lunes, 29 de agosto de 2011

En defensa de la filosofía







In memoriam: Adolfo Sánchez Vázquez

Rafael Mendoza Castillo


Por qué la derecha panista pretende excluir a las humanidades, especialmente a la filosofía del plan de estudios en la Reforma Integral de la Educación Media Superior. Porque consideran que las humanidades son inútiles e improductivas. Por otro lado, se imaginan que las ciencias son suficientes para formar a los jóvenes, niños, niñas, y que el valor de cambio es el fundamento de esta existencia social. En los tres aspectos están equivocados. Veamos.

En principio, la filosofía no es indiferente ante el mundo de violencia, de robo, de injusticias, de desigualdades y de pobreza que hoy están presentes en el país. Ni un niño, ni un adolescente, ni un adulto pueden ni deben solamente dedicarse a interpretar su existencia o a dar razones, sino que está la posibilidad de transformar ese mundo inhumano. Esto último es lo que se pierde si aceptamos la reforma al bachillerato de la derecha en el poder. Además afirmamos que con los supuestos del conductismo, las competencias y pruebas estandarizadas, se busca acomodar a los sujetos a la conformidad del mundo del capital, los aprendizajes no les importan. En este mundo del dinero, tanto el conocimiento como el mismo proceso educativo se convierten en mercancías.

Al intentar, de manera autoritaria, desplazar a la filosofía de la reforma al bachillerato, se excluye la reflexión, la pregunta conforme a la razón, es decir, al pensamiento crítico y disruptivo. Por eso decimos que la filosofía no es inútil, sino necesaria para que cualquier ser humano pueda guiarse en su vida cotidiana. Recordemos que las teorías conductistas pretenden excluir todo trabajo en el campo de los conceptos, categorías, lo racional y lo reflexivo, muy propio del campo filosófico. El trabajo filosófico aclara las confusiones y busca los fundamentos. De ahí que en la reforma a la educación básica los funcionarios panistas y elbistas confunden aglutinar con articular.

Para los panistas derechizados la ciencia haría innecesaria a la filosofía. Se equivocan, porque la misma ciencia tiene como base a la filosofía, de otra manera no podría la primera examinar sus fundamentos, esclarecer sus fines o el sentido ético del desarrollo científico.

La reforma al bachillerato contempla a los saberes como rentables. Esta visión coloca a éstos en el libre mercado, donde todo estará sujeto al valor de cambio, con pleno dominio de los dioses del mercado y el dinero. Los estudiantes chilenos se dieron cuenta del juego perverso privatizador de la educación y se rebelaron. Como dice Adolfo Sánchez Vázquez: “Lo tecnológico y lo científico bajo el signo del lucro y de la ganancia, amenazan la supervivencia misma de la humanidad. Por eso la filosofía cobra importancia vital al proporcionar los supuestos que alientan y justifican su transformación”.

El panismo de derecha y ultraderecha, que por la vía del fraude electoral (2006) accedió al poder del Estado, intentó (2009) y continúa (2011) excluyendo en la Reforma Integral de la Educación Media Superior (RIEMS) a la filosofía, la ética, la lógica y la estética. Pero ante la resistencia y la protesta de la comunidad filosófica, la Secretaría de Educación Pública rectificó el tremendo error, aunque intentarán mutilar contenidos que ofendan los dogmas del panismo conservador. En el 2011 continúan con ese empeño destructor y conservador.

En defensa de la filosofía, no cualquier filosofía, sino por aquella que siempre pregunta, conforme a la razón, a la conformidad para incomodarla y sobre todo por el pensar filosófico que critica la realidad del mundo histórico social, que además se compromete por un nuevo proyecto de sociedad, que quiere reconocer la existencia actual y, por último, el reconocimiento de la acción transformadora. Indudablemente que todo lo anterior choca con la mentalidad policiaca, militarizada, dogmática y autoritaria de los panistas en el poder. La filosofía no ama el poder, sino a la sabiduría.

Vivimos y sufrimos un falso progreso que acumula violencia, alienación, enfermedad, anomia, saturación del yo, indiferencia, desencanto, mentira, perversión de la justicia, etcétera. Podemos calificar a dicho progreso como una traición a la tendencia fundada en lo humano como pensamiento crítico, reflexivo y práxico.

El primer tipo de progreso responde a una lógica unidimensional y a una causalidad lineal, donde la negatividad se desvanece en la identificación mecánica entre los sujetos y los objetos. Allí la conciencia se ajusta e inclina ante la objetividad. La indiferencia se convierte, por vía de la fetichización, en una práctica que se acomoda, felizmente, al mundo del orden eterno. El yo sufre la informatización y se asume en las formas acríticas y cotidianas, propuestas por el modelo neoliberal vigente. El círculo del sujeto-objeto queda clausurado y se oculta la novedad, lo virtual y el trabajo negativo de la conciencia.

El presente es ahora, traducido en el apotegma comercial, Pepsi es lo de hoy. La tecnificación acorrala a la conciencia y ésta se engaña a sí misma al sentirse un medio, un cálculo o un dígito. La acción constituyente se trastoca en una conducta o en buen comportamiento, el sujeto es un buen actor y su hacer cotidiano el efecto de una representación alienada. Los significantes: consume, compra, diviértete, provocan conductas regidas por el sentido lineal: Compórtate bien, el éxito es tuyo.

En el momento en que la objetividad pretende convertirse en la matriz fundamental que orienta el sentido del mundo mercantilizado, aparece, por voluntad humana, la conciencia crítica para incomodar lo que parecía terminado y acabado. Entonces el sujeto se asombra de lo sido, de lo dado, para rescatar la ausencia, la novedad, que se había ocultado por la fuerza de las cosas y el peso del presente.

Así, el filosofar adviene incomodidad, como perturbación, como conceptuación que potencia a lo observado. Ahora el punto de vista se complejiza porque articula a lo observado y lo conceptuado. Lo observado se había detenido en el éxito, la riqueza y el poder. Y en ese espacio el sujeto y el objeto pueden llegar a conocerse, incluso a explicarse, pero nunca a comprenderse o negarse. La identidad los inmoviliza y el conocer es lo que vale. Lo desconocido, lo diferente, no entra en la óptica de lo que se observa. El futuro y la utopía pierden su sentido y la historia parece llegar a su fin.

El filosofar, como praxis, no se conforma ni se informa con lo dado, con lo hecho, con lo acontecido, con lo conocido, sino que se perturba, se asombra. Filosofar es un derecho humano fundamental, y los demás son derivados de éste. Pensar y desear son acciones que nos distancian de lo ofrecido, de lo andado. El filosofar y el deseo no son veredas para transitar, han de buscarse y constituirse. El filosofar enseña a conquistar la libertad. Otro mundo es posible.

Vía: cambiodemichoacan.com.mx

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