jueves, 30 de junio de 2011

Bertrand Russell: un aristócrata feliz



Cuatro matrimonios, tres elecciones perdidas para el Parlamento inglés, dos encarcelamientos, más de 30 libros publicados y un Premio Nobel a cuestas, son apenas algunos hitos a tomar en cuenta para evaluar el aporte de este testigo privilegiado del siglo XX.

Paola Romero.


Un genial alumno dijo una vez: "los libros de Bertrand Russell deben etiquetarse en dos colores; aquéllos que tratan de matemática y lógica, en rojo --de lectura obligatoria--, y aquéllos que tratan de ética y política, en azul --y nadie debería leerlos". Son palabras de Ludwig Wittgenstein, quien años más tarde criticaría la obra de su maestro en los etiquetados "rojos".

Sería errado acercarnos a la complejidad de un personaje como Russell desde esta postura radical. Algunos biógrafos han caído en la tentación de dividir el pensamiento de Russell en polos irreconciliables: por un lado el teórico y por otro el activista de causas sociales.

Una apreciación ponderada debe buscar una síntesis de su vida y su obra.

Cuatro matrimonios, tres elecciones perdidas para el Parlamento inglés, dos encarcelamientos, más de 30 libros publicados y un Premio Nobel a cuestas, son apenas algunos hitos a tomar en cuenta para evaluar el aporte de este testigo privilegiado del siglo XX.

El niño / El joven Su primer recuerdo, narrado en su Autobiografía, se remonta a la casa de Pembroke Lodge en febrero de 1876, sentado en una silla alta en la sala de la "servidumbre"; el niño Bertie percibe la mirada atenta de quienes le rodean, mientras toman el té. Huérfano a los 4 años, queda bajo la tutela de la abuela materna, de rígida moral puritana. En medio del aislamiento de su educación casera, descubre a los 11 años su "primer amor": comienza sus estudios de Euclides e inicia la relación más fiel de su vida, con las matemáticas.

Durante sus desdichados años jóvenes sumó a su interés por las matemáticas los del sexo y la religión. Producto de estas reflexiones, el joven Russell llena un cuaderno con sus pensamientos y dudas, transcritos en caracteres griegos por el miedo a ser descubierto. Allí se cuestiona a Dios y la inmortalidad del alma. Explora argumentos racionales sobre temas teológicos pero fracasa en el intento. El resultado es una inevitable pérdida de la fe y una gran tristeza. El espíritu que animó los "Ejercicios griegos" permanecerá en Russell toda su vida: un compromiso con la razón y una noción del deber que ello implica.

El ingreso a la Universidad de Cambridge en 1890, permitió a Russell decir lo que pensaba y dudar de todo, sin miedo a ser recriminado. Esta apertura intelectual fue un sentimiento casi "intoxicante". En esta época concibe la idea de escribir dos series de libros, una de filosofía y ciencia y otra de cuestiones sociales, con la idea de una síntesis final tanto científica como práctica. Se iniciaba un camino de reflexión que intentaría responder una pregunta filosófica esencial: "¿Puede el ser humano conocer algo y, de ser así, qué y cómo?".

El matemático Una vez confirmado su interés por las matemáticas y guiado por la aspiración de sustentarlas lógicamente, la vida de Russell en los veranos de 1903 y 1904 se resume en la empresa titánica que significo para él y para Whitehead la escritura y eventual publicación, en partes (1910-1913) de su libro Principia Mathematica. Russell trabajaba de 10 a 12 horas diarias; salía de vez en cuando a dar un paseo y volvía al poco rato, atemorizado de pensar que la casa se incendiase, y con ella el manuscrito. En los tres tomos que la conforman, se exponen sus ideas sobre la "Teoría de los Tipos", la famosa "Paradoja de Russell", y el intento de crear un lenguaje lógico que no padeciese de los accidentes del lenguaje natural y ordinario. Finalmente dio punto final a esta magna obra, y experimentó un "giro": "Desde ese momento fui menos capaz de lidiar con abstracciones, esto explica en parte el cambio de naturaleza de mi trabajo".

