Alain Badiou y el 15-M: “una modificación brutal de la relación entre lo posible y lo imposible”.

En su sesión del 25 de mayo de 2011 de su seminario “¿Qué significa cambiar el mundo?”, el filósofo francés Alain Badiou hace alusiones directas al movimiento 15-M y aporta algunos conceptos y juegos de distinciones altamente precisos, pertinentes y orientadores para pensar lo que (nos) está pasando.

Heidegger, el enemigo filosófico número 1.

Una reflexión crítica sobre el pensamiento de Martín Heidegger y su compromiso político.

Michel Onfray Filósofo aquí y ahora [Documental subtitulado]

Documental del canal Arte, realizado en 2008 sobre la vida del filósofo.

La actualidad de Karl Marx [Podcast]

Jean-Philippe Jáze. Profesor-investigador del Departamento de Filosofía de la Facultad de Humanidades, UAEM, nos habla de la importancia del pensamiento de Karl Marx.

Esbozo histórico de la filosofía mexicana del siglo XX.

Un recorrido por los más importantes pensadores de la filosofía mexicana.

Sartre: "La edad de las pasiones". [Película con subtítulos en español]

Película en dos partes hecha para la televisión francesa en donde se aborda la vida de Sartre y su inseparable compañera Simone de Beauvoir en medio de la rebelión en Argelia, la oposición en contra de De Gaulle y su vida amorosa, pasando por su visita a Cuba y Rusia y sus manifestaciones políticas..

Foucault por sí mismo [Documental con subtítulos en español]

Documental que ofrece un panorama de algunos de los temas principales sobre los que reflexionó Michel Foucault a lo largo de su vida. Este panorama se construye a partir de las propias palabras del autor, puesto que el documental en su totalidad está conformado por la ilación de fragmentos de declaraciones de Foucault, de algunos de los cursos que dictó y de citas de sus textos.

Zizek! El documental [Subtitulado en español]

Documental Zizek! realizado por Astra Taylor y protagonizado por el escritor y académico conocido en todo el mundo como “el Elvis de la teoría cultural”, el esloveno Slavoj Zizek, donde se explora su trabajo y excéntrica personalidad.

miércoles, 28 de diciembre de 2011

sábado, 19 de noviembre de 2011

Adela Cortina habla sobre el Día Mundial de la Filosofía.




Adela Cortina habla en el programna Punto de vista, sobre el día mundial de la filosofía.


Para escucharlo dale click AQUI.


O en el reproductor de abajo.






¿Cómo ejercer el pensamiento filosófico?




En estos dos libros uno de los más grandes pensadores de la historia de la filosofía, Martin Heidegger (1889-1976), no solo se enfrenta con la mejor teología alemana del siglo pasado, representada por el teólogo Rudolf Bultmann (1884-1976), sino también con dos clásicos de la tradición filosófica: Heráclito y Nietzsche. Aunque la correspondencia entre Heidegger y Bultmann (entre 1925 y 1975) se centra principalmente en la relación entre la filosofía y la teología, y los cursos de 1941-1942 están dedicados a algunos fragmentos fundamentales de Heráclito y Nietzsche, es el ejercicio filosófico en su significado más genuino el que está en el centro de estos dos textos admirablemente traducidos.

Durante su larga carrera Heidegger siempre recordó que la filosofía no es una disciplina positiva como la física o la sociología que, una vez comprendidos todos los principios y mecanismos, se pueden empezar a aplicar para obtener resultados, sino un "pensamiento sobre el pensamiento" donde no hay resultados. Aunque esto pueda parecer un juego de palabras, en realidad es lo que define la filosofía y la diferencia de las otras disciplinas donde el pensamiento está subordinado a las necesidades de las diferentes ciencias, ideologías o religiones. Esta subordinación es precisamente el mayor problema que el pensador alemán atribuyó a la filosofía de sus tiempos porque la llevó a olvidar su cuestión fundamental: la pregunta por el ser, por lo esencial, por la existencia de las cosas. Por estas razones, para ejercer el pensamiento filosófico es necesario partir del presupuesto de que la filosofía no es pensamiento o sabiduría al servicio de otras disciplinas, sino más bien "amor a la sabiduría" donde la verdad no se "analiza y aplica", sino que se "cuestiona e interpreta". Es en este contexto en el que Heidegger nos invita a "ejercer el pensamiento" interpretando sentencias filosóficas como las de Heráclito ("Si todo lo ente se desvaneciera en humo, entonces podrían ser las narices las que lo diferenciaran: lo ente en cuanto ente") y las de Nietzsche ("Verdad es el tipo de error sin el cual un determinado tipo de seres vivos no podría vivir. Lo que decide en último término es el valor para la vida") en la que el pensamiento no está subordinado, sino "liberado" por la pregunta de la existencia humana.

Esta misma determinación y este mismo ejercicio del pensamiento filosófico ocurren en la correspondencia entre Heidegger y Bultmann, quienes además de estar unidos por una gran amistad eran colegas en la Universidad de Marburgo en los años veinte. Aunque Heidegger respetaba la teología desmitificadora de Bultmann, prefería renunciar a las numerosas invitaciones que recibía del teólogo (para publicaciones y conferencias conjuntas), porque consideraba que la forma "óntico-positiva" con la cual su teología abordaba los problemas fundamentales de la existencia, no era compatible con su perspectiva "ontológica-critica", es decir, filosófica. Ejercer el pensamiento filosófico para Heidegger significaba también renunciar a colaboraciones independientemente de la amistad que subsistía con sus ilustres colegas, porque la forma de existencia "que pertenece esencialmente a la filosofía" tiene que ser ejercitada sin subordinaciones a intereses positivos como los