

S.Z.: Aunque debemos rechazar el comunitarismo ingenuo, la homogeneización de las culturas, igual que ese multiculturalismo en que se ha convertido la ideología del nuevo espíritu del capitalismo, debemos hacer dialogar las civilizaciones y los individuos singulares. A nivel de los particulares, hace falta una nueva lógica de la discreción, de la distancia, de la ignorancia incluso. En la medida en que la promiscuidad se ha vuelto total, es una necesidad vital, un punto crucial.

A nivel colectivo, es necesario, efectivamente inventar otra forma de articular lo común. Ahora bien, el multiculturalismo es una falsa respuesta al problema, por un lado porque es una suerte de racismo denegado, que respeta la identidad del otro pero lo encierra en su particularismo. Es una suerte de neocolonialismo que, a la inversa del colonialismo clásico, “respeta” las comunidades, pero desde el punto de vista de su postura de universalidad. Por otra parte, la tolerancia multicultural es una engañifa que despolitiza el debate público, remitiendo las cuestiones sociales a las cuestiones raciales, las cuestiones económicas a las consideraciones étnicas. Hay también mucho angelismo en esta postura de la izquierda posmoderna. Es así como el budismo puede servir para legitimar un militarismo extremo: en los años 1930-1940, el establecimiento del budismo zen no sólo apoyó la dominación del imperialismo japonés sino que incluso lo legitimó. Utilizo deliberadamente el término “comunismo”, pues mis problemas en realidad son los bienes “comunes” como la biogenética y la ecología.

P.S.: Es necesario encontrar la verdadera problemática de nuestra era. El recuerdo del comunismo y de esa gran experiencia trágica de la política del siglo XX nos recuerda que no hay una solución ideológica dogmática y automática. El problema del siglo XXI es la coexistencia en el seno de una “humanidad” convertida en una realidad, físicamente. Ya no se trata del “universalismo” abstracto de la Ilustración, sino de la universalidad real de un colectivo monstruoso que comienza a ser una comunidad de circulación real con probabilidades de encuentros permanentes y probabilidades ampliadas de colisiones.

Nos hemos convertido como partículas en un gas, bajo presión. La cuestión es de aquí en más el vínculo social dentro de una sociedad demasiado grande; y creo que la herencia de las presuntas religiones es importante, porque son las primeras tentativas de síntesis meta-nacionales y meta-étnicas. La sangha budista era una nave espacial donde todos los desertores de todas las etnias podían refugiarse. Del mismo modo, podríamos describir la cristiandad, suerte de síntesis social que trasciende la dinámica de las etnias cerradas y las divisiones de las sociedades de clases. El diálogo de las religiones en nuestra época no es otro que el reformateo del problema del “comunismo”. La reunión que tuvo lugar en Chicago en 1900, el congreso de las religiones mundiales, fue una forma de plantear la cuestión de nuestra actualidad a través de esos fragmentos, esos representantes de cualquier procedencia, los miembros de la familia humana que se habían perdido de vista después del éxodo africano... En la era de la concentración, hay que plantear y reformatear todo lo que se pensó hasta ahora sobre el vínculo de coexistencia de una humanidad desbordante. Por eso empleo el término “co-inmunismo”. Todas las asociaciones sociales de la historia son, efectivamente, estructuras de co-inmunidad. La elección de este concepto recuerda la herencia comunista. En mi análisis, el comunismo se remonta a Rousseau y a su idea de “religión del hombre”. Es un concepto inmanente, es un comunitarismo a escala global. Es imposible escapar a la nueva situación mundial. En mi libro, la diosa o entidad divina que aparece en las últimas páginas, es la crisis: es la única instancia que posee suficiente autoridad como para impulsarnos a cambiar nuestra vida. Nuestro punto de partida es una evidencia aplastante: no podemos continuar así.