El activista No podemos hablar con justicia de Bertrand Russell sin atender a su faceta como activista político y hombre de acción. Desde sus iniciales lecturas de J.S Mill hasta su manifiesto antinuclear, en colaboración con Einstein en 1955, la evolución política de Russell se resume en tres etapas: la liberal utilitarista, la socialista (un socialismo no marxista); y finalmente la humanista y pacifista posterior a la Segunda Guerra Mundial.

El liberalismo inicial de Russell dio paso a un socialismo más bien idealista, basado en una crítica al marxismo ortodoxo y al ensayo revolucionario soviético, así como en un genuino deseo de mejorar la condición de los más necesitados. En sus diversos escritos sobre el tema, Russell insiste que el socialismo es una lucha, por medios pacíficos, hacia una democracia que garantice la justicia social, la inclusión y la distribución de riquezas.

Russell vio en la Unión Soviética una amenaza a los ideales socialistas, disfrazados del autoritarismo más atroz. Durante la Primera Guerra decide unirse al Partido Laborista, simpatizando con el ala "crítica y desapasionada" de los socialistas ingleses. Desde la prensa y otras publicaciones, el aristócrata Earl Bertrand Russell defendía un cambio que fuese producto de la humanidad que compartimos.

Todos sus escritos sobre estos temas están marcados por una "confianza aristocrática en sí mismo", que percibió Arnold Toynbee cuando lo conoció por primera vez.

Según Ray Monk, uno de sus biógrafos más críticos, la aproximación de Russell a la política y a los problemas éticos carecía de los estándares de rigor y claridad analítica que lo caracterizaban como filósofo. En política, Russell dejó de ser un teórico para convertirse en un hombre de acción, consumido por su idealismo aristocrático.

El hombre Una constante en la vida de Russell, tanto en lo intelectual como en lo personal, fue la búsqueda de la felicidad. Y producto de sus propias experiencias, llegó a la conclusión que no puede haber tal cosa como una "utopía de la felicidad": de allí su escepticismo crítico de las utopías sociales.

Dos guerras mundiales y múltiples desengaños no lo detuvieron. Decidió que es preferible vivir en este "mundo horrendo", y seguir luchando por su perfeccionamiento, antes que habitar la República utópica de Platón. Este es el Russell de buen talante que, leyendo una divertida novela en su celda, el carcelero manda a callar, pues "no se supone que los presos rían a carcajadas".

El niño solitario, el ateo resignado, el genio de las matemáticas, el objetor de conciencia, el militante pacifista, el aristócrata feliz son uno solo: Bertrand Russell. Un hombre que decidió comprometerse con sus ideas, que se caracterizó por su generosidad y coraje intelectual, y que dejó como legado una vasta obra (cabe citar Problemas de la Filosofía, Matrimonio y moral, entre tantos otros) que a la luz de nuestro tiempo, aún preserva notable relevancia e interés.

Al inicio de su Autobiografía, escribió: "Tres pasiones han gobernado mi vida: el anhelo del amor, la búsqueda del conocimiento, y la pena por el sufrimiento humano". Podemos afirmar, con serena confianza, que Russell dedicó su existencia entera a responder los llamados de sus tres pasiones, mostrando cómo el amor y el saber podían contribuir a hacer de la vida del hombre una experiencia más feliz.

Vía: analitica.com


1 comentarios:

Se le comparó con Voltaire quien atacara a las religiones que explotan a la humanidad pero a diferencia de Voltaire, Russell fue un agnóstico quien sostuviera no poder creer en un Dios justo que permita la maldad y el sufrimiento en su mundo.

http://sensacionaldefilosofos.blogspot.com/2009/09/arthur-william-bertrand-russell.html

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