PorRoxana Kreimer LICENCIADA EN FILOSOFIA Y DOCTORA EN CIENCIAS SOCIALES (UBA)
Al boxeador Jorge “el gaucho” Heiland lo proclamaron vencedor en una pelea por puntos y, cuando le levantaron el brazo en señal de victoria, afirmó que el ganador era su rival.
“Yo no gané, ganó él ”, dijo mientras levantaba el brazo de Sergio Sanders.
A juzgar por las conductas ventajeras que desfilan ante nuestros ojos cotidianamente, el gesto del boxeador es sorprendente y merece ser divulgado.
Imitar una buena acción puede ser más útil que leer varios tratados de filosofía.
Pero si la admiración por el gesto nos hace considerarlo propio de otro mundo, difícilmente lleguemos a reconocer que todo ser humano tiene disposiciones que le permiten actuar con justicia en favor del bien común, incluso cuando no las ejercite muy a menudo.
Recientes estudios empíricos de Dan Ariely revelan que la mayor parte de las personas hacen un poco de trampa cuando tienen ocasión.
Por ejemplo, se quedan con una birome que no es suya, o con un pequeño vuelto.
Una minoría trampea a lo grande, y otra minoría procede de acuerdo a las normas establecidas.
¿Por qué la mayoría trampea sólo “un poco”? Según Ariely, porque todavía les importa la imagen que tienen de sí mismos. De modo que la “derrota” en un dominio específico puede ser una ocasión para aprender y para cultivar la justicia, que es la virtud más alta de una persona cuando la consideramos en relación a otras personas. Por eso Heiland declaró: “Yo aprendo más con las derrotas que con las victorias y le quiero decir la verdad a mi gente” .
Su gesto revela otra disposición que está presente en todos nosotros: aunque creemos que preferimos los atajos, a menudo optamos por el esfuerzo y no nos gusta que nos regalen nada. ¿Cómo se explica si no que los escaladores de montañas prefieran llegar a la cima con su propio sacrificio y no comprarse una postal con el mismo paisaje? ¿Cómo se entiende si no que, tal como muestran numerosos estudios empíricos, la mayor parte de las personas disfruten más con una tarea que les plantea un óptimo desafío que con una actividad contemplativa como la de tomarse un trago mirando el mar? El gesto de Heiland debería inspirarnos para ser imparciales allí donde la conveniencia, el amor propio o las afinidades distorsionan nuestro juicio . Por ejemplo, cuando criticamos los afiches del candidato que no nos gusta y jamás el del partido que votaremos. O cuando desestimamos un proyecto de ley sólo porque lo promueve un partido que no goza de nuestra simpatía. O cuando no apoyamos una idea sólo porque no se nos ocurrió a nosotros. O cuando nada que provenga de una persona que hirió nuestro amor propio nos parece aceptable. En toda transacción, ser justo implica ponernos en el lugar del otro con todo lo que sabemos y decidir si en su lugar la aprobaríamos. Es cumplir con las condiciones que habrían podido consentir los iguales, ya que cuando las leyes tienden a la ventaja común, lo que llamamos justicia es lo que tiende a producir o a conservar la felicidad de una asociación política. La derrota del boxeador es la victoria del hombre. Porque no son los puñetazos sino las virtudes las que nos permiten ejercer plenamente nuestro oficio como seres humanos.
Vía: clarín.com
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