“Y la fuente era transparente / y las inteligencias compartidas.
Ikram Antaki
Ikram Antaki
Distrito Federal– Ikram Antaki era incansable. No sólo escribía sin cesar y discutía con vehemencia en programas de radio o televisión, sino que cuando se reunía con amigos debatía hasta agotar a todos. No tenía paciencia para la charla ligera.
Esta mujer pequeña y combativa, de ojos claros, nacida en Siria y educada por monjas francesas en Damasco, estudió en la Universidad de París VII Denis Diderot y terminó por establecerse en México donde murió el 31 de octubre de 2000.
Era una filósofa en el verdadero sentido de la palabra: una persona que constantemente buscaba el sentido último de las cosas y de la vida.
No podría haber sido una simple maestra que repitiera en el aula las informaciones aprendidas en la universidad.
Ikram escribió una gran variedad de obras: desde poesía y una entrevista con Yasir Arafat, el líder de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), hasta novelas.
Su reputación, sin embargo, se basa en sus ensayos filosóficos y sociales, muchos incluidos en la serie El banquete de Platón. Dos de sus novelas, El secreto de Dios (1992) y El espíritu de Córdoba (1994), son también reflexiones filosóficas.
El medio más natural de expresión de su pensamiento fue la radio.
Sus intervenciones en “Monitor”, el programa matutino de José Gutiérrez Vivó, le crearon un amplio público de admiradores, algo inusitado para cualquier filósofo.
En la antigua Grecia, me imagino, la habrían expulsado del ágora por ser mujer y por brillar con una inteligencia que pocos hombres alcanzan.
En el México de la década de 1990 encontró en la radio esa plaza pública en la que podía ventilar sus argumentos.
Era fascinante escuchar a esta mujer recurrir en radio a la mayéutica y hacer preguntas al público y al conductor para ir descubriendo progresivamente la verdad.
Ikram fue lo más cercano a un Sócrates que pueda existir en el mundo contemporáneo. Por eso, supongo, escogió el título de El banquete de Platón para reunir sus reflexiones.
Ikram no era una mujer dulce. Su impaciencia ante la ignorancia o la estupidez afloraba de inmediato.
Cuando alguien cometía esos pecados, no tenía ningún pudor en hacérselo sentir. Podía, de hecho, ser muy hiriente.
Mucha gente con ínfulas de intelectualidad o de cultura la aborrecía por ello.
Por otra parte, Ikram no limitaba su crítica a las personas en lo individual.
Su ensayo, El pueblo que no quería crecer, publicado en 1996 bajo el seudónimo de Polibio de Arcadia, era un durísimo cuestionamiento a los autoengaños de los mexicanos, que contrastaba con la usual complacencia hacia México de quienes han decidido vivir en el país.
Ikram tenía una disciplina notable de pensamiento y de trabajo que le permitió ir creando un cuerpo de pensamiento enciclopédico a pesar de que buena parte de éste se producía para medios populares.
Por eso es tan importante que su obra esté hoy presente en una antología, De El banquete de Platón y otros textos (Planeta), que este miércoles presentó su hijo Maruán Soto Antaki.
Sólo cuando los trabajos de Ikram se estudian en conjunto se percibe su coherencia integral.
Detrás de la dureza, Ikram era una mujer de gran tolerancia.
Había en ella el espíritu de un Levante que un tiempo se caracterizó por permitir la convivencia pacífica de culturas distintas.
Por eso también escribió una novela sobre el espíritu de la Córdoba andalusí, el reino en que musulmanes, cristianos y judíos pudieron convivir y construir una de las culturas más ricas de la historia.
Hoy, al recordarla, pienso que su mayor legado es haber recuperado ese espíritu de Córdoba para un México tan necesitado de la tolerancia.