S.Z.: Mi idea no consiste tanto en buscar un “co-inmunismo” como en revitalizar la idea de un verdadero comunismo. Pero, tranquilícense, se trata más del de Kafka que el de Stalin, más el de Erik Satie que el de Lenin. Efectivamente, en su último relato Joséphine la cantante o el pueblo de las ratas , traza la utopía de una sociedad igualitaria, un mundo con artistas, como esta cantante Joséphine, cuyo canto reúne, subyuga y deja pasmadas a las multitudes, y que es celebrada sin por ello obtener ventajas materiales.

Una sociedad de reconocimiento que mantiene lo ritual, revitaliza las fiestas de la comunidad, pero sin jerarquía ni gregariedad. Idem para Erik Satie. Sin embargo, todo parece alejar de la política al famoso autor de las Gymnopédies . El mismo declaraba componer una “música de amueblamiento”, una música ambiental o de fondo. Y no obstante fue miembro del Partido Comunista. De todos modos, lejos de escribir cantos de propaganda, él daba a escuchar una suerte de intimidad colectiva, justo lo opuesto a la música de ascensor. Y es esa mi idea del comunismo.

Para salir de la crisis, usted, Sloterdijk, opta por la reactivación de los ejercicios espirituales individuales, en tanto que usted, Zizek, insiste en las movilizaciones políticas colectivas y en la reactivación de la fuerza emancipadora del cristianismo. ¿Por qué tales divergencias?

P.S.: Yo propongo introducir el pragmatismo en el estudio de las presuntas religiones: esa dimensión pragmática obliga a mirar más de cerca qué hacen los religiosos, a conocer las prácticas interiores y exteriores, que se pueden describir como ejercicios que forman una estructura de personalidad. Lo que yo llamo el sujeto principal de la filosofía y la psicología es el portador de las series de ejercicios que componen la personalidad. Y algunas de las series de ejercicios que constituyen la personalidad pueden describirse como religiosas.

¿Pero qué significa esto? Se hacen ejercicios mentales para comunicarse con un partenaire invisible, son cosas absolutamente concretas que es posible describir, no hay nada de misterioso en eso. Creo que hasta nueva orden, el término “sistema de ejercicios” es mil veces más operativo que el término “religión” que remite a la santurronería estatal de los romanos. No debemos olvidar que la utilización de los términos “religión” “piedad” o “fidelidad” estaba reservada en tiempos de los romanos a los epítetos que llevaban las legiones romanas estacionadas en el valle del Rin y en todas partes. El privilegio más elevado de una legión era portar los epítetos pia fedelis , porque eso expresaba una lealtad particular al emperador en Roma. Creo que los europeos simplemente olvidaron lo que quiere decir religio . La palabra significa literalmente “diligencia”. Cicerón dio la etimología correcta: leer, legere , religere , es decir, estudiar atentamente el protocolo para organizar la comunicación con los seres superiores. Es, por ende, una suerte de diligencia o en mi terminología, un código de entrenamiento. Por esa razón creo que “la vuelta de lo religioso” sólo sería eficaz si pudiera llevar a prácticas de ejercicios intensificados. Por el contrario, nuestros “nuevos religiosos” no son, la mayoría de las veces, más que soñadores perezosos. Pero en el siglo XX, el deporte se impuso en la civilización occidental. No volvió la religión, reapareció el deporte, después de haber sido olvidado durante casi 1.500 años. No fue el fideísmo sino el atletismo el que ocupó el primer plano. Pierre de Coubertin quiso crear una religión del músculo en los primeros años del siglo XX. Fracasó como fundador de una religión, pero triunfó como creador de un nuevo sistema de ejercicios.

S.Z.: Considerar la religión como un conjunto de prácticas corporales ya existía en las vanguardias rusas. El realizador soviético Serguei Eisenstein (1898-1948) escribió un texto muy bello sobre el jesuita Ignacio de Loyola (1491-1556) como alguien que sistematizó algunos ejercicios espirituales. Mi tesis sobre la vuelta al cristianismo es muy paradójica: creo que solamente a través del cristianismo uno puede sentirse verdaderamente ateo.

