lunes, 13 de junio de 2011

El valor de la libertad

"Amicus Plato sed magis amica veritas" "Amigo de Platón, pero más amigo de la verdad" Aristóteles.

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La idea o concepto de libertad siempre ha sido objeto de apasionados debates y discusiones filosóficas a lo largo de muchos siglos. Sin embargo, la propia categoría de la libertad ha sido concebida desde perspectivas ciertamente erróneas. Así, algunas tendencias han acabado llegando a conclusiones tales como que el ser humano no es libre.


Por ejemplo, hay corrientes que razonan la inexistencia de libertad basándose en que el ser humano no puede hacer todo lo que quiere, o bien, deber hacer algo que no quiere. No obstante, estas tesis reduccionistas acaban dando valor relativo -la elección finita en un mundo finito con unos deseos finitos- a algo que es absoluto -la libertad entendimiento y adecuación infinita que puede alcanzar el ser humano frente a sus circunstancias finitas-.


Otras corrientes se postulan en que si no hay demostración científica tácita de la libertad, no se puede inferir en su existencia. El determinismo filosófico y científico no hace otra cosa que pretender convertir al ser humano en un mero animal, obviando aquella otra dimensión trascendental que éste tiene.


No obstante, todas las corrientes pecan de contemplar la libertad en su ejercicio y no en sí misma y todo el potencial que ella posee. Por ende, hay dos tipos de libertades: la innata y las adquiridas. La primera emana de la esencia metafísica propia del ser humano, mientras que las segundas de su puesta en marcha y su ejercicio dentro de los límites finitos y formales que se delimitan en el mundo terrenal; coloquialmente, las reglas del juego.


Por otra parte, la libertad, en contra de las creencias acérrimas de las tendencias liberales más extremistas, no es sustancialmente lo que define al hombre. El ser humano no es sinónimo de libertad pura. La libertad es un elemento adicional a su naturaleza precisamente porque forma parte de otro que sí es definitorio de la especie humana: la racionalidad. De esta forma, dado que somos racionales, somos libres, y por lo tanto no sólo animales. La libertad de elección -la libertad relativa-, por tanto, es consecuencia de esa racionalidad. El ser humano es realmente libre porque tiene la capacidad de entendimiento. Entendimiento para adecuar su bien con el Bien, y de esta forma llegar a la felicidad. Porque la verdadera felicidad no emana de los éxitos o los fracasos, de los placeres o las torturas, sino de esta adecuación. Porque el ser humano está determinado por el bien, pero no condicionado, y cuando no hace adecuación con el Bien, cuando no se ajusta en paz con la realidad, se aleja de la felicidad.


Pero con este entendimiento no basta exclusivamente la libertad, sino que con esta libertad se debe buscar la verdad. Y solo conociendo la verdad podemos hacer el bien realmente y hacernos más libres. Y sólo es la realidad, y no uno mismo, la que establece la adecuación entre el entendimiento y la verdad. Y “la verdad os hará libres” dijo el Maestro.


Si no alcanzamos esta adecuación mediante el proceso de libre entendimiento alcanzando la verdad, nos hacemos menos libres y más esclavos. Nos autodeterminaremos por vicios, por pasiones, por prejuicios, fruto de no adecuar ese bien personal con el Bien real, alcanzado mediante el descubrimiento de la verdad. No somos nosotros los que nos imponemos a la realidad, sino es la misma las que nos impone a nosotros. La verdad es una, independientemente de que la conozcamos o no.


Y, ¿cómo sabemos si hemos acertado en nuestras elecciones? En esto consiste vivir. En adecuar las decisiones a lo que nosotros somos, a la verdad real.


Los hombres que consiguen esto, podremos afirmar con rotundidad que son más felices y libres. Y este, es el valor de la libertad.

Amicus Plato sed magis amica veritas.
Amigo de Platón, pero más amigo de la verdad.
Aristóteles.

Vía: intereconomia.com

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