El pensamiento político de Platón sigue siendo de rabiosa actualidad: Los políticos de hoy continúan desconociendo lo que es el favor divino.
Octavi Pereña
El filósofo griego Platón en su carta VII afirma que al producirse un cambio de gobierno “se daba la circunstancia que algunos de éstos eran allegados y conocidos míos, y en consecuencia requirieron al momento mi colaboración, por entender de que se trataba de actividades que me interesaban. No es de extrañar mi reacción dada mi juventud, yo pensé que ellos iban a gobernar la ciudad sacándola de un régimen injusto y llevándola a un orden mejor…” La euforia duró muy poco pues pronto las nuevas autoridades “en poco tiempo, hicieron parecer como bueno , como una edad de oro el anterior régimen”. Entre otros abusos que cometieron fue involucrar a su amigo Sócrates en unos crímenes que no había cometido.
Gato escaldado del agua fría huye. La fe en los políticos que tenía en su juventud desapareció. Dice: “Terminé por adquirir el convencimiento con respecto a todos los Estados actuales de que están, sin excepción, mal gobernados, en efecto, lo referente a su legislación no tiene remedio sin una extraordinaria reforma, acompañada además de suerte para implantarla. Y me vi obligado a reconocer, en la alabanza de la verdadera filosofía, que de ella depende obtener una visión perfecta y total de lo que es justo, tanto en el terreno político como en el privado, y que no cesará en sus males el género humano hasta que los que son recta y verdaderamente filósofos ocupen los cargos públicos, o bien quienes los ejercen en los Estados lleguen por especial favor divino, a ser filósofos en el auténtico sentido de la palabra”.
El pensamiento político de Platón es de rabiosa actualidad. El filósofo griego escribió hace unos 2.400 años y los gobernantes que desde entonces han ido asumiendo el poder, excepto algunas excepciones, han carecido del favor divino que les ha impedido ser filósofos en el auténtico sentido de la palabra. Tomás Calvo, catedrático de Filosofía Griega en la Universidad Complutense de Madrid, en la conferencia que impartió en Caixa Forum de Lleida, citando a Platón dijo “el político tiene que ser un reflejo de la razón divina en el orden de la creación”. Con este pensamiento Platón nos viene a decir que la creación no es obra de la generación espontánea, fruto de la casualidad, de un Big Ben dudoso, sino la obra de un Diseñador que la ha dotado de un orden perfecto. El hombre forma parte de la creación divina y por tanto, los políticos en concreto deberían reflejar el orden existente en la creación. No alcanzan esta perfección porque les falta el favor divino que los hace filósofos en el auténtico sentido de la palabra.
Filosofía es sinónimo de sabiduría. El libro de Proverbios repite infinidad de veces la sabiduría, virtud que los hombres deben afanarse a buscar. El concepto bíblico de sabiduría es muy distinto del que Platón tiene de filosofía, que consiste en razonamientos que buscan la verdad. Filosofía y sabiduría en el aspecto intelectual convergen en muchos puntos. Pero la sabiduría bíblica se desmarca de la filosofía de Platón porque es una Persona divina, el Señor Jesucristo, sin el cual es imposible obtener la filosofía, sabiduría, divina.
Platón, como filósofo detecta que los políticos carecen del favor divino, pero no puede hacer nada más. Ante la impotencia de combatir el mal gobierno de los Estados tira la toalla. Platón es un fracasado porque su utopía de la ciudad perfecta no puede hacerse realidad. No se hace porque la ciudad perfecta, hoy es una utopía, un ideal imposible de alcanzar porque no tiene en cuenta la condición pecadora de los hombres, incluidos los políticos. Dada la condición de seres caídos en pecado que lo son los políticos, la petición que Javier Arenas hace a los afiliados al PP de que confíen en los políticos es de mucha perversidad porque pretende que se confíe plenamente en personas que no se merecen el apoyo incondicional. El Señor dice: “Maldito el varón que confía en el hombre, y pone carne por su brazo, y su corazón se aparta del Señor” (Jeremías 17:5). Israel, por el hecho de haberse apartado del Señor “ha confiado en este báculo de caña frágil, en Egipto, en el cual si alguien se apoya, se le entrará por la mano, y la atravesará. Tal es Faraón rey de Egipto para todos los que en él confían” (Isaías 36:6).Con la destrucción acabó el Israel nacional de la Biblia.
Los políticos no nos pueden guiar hacia la ciudad perfecta dada la condición moral del hombre. Siempre brota un ay en el corazón por el cariz que toman las cosas. No puede haber paz en un mundo saturado de injusticia. Los cristianos no nos cabreamos al ver lo mal que van las cosas. Siguiendo las instrucciones del Señor oramos por los gobernantes para que cumplan bien con su deber. Pero no nos apoyamos en ellos. Para no perjudicarnos con sus fracasos ponemos la mirada en el Señor, el Rey de la ciudad perfecta que la Biblia denomina “Jerusalén celestial” en donde moraremos eternamente y que es el lugar en el que se hará realidad la utopía de la ciudad perfecta en la que no se cometerán los desordenes sociales y los desmanes que nos ofrece la ciudad terrenal en la que habitamos temporalmente.
Vía: diariosigloxxi.com
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