jueves, 1 de marzo de 2012

Cantinflas y Wittgenstein







El fin de semana, estaré en el Distrito Federal para respirar un poco de aire fresco. Qué irónico resulta decir lo anterior, pues nuestra capital, está muy contaminada. Pero sólo en la capital o en el norte del país, podemos escapar del fascismo que se vive en el sur, y en específico, en ciudades como Puebla.

Aclaremos algo: la cultura de Puebla es sureña, pues ha sido invadida por los tres entes necesarios para que una cultura se trague a las otras. En los portales poblanos, abunda la música de Veracruz. En las avenidas de macadam, sobran los restaurantes y las empresas de los veracruzanos. Y en la ciudad, es exagerado el número de hombres nacidos en Veracruz. Ideas, instituciones y personas son los requisitos que según Schmitt, son necesarios y suficientes para colonizar.

En la capital, compraré algunos libros de Isaiah Berlin, de Christopher Hitchens, de Quevedo y de Walter Benjamin. Además, visitaré la casa de una señorita que me habla de filosofía con la misma gracia con la que una poblana me habla de ropa barata. Lo disfrutaré.

Espero que en el viaje, me vuelvan a poner una película de Cantinflas. No sé si alguien ha notado las similitudes que hay entre el actor mexicano y Ludwig Wittgenstein. Para las inteligencias populares, Wittgenstein cantinflea. Para las mentes poderosas, Cantinflas juega con el lenguaje.

Bueno, para mí, Cantinflas juega con el metalenguaje. Al oír hablar a nuestro actor cómico, uno escucha onomatopeyas, gemidos, circunloquios, perífrasis y paráfrasis, galimatías y uno que otro hipérbaton. Cantinflas inicia una frase y la interrumpe para darle paso al gesto, al ademán y a la sonrisa. El receptor, confundido y manipulado por el ego o por el temor de parecer torpe, casi siempre acepta los argumentos del cómico.

Cantinflas fragua exposiciones como la que sigue: "Tenemos que saber quién fue para dejar de pensar que los que no fueron, fueron, y así llegar a saber que el que fue, sí fue". En esta aparente locura, yace el principio de identidad. Wittgenstein, a su vez, tejía frases de esta cepa: "No es lo mismo saber que ése es el mismo color que vi ayer que llegar a saber que ése es el color de ayer". Tanto Cantinflas como Wittgenstein, hablan con in-coherencia o coherencia-interna.

Si hoy observamos el color rojo de un automóvil y mañana observamos el color rojo de un charco de sangre, nos estamos exponiendo a una confusión. La palabra "rojo" es un concepto, en tanto que el color rojo del automóvil, es un objeto. Cuando en una proposición fusionamos juicios, conceptos y objetos, estamos creando conocimiento (Natorp). Lo que Cantinflas y Wittgenstein hacían, era destruir los conceptos y los objetos con los que pensamos, y todo para quedarse con el puro juicio, centro de gravedad de toda práctica científica o política.

Si sospechamos de un supuesto criminal y sólo afirmamos que podría ser "culpable" o "inocente", estamos recargando nuestra proposición sobre ciertos conceptos legales o sobre el concepto de la palabra "hombre", pero no sobre un "hombre concreto", como dirían los izquierdistas. Al final, la persona acusada será una u otra cosa, pero no otra. Empiezo, como los filósofos, a cantinflear.

Lo que Wittgenstein y Cantinflas hacían, era demostrar que a través del nudo sintáctico, podemos desanudar los nudos gramáticos. La idea es sencilla, y por tal, invisible. Wittgenstein decía que la simplicidad nos aterra, y Cantinflas, con sus soluciones poco burocráticas, desequilibraba nuestro sistema político. Pero el pueblo, no lo entendió.

Cuando usamos la tautología, el cerebro se ve obligado a redimensionar su comprensión. Cuando la gente sin educación dice cosas como "suyo de él", no está blasfemando contra Menéndez y Pelayo. En esta oración, se aclaran aspectos espaciales y temporales. Cuando decimos que "eso es suyo", sólo señalamos la propiedad momentánea de un objeto.

"Esto es suyo", decimos cuando le advertimos a alguien que se le ha caído la cartera. Ignoramos si la cartera es robada. Pero si dijéramos "esto es suyo de usted", sería sabiendo que la persona a la que se le cayó la cartera, compró su cartera con dinero legal y suyo (porque el dinero puede ser bueno, pero no suyo, digo, de él, del que hablamos).

No estoy proponiendo que hablemos de este modo, pero sí propongo que estas aberraciones gramaticales y sintácticas, sean estudiadas con seriedad, pues en ellas yacen códigos culturales. Y justo lo anterior, es lo que hacía Cantinflas, al que la torpe RAE ha acotado hasta la invisibilidad.

Viendo las películas de Cantinflas, el pueblo mexicano podía aprender tres cosas: dignidad laboral (economía), desobediencia jurídica (derecho) y jocosidad universal (sensibilidad artística). Pero como la RAE ha dicho que cantinflear es actuar o hablar disparatadamente, resulta que las enseñanzas éticas y lógicas del cómico, son supercherías y argucias inútiles.