HIPATIA
En la Alejandría de los siglos IV y V vivió también una filósofa, Hipatia. Cabeza de la escuela neoplatónica, realizó importantes trabajos en matemáticas. Fue asesinada por un grupo de cristianos que la mataron “en nombre de Dios” por ser mujer y pagana.
Vía: diario.com.mx
Esta mujer pequeña y combativa, de ojos claros, nacida en Siria y educada por monjas francesas en Damasco, estudió en la Universidad de París VII Denis Diderot y terminó por establecerse en México donde murió el 31 de octubre de 2000.
Era una filósofa en el verdadero sentido de la palabra: una persona que constantemente buscaba el sentido último de las cosas y de la vida.
No podría haber sido una simple maestra que repitiera en el aula las informaciones aprendidas en la universidad.
Ikram escribió una gran variedad de obras: desde poesía y una entrevista con Yasir Arafat, el líder de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), hasta novelas.
Su reputación, sin embargo, se basa en sus ensayos filosóficos y sociales, muchos incluidos en la serie El banquete de Platón. Dos de sus novelas, El secreto de Dios (1992) y El espíritu de Córdoba (1994), son también reflexiones filosóficas.
El medio más natural de expresión de su pensamiento fue la radio.
Sus intervenciones en “Monitor”, el programa matutino de José Gutiérrez Vivó, le crearon un amplio público de admiradores, algo inusitado para cualquier filósofo.
En la antigua Grecia, me imagino, la habrían expulsado del ágora por ser mujer y por brillar con una inteligencia que pocos hombres alcanzan.
En el México de la década de 1990 encontró en la radio esa plaza pública en la que podía ventilar sus argumentos.
Era fascinante escuchar a esta mujer recurrir en radio a la mayéutica y hacer preguntas al público y al conductor para ir descubriendo progresivamente la verdad.
Ikram fue lo más cercano a un Sócrates que pueda existir en el mundo contemporáneo. Por eso, supongo, escogió el título de El banquete de Platón para reunir sus reflexiones.
Ikram no era una mujer dulce. Su impaciencia ante la ignorancia o la estupidez afloraba de inmediato.
Cuando alguien cometía esos pecados, no tenía ningún pudor en hacérselo sentir. Podía, de hecho, ser muy hiriente.
Mucha gente con ínfulas de intelectualidad o de cultura la aborrecía por ello.
Por otra parte, Ikram no limitaba su crítica a las personas en lo individual.
Su ensayo, El pueblo que no quería crecer, publicado en 1996 bajo el seudónimo de Polibio de Arcadia, era un durísimo cuestionamiento a los autoengaños de los mexicanos, que contrastaba con la usual complacencia hacia México de quienes han decidido vivir en el país.
Ikram tenía una disciplina notable de pensamiento y de trabajo que le permitió ir creando un cuerpo de pensamiento enciclopédico a pesar de que buena parte de éste se producía para medios populares.
Por eso es tan importante que su obra esté hoy presente en una antología, De El banquete de Platón y otros textos (Planeta), que este miércoles presentó su hijo Maruán Soto Antaki.
Sólo cuando los trabajos de Ikram se estudian en conjunto se percibe su coherencia integral.
Detrás de la dureza, Ikram era una mujer de gran tolerancia.
Había en ella el espíritu de un Levante que un tiempo se caracterizó por permitir la convivencia pacífica de culturas distintas.
Por eso también escribió una novela sobre el espíritu de la Córdoba andalusí, el reino en que musulmanes, cristianos y judíos pudieron convivir y construir una de las culturas más ricas de la historia.
Hoy, al recordarla, pienso que su mayor legado es haber recuperado ese espíritu de Córdoba para un México tan necesitado de la tolerancia.
HIPATIA
En la Alejandría de los siglos IV y V vivió también una filósofa, Hipatia. Cabeza de la escuela neoplatónica, realizó importantes trabajos en matemáticas. Fue asesinada por un grupo de cristianos que la mataron “en nombre de Dios” por ser mujer y pagana.
Vía: diario.com.mx
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