Si consideramos los grandes ateísmos del siglo XX, se trata en realidad de una lógica totalmente distinta, la de un “creditismo” teológico. El físico danés Niels Bohr (1885-1962) uno de los fundadores de la física cuántica, recibió la visita de un amigo en su dacha . Este sin embargo se resistía a pasar la puerta de su casa por una herradura que estaba clavada –una superstición para impedir que entraran los malos espíritus. Y el amigo le dijo a Bohr: “Eres un científico de primer nivel, ¿cómo puedes creer en esas supersticiones populares?” “¡No las creo!” respondió Niels Bohr. “¿Pero entonces por qué dejas esa herradura?”, insistió el amigo. Y Niels Bohr tuvo esta respuesta excelente: “Alguien me dijo que da resultado aunque uno no crea”. Sería una imagen bastante buena de nuestra ideología actual. Creo que la muerte de Cristo en la cruz significa la muerte de Dios y que ya no es más el Gran Otro que mueve los hilos. La única forma de ser creyente, después de la muerte de Cristo, es participar en vínculos colectivos igualitarios. El cristianismo puede ser entendido como una religión de acompañamiento del orden de lo existente o una religión que dice “no” y ayuda a resistir. Creo que el cristianismo y el marxismo deben combatir juntos la marejada de nuevas espiritualidades así como la gregariedad capitalista. Yo defiendo una religión sin Dios, un comunismo sin amo.

El momento histórico que atravesamos parece estar signado por la ira. Una indignación que culmina en la consigna “¡Fuera!” de las revoluciones árabes o las protestas democráticas españolas. Ahora bien, según Zizek, usted Sloterdijk es demasiado severo con los movimientos sociales que a su criterio provienen del resentimiento.

P.S.: Hay que distinguir la ira del resentimiento. Hay toda una gama de emociones que pertenecen al régimen del thymos , o sea, al régimen del orgullo. Existe una suerte de orgullo primordial, irreductible, que está en lo más profundo de nuestro ser. En esa gama del thymos se expresa la jovialidad, contemplación benévola de todo lo que existe. Aquí, el campo psíquico no conoce trastorno. Si bajamos en la escala de los valores, es el orgullo de sí mismo.

Bajamos un poco más y es la vejación de ese orgullo lo que provoca la ira. Si la ira no puede expresarse, está condenada a esperar para expresarse más tarde y en otra parte, eso lleva al resentimiento, y así hasta el odio destructivo que quiere aniquilar el objeto del cual salió la humillación. No olvidemos que la buena ira, según Aristóteles, es el sentimiento que acompaña al deseo de justicia. Una justicia que no conoce la ira es una veleidad impotente. Las corrientes socialistas del siglo XIX y XX crearon puntos de recolección de la ira colectiva, algo justo e importante. Pero demasiados individuos y demasiadas organizaciones de la izquierda tradicional se deslizaron hacia el resentimiento. De ahí la urgencia de pensar e imaginar una nueva izquierda más allá del resentimiento.

S.Z.: Lo que satisface a la conciencia en el resentimiento es más perjudicar al otro y destruir el obstáculo que beneficiarme yo mismo. Nosotros los eslovenos somos así por naturaleza. Conocerán la leyenda en la que a un campesino se le aparece un ángel y le pregunta: “¿Quieres que te dé una vaca? ¡Pero cuidado, también le daré dos vacas a tu vecino!” Y el campesino esloveno dice: “¡Por supuesto que no!” Pero para mí, el resentimiento, no es nunca la actitud de los pobres. Más bien la actitud del pobre amo, como Nietzsche lo analizó tan bien. Es la moral de los “esclavos”.

Sólo que se equivocó un poco desde el punto de vista social: no es el verdadero esclavo, es el esclavo que, como el Fígaro de Beaumarchais, quiere reemplazar al amo. En el capitalismo, creo que hay una combinación muy específica entre el aspecto timótico y el aspecto erótico. Es decir, que el erotismo capitalista es mediatizado en relación a un mal timotismo, que engendra el resentimiento. Estoy de acuerdo con Sloterdijk: en el fondo, lo más complicado es cómo pensar el acto de dar, más allá del intercambio, más allá del resentimiento. No creo realmente en la eficacia de esos ejercicios espirituales que propone Sloterdijk. Soy demasiado pesimista para eso. A esas prácticas auto-disciplinarias, como en los deportistas, yo quiero agregar la heterotopía social. Por eso escribí el capítulo final de Vivre la fin des temps , donde vislumbro un espacio utópico comunista, refiriéndome a las obras que dan a ver y oír lo que podríamos llamar una intimidad colectiva. Me inspiro también en esas películas de ciencia ficción utópicas, donde hay héroes errantes y tipos neuróticos rechazados que forman verdaderas colectividades. Los recorridos individuales también pueden guiarnos. Suele olvidarse que Victor Kravtchenko (1905-1966), el dignatario soviético que denunció muy temprano los horrores del estalinismo en J’ai choisi la liberté y que fue ignominiosamente atacado por los intelectuales pro-soviéticos, escribió una continuación, J’ai choisi la justice , mientras luchaba en Bolivia y organizaba un sistema de producción agraria más equitativo. Hay que alentar a los Kravtchenko que emergen en todas partes, desde América del Sur hasta las orillas del Mediterráneo.

P.S.: Considero que usted es víctima de la evolución psico-política de los países del Este. En Rusia, por ejemplo, cada uno carga sobre sus hombros con un siglo entero de catástrofe política y personal. Los pueblos del Este expresan esa tragedia del comunismo y no salen de ella. Todo eso forma una especie de vínculo de desesperación autógena. Yo soy pesimista por naturaleza, pero la vida refutó mi pesimismo original. Soy, por así decirlo, un aprendiz de optimista. Y en eso pienso que estamos bastante cerca uno del otro porque en cierto sentido recorrimos biografías paralelas desde puntos de partida radicalmente diferentes, leyendo los mismos libros.

El caso Dominique Strauss-Kahn: ¿es un simple caso de moralidad o un síntoma de un malestar más importante?

P.S.: Se trata de un caso planetario que supera el hecho policial. Dominique Strauss-Kahn tal vez sea inocente. Pero esa historia revela que el poder exorbitante que ostenta un individuo puede crear una suerte de religión de los poderosos que yo calificaría de panteísmo sexual. Creíamos haber terminado con los reyes sol. Pero, curiosamente, el siglo XXI multiplica por diez mil a esos hombres de poder que piensan que todos los objetos de su deseo pueden ser penetrados por su irradiación.

S.Z.: El único aspecto interesante del caso DSK es el rumor que circuló de que sus amigos se habrían acercado a la familia de la supuesta víctima en Guinea para ofrecerle una suma exorbitante de dinero si Nafissatou Diallo retiraba su denuncia. Si eso es verdad, ¡qué dilema! ¿Qué elegir, la dignidad o el dinero que puede salvar la vida de una familia, dándole la posibilidad de vivir en la prosperidad? Eso es lo que resumiría la verdadera perversión moral de nuestro tiempo.

(c) Le Monde, 2011.

Traduccion de Cristina Sardoy.


Vía: revistaenie.clarin.com

sábado, 20 de agosto de 2011

Judith Butler: "Corporalmente no somos autosuficientes".


La filósofa Judith Butler aborda en Barcelona el conflicto palestino-israelí y propone una solución que pase por el cuerpo.


El enquistado conflicto entre Israel y Palestina, con el diálogo suspendido desde el año pasado, se debe a una "cohabitación no escogida" entre dos estados unidos por "la interdependencia y la proximidad". Ésta fue una de las claves que ofreció la filósofa norteamericana Judith Butler en su visita al Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona (MACBA) el pasado mes de julio, en una charla en la que abordó una propuesta conciliadora cuya originalidad consiste en dar al cuerpo un papel protagonista. La pensadora intervino junto a otra filósofa, Adriana Cavarero, en las jornadas Cuerpo, memoria y representación, una iniciativa del grupo Cuerpo y textualidad de la Universidad Autónoma de Barcelona, formado por investigadores e investigadoras que estudian identidades de género, sexualidad, raza y etnia en relación al cuerpo.

Butler, una de las instigadoras de la teoría queer y teórica indispensable en el terreno del pensamiento sobre -y la acción desde y para- las identidades de género, demostró en la capital catalana que una de sus mayores motivaciones como filósofa es la de andar un camino hacia aquellas condiciones que hagan que la existencia sea llevadera, y que lo sea para cualquiera. Si hace unos años se marcaba como objetivo buscar argumentos para la libertad de vivir géneros y sexualidades, en el MACBA simplificó y democratizó la cuestión al exponer que es la vida de cada uno de los seres y las personas (con sus géneros y sexualidades, por supuesto) lo que debe ser vivible.

Adriana Cavarero (centro) y Judith Butler (derecha), durante una parte de las jornadas 'Cuerpo, memoria y representación' que tuvo lugar en la Universidad Autónoma de Barcelona.





Por si su afirmación necesita matices, no parece que Judith Butler esté muy interesada en defender posiciones que contrapongan la vida al derecho de decidir sobre el género y el propio cuerpo. De hecho, si le interesan las oposiciones y las dicotomías probablemente sea para hacerlas saltar por los aires. Por eso asegura que "los vínculos antagonistas producen modos no vivibles de vulnerabilidad" que, en el caso de Israel y Palestina -uno en cada lado de la cancha-, se traducen en constantes formas violentas de tratar esa interdependencia y esa proximidad que existirán mientras lo haga la frontera que los mantiene tan separados como unidos.

Tomando argumentos de los filósofos judíos Emmanuel Lévinas, quien defendió que no podemos entendernos a nosotros mismos al margen de los demás, sin tener en cuenta al otro; y Hannah Arendt, quien sostuvo que, como no podemos elegir con quien compartimos la Tierra, existe la exigencia ética de no destruir al otro, Butler construyó su discurso sobre la dependencia palestino-israelí. "Como cuerpos, estamos expuestos a los demás: corporalmente no somos autosuficientes", aseguró, y defendió que esta condición física es precisamente la que mantiene unidos a israelíes y palestinos.


Del género a la ética









El nombre de Judith Butler se hizo popular en los círculos académicos y activistas GLBT a principios de los años Noventa, después de que su obra El género en disputa. El feminismo y la subversión de la identidad (Paidós) desestabilizara algunos presupuestos básicos de la teoría feminista, principalmente el de que su único objeto de estudio son las mujeres (lo que escriben, lo que se dice y muestra de ellas, lo que se ha escondido a lo largo de la Historia). Butler, en cambio, propone estudiar el género como construcción social y la sexualidad como un conjunto de prácticas que no tienen por qué ser consecuencia del género: según ella, la identidad de género y las prácticas sexuales son performativas y, por lo tanto, molEnlacedeables. Es esta idea lo que hace del suyo un nombre de referencia en la teoría queer, empeñada en deshacer la distinción entre los cuerpos y deseos que se ajustan a las normas sociales y los que no lo hacen.

El proceso intelectual de esta pensadora la ha llevado a centrarse cada vez más en el cuerpo -en sus primeras obras estrechamente relacionado con el género y la sexualidad- como un elemento central de la ética. Dar cuenta de sí mismo. Violencia ética y responsabilidad (Amorrortu), una de sus obras más recientes, es uno de los exponentes de este enfoque al pensar el cuerpo como aquello que nos ata a los demás a la vez que nos define, de manera que el bienestar de los otros se convierte en una responsabilidad difícil de esquivar.

Vía: www.adn.es

martes, 16 de agosto de 2011

Las ‘sociedades estúpidas’






Antonio Rodríguez Vicéns


El filósofo español José Antonio Marina, en su ensayo ‘La inteligencia fracasada’, hace un original y controversial análisis de la inteligencia y la estupidez. Nos pregunta por qué nuestra especie se empecina en caer repetidamente en las mismas equivocaciones y nos plantea la necesidad de “hacer una inversión de toda la historia, porque una parte de lo que consideramos glorioso es indecente”. Nos invita a escribir “una crónica de la estupidez, que nos deje a todos estupefactos y arrepentidos, como quien descubre que había sido estafador y estafado al mismo tiempo”. “Si la inteligencia es nuestra salvación, la estupidez es nuestra gran amenaza”, sentencia.

El principal objetivo de la inteligencia es la felicidad y, por tanto, “todos sus fracasos tienen que ver con la desdicha”. Como la inteligencia no siempre “consigue realizar bien su función”, Marina nos habla de inteligencias dañadas e inteligencias fracasadas. En las inteligencias dañadas el problema está en el origen. Nos da un ejemplo. “Un niño al que se le ha inoculado el odio va a sufrir un desajuste permanente en su vida. Es una inteligencia dañada”. En cambio, las inteligencias fracasadas, sin graves deficiencias en su origen, son las que “equivocaron su camino, perdieron el rumbo o se dejaron ir a la deriva”. “Una persona muy inteligente -resume- puede usar su inteligencia estúpidamente. Esta es la esencia del fracaso, la gran paradoja de la inteligencia…”

Según José Antonio Marina, junto a la inteligencia personal está la inteligencia social o comunitaria. ¿En qué consiste? Es -nos dice- “una tupida red de interacciones entre sujetos inteligentes. Cada uno aporta sus capacidades y saberes, y resulta enriquecido o empobrecido por su relación con los demás”. Una de sus creaciones fundamentales, luego de una larga lucha contra la tiranía del Estado y en defensa de los derechos personales, es la idea de libertad. Afirma entonces que las sociedades que impiden “desarrollar y aprovechar los talentos individuales mediante una interacción estimulante y fructífera”, o toleran la limitación de las libertades, no son inteligentes.

El concepto de inteligencia social lo lleva a diferenciar entre sociedades inteligentes y sociedades estúpidas. ¿Cuáles son las sociedades estúpidas? “Son aquellas en que las creencias vigentes, los modos de resolver conflictos, los sistemas de evaluación y los modos de vida disminuyen las posibilidades de las inteligencias privadas”. Significan un fracaso de la inteligencia. “¿Qué fue el régimen nazi o el régimen soviético, qué fueron las mil paradas triunfales, sino una terrible estupidez? La glorificación de una raza, de una nación, de un partido, el afán de poder, la obnubilación colectiva, esa pedante seriedad, ese engolamiento feroz y ridículo, la cascada del horror, deberían tratarse como un fracaso de la inteligencia”.


Vía: elcomercio.com

Derrida, un filósofo sin fin





Diversos libros del pensador francés fallecido en 2004 llegan al español y permiten profundizar la última etapa de su controvertida obra, fundante de la deconstrucción

Por Gustavo Santiago


n una nota al pie de página de La tarjeta postal , Jacques Derrida narra una extraña anécdota. Se encontraba pasando a máquina un texto manuscrito, cuando lo sobresaltó la campanilla del teléfono. Al atender, una voz le dijo que se trataba de una llamada por cobrar desde Estados Unidos. Derrida preguntó quién llamaba y la respuesta fue "Martin Heidegger". Tras un momento de vacilación, Derrida rechazó la llamada. Él sabía que era una llamada imposible: Heidegger hacía varios años que había muerto. Sin embargo, en la misma nota al pie, aclara que la anécdota "no debe llevar a creer que no existe comunicación telefónica alguna entre el fantasma de Heidegger y yo".

Quien ahora parece no descansar es el fantasma del propio Derrida. Al menos, esto sugiere la aparición reciente en español de varios de sus textos. Por un lado, tres ensayos breves: Pasiones , Salvo el nombre y Khôra (a los que se acaba de sumar, también publicado por Amorrortu, El tocar, Jean-Luc Nancy ). Por otro, el segundo volumen del último curso impartido por el filósofo en la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales durante el período lectivo 2002-2003, titulado La bestia y el soberano .

Pasiones , Salvo el nombre y Khôra son textos escritos en momentos diferentes, a los que Derrida decidió, en 1993, publicar simultáneamente, dándoles el estatus de trilogía. "Forman una suerte de ensayo sobre el nombre, en tres capítulos o tres tiempos", justifica el autor en una nota preliminar añadida a cada uno de los textos. Por supuesto que, tratándose de Derrida, es de suponer que no se encontrará un hilo conductor fuerte entre ellos que permita advertir con claridad que constituyen tres capítulos de una misma obra. Pasiones surge de una invitación a participar en un volumen colectivo en el que otros doce autores (entre ellos, Jean-Luc Nancy y Richard Rorty) toman posición ante la deconstrucción. La colaboración de Derrida debía consistir -según la invitación del editor- en "responder de modo oblicuo" a los otros artículos. Este pedido que cualquier escritor tomaría como un homenaje, en el caso de Derrida cobra la forma de un desafío. Porque se siente obligado a responder pero, al mismo tiempo, no quiere asumir la posición de palabra plena, autorizada, que conlleva la propia invitación. Lo que hace, entonces, es escribir una "respuesta" que es el despliegue de su falta de respuesta. Responde no respondiendo o no responde, mediante una respuesta. En esa no respuesta surge una variedad de temas, como los rituales, el secreto, el deber, la responsabilidad. Salvo el nombre es, también, la compensación de una evasiva. Derrida debía participar de un coloquio en Canadá, al que finalmente no asistió. El texto que ofrece en su lugar, luego de leer las conferencias de los otros ponentes, es un diálogo ficcional en el que dos interlocutores discuten acerca de la eternidad, la amistad, el lenguaje y, sobre todo, la (im)posibilidad de nombrar a Dios. Khôra , por su parte, es un delicioso análisis del Timeo de Platón.

El fantasma de Derrida se luce plenamente en el segundo volumen de La bestia y el soberano . Porque, si bien la trilogía llegó al castellano de manera póstuma, el texto del seminario proviene directamente del más allá. A pesar de conservar el nombre del seminario 2001-2002, y de ser presentado por su propio autor como una segunda parte, el nuevo volumen (el anterior se había dado a conocer en español el año pasado) dista de ser una mera continuación del recorrido anteriormente realizado. Ya en la primera sesión, Derrida anuncia dos considerables modificaciones. En primer lugar, un desplazamiento en la problemática abordada. La cuestión de la soberanía pasará a un segundo plano, oficiando de marco general, mientras que el centro de la atención se concentrará en "el habitar un mundo", la finitud y la soledad. En segundo lugar, un cambio en relación con el corpus de textos sobre el que el filósofo propondrá trabajar. La abundante cantidad de textos del curso anterior será sustituida por sólo dos: Robinson Crusoe , de Daniel Defoe y el seminario de Heidegger titulado Los conceptos fundamentales de la metafísica .

Derrida juega con la construcción de un único personaje, "Robinson-Heidegger", que mientras hace habitable su isla se pregunta: "¿Qué es el mundo?", "¿Qué es la finitud?", "¿Qué es la soledad?".

La isla de Derrida no es, en principio, una isla desierta. No sólo la habita "Robinson-Heidegger", sino que éste hospeda en su morada a visitantes asiduos como Aristóteles, Rousseau, Hegel o Freud y a otros ocasionales, como Gilles Deleuze o Emmanuel Lévinas. Sin embargo, a medida que el curso avanza otro visitante -previsible desde el inicio, donde se anuncia que una de las cuestiones será la finitud- va cobrando una dimensión inusitada y lentamente va desplazando a los demás hasta desalojarlos. Ese visitante es la muerte.

La muerte ingresa al curso -y por ende, al libro- por diversos canales. Robinson la hace presente con su recurrente temor a ser devorado por las bestias salvajes o a ser asesinado por "un otro" que deja una huella en la playa; Heidegger la coloca en un lugar de privilegio al definir a los hombres como "aquellos que pueden morir". Pero la muerte no se abre paso solamente recurriendo a citas textuales. También ingresa desde la vida que se encuentra más allá de las páginas de los libros y de las paredes de un aula. En primer lugar, a propósito de la muerte de Maurice Blanchot, que acontece promediando el seminario. En segundo lugar por el confesado presentimiento por parte de Derrida de su propia muerte (que ahora sabemos tendría lugar en 2004). Finalmente, porque unos días antes de la última sesión se desató la invasión de Irak.

La muerte ocupa la isla de Robinson-Heidegger de modo semejante a cómo va diseminándose en Irak y en el propio cuerpo de Derrida. Como réplica, el filósofo la rodea, la desmenuza, poniendo al descubierto sus múltiples facetas y rituales. Buena parte de las clases son dedicadas a preguntas clásicas: "¿Qué es la muerte?,"¿Por qué se le teme?", "¿En qué medida es inseparable de nuestra humanidad?". Pero, además, se abordan temas menos habituales en un seminario de filosofía. Un claro ejemplo de esto lo constituyen las clases que dedica Derrida a la disyuntiva de si se conviene optar por la inhumación o por la incineración. La inhumación es "aparentemente más humana, menos inhumana que la incineración" porque promete un espacio y un tiempo para el reposo del cadáver y para el duelo de los supervivientes. Pero, a la vez, el lugar que le otorga al muerto está apartado de sus cosas y de la vida que sigue su curso. Además, deja un resquicio para el terror de ser sepultado vivo. La incineración, en este aspecto, "si es decidida por el entorno, es una suerte de asesinato irreversible, y si es decidida por el moribundo, una suerte de suicidio irreversible, que sería una garantía contra los terrores del posible despertar, y de la sofocación en una caja de madera a seis pies bajo tierra, sin nadie para responder a una llamada de socorro". Por contrapartida, le escamotea a la familia el cuerpo a llorar y, al muerto, un tiempo y un espacio que podría tener derecho a reclamar.

Cuando alguien intenta transmitir su entusiasmo por un libro, puede incurrir en la trillada fórmula: "Es uno de esos libros que hay que leer antes de morir". Pocas veces esa frase pueda ser mejor aplicada que en este caso. Porque esta segunda parte de La bestia y el soberano es una exquisita preparación para afrontar el inevitable encuentro con la muerte.

Citas del fantasma

A propósito de los temores de Robinson, Derrida cita un poema de John Donne:

Corro hacia la muerte, y la muerte viene igual de rápido a mi encuentro, y todos mis placeres se desvanecen en el ayer.

Una de las interpretaciones que ofrece, es: "Corro a muerte, corro como un loco, sin aliento, para huir de la muerte, corro a muerte para evitar la muerte, corro hacia la muerte para que no me sorprenda, para tomarle la delantera, pero ella enseguida me atrapa de nuevo".

***Los libros y la esperanza de resurrección: "Lo mismo que toda huella, un libro, la supervivencia de un libro, desde su primer momento, es una máquina muerta-viviente, superviviente, el cuerpo de una cosa enterrada en una biblioteca, en una librería, en panteones, en urnas, ahogada en las olas mundiales de una web, etc., pero una cosa muerta que resucita cada vez que un soplo de lectura viva [...] apunta hacia ella y hace que reviva animándola".

Vía: lanacion.comEnlace

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