Hay una escena de no sé qué película, en la que Cantinflas prevarica contra un gerente o algo sí porque éste le ordena con despotismo. Cantinflas le responde con vigor y asegurando que él no es el gato de nadie. En otra escena, el mester cinematográfico de juglería refunfuña por el salario que le ofrecen. Su jefes le explican que la Ley dicta tan paupérrimas tarifas, pero Cantinflas rezonga argumentando que el que hizo la Ley, no había consultado sus necesidades (de él).

¿Necesidades de quién? ¿Verdad que a veces es necesario acudir a la tautología? Cantinflas habla de sus necesidades personales. Con estas dos escenas, el mexicano tuvo que haber aprendido a defender sus derechos laborales y a cuestionar la supuesta democracia. La idea es clara: todos elegimos quién nos gobierna, pero los gobernantes, los que escriben las leyes, jamás le preguntan al pueblo si las leyes redactadas son comprensibles. Y vaya, las leyes sí merecen ser tildadas con la torpe definición que da la RAE sobre el cantinflear.

No culpo al pobre pueblo mexicano, porque jamás podría entender el mensaje de un genio del humor con los ojos, la boca y las orejas tapadas (como el poblano o el capitalino, que no tendría carisma aunque el Diablo le exigiera contarle un chiste de Polo Polo a Dios, citando mal a Shakespeare). Un país que no lee, es un país que no sabe escucharse. Leer es oírse, es hablarse y verse (a sí mismo). Creo que por hoy, he terminado mi meditación. Seguiré trabajando, digo, cantinfleando.


6 comentarios:

Solicito su autorización para subir al sabersabordelpsicoanálisis, un blog su artículo ¿Será posible?
Saludos

Hola, no hay problema, nosotros también lo tomamos de otra fuente que se puede revisar al final del artículo. Saludos!!

A veces, cuando leo una análisis sobre lo que Cantinflas hacía (que no ha sido más que un par de veces) o cuando yo mismo lo reflexiono (que son hartas veces), me pregunto: qué diría el mismo Cantinflas si se le pidiera que explicara lo que hace y cómo lo hace.

Porque, por un lado, está el gran conocimiento de que un artista funciona bajo instinto, o sea que no sería raro que él sólo hiciera lo que hacía sin saber cómo. Y por otro lado, existe la posibilidad de que en realidad todo lo que se ha dicho sobre él no sean más que sobreanálisis que llegan a una conclusión solamente por las ideas repensadas que le intentan hallar una explicación y un motivo a lo que Cantinflas hacía.

O quizá, la magia de Cantinflas, como la muchos otros grandes, fue la de ofrecer una obra a la que cada uno le encuentra un mensaje diferente pero siempre valioso. El problema es que eso sería si lo consideramos un artista, pero ¿y si lo consideramos filósofo? ¿Creen que planeó transmitir un mensaje en concreto? ¿O qué pedo?

Así es, Cantinflas tiene dos caras: la del filósofo y la del artista. El problema es que es muy poco analizado filosóficamente como filósofo y como artista es tomado muy poco seriamente, por cómico que sea. Quiero decir, que cuando uno oye sus cantinfleadas, lo considera torpe al hablar, pero construir esa clase de chistes no es tan simple.

En el artículo el autor destaca algunas curiosidades del habla de Cantinflas. La verdad, desde chico me llamó la atención como hablaba ese señor (una de las primeras películas que vi fue "Ahí está el detalle"). Pero creo que el articulista pierde el meollo de la cuestión. Habla de "malentendidos" en esa habla cantinflérica. En verdad, lo que asombra o deja perplejos (a algunos creo que los aterra) no son tales "malentendidos" sino precisamente los ENTENDIDOS, es decir, que diciendo las cosas de manera enredada y hasta absurda, Cantinflas no solo logre pasar la idea, sino que la logre hacer pasar derrotando todas nuestras armas ... no sé como llamarlas, armas "lingüísticas", las armas que ponen nuestros preconceptos para filtrar la idea y adaptarla a lo que queremos oír. Pues el habla de Cantinflas derrota esas barreras o tinglados racionales o al menos medio razonables, y hace pasar algo que hace estallar algo en nuestras mentes, algo que nos desarma; no nos derrota, pero nos dice algo así como "No mienta, no invente: esto es así." Lo mejor es que alude continuamente a una realidad, llamémosla así: extralingüística. Como si dijera: "podré hablar macarrónicamente, pero LAS COSAS son así y asá, y usted lo sabe". Todo el juego cantinflérico sería una pérdida de tiempo y hasta inútil, si no se diese porque él sabe que el otro, a pesar de como le manda el mensaje, lo va a entender en su mayor parte. No solo lo va a entender: lo va a aceptar. Es muy curioso. No deseo iniciar una "Cantinflología", pero me luce que todo esto podría ameritar un buen estudio "profundo", que diga las cosas de manera más difícil, contemporánea y enredada. Eso quizá haga sonreír con ironía a Mario Moreno en el cielo.

Me permití reproducir su excelente artículo en mi blog http://ciudaddeletras2.blogspot.com A mi juicio ha manejado usted esta temática con profundidad y con cierto aire de irónico humorismo que contribuye a acicatear el interés del lector aún el que no está de acuerdo con los paralelismos que plantea, ya sea en cuanto a los personajes como a los conceptos.José Winston Pacheco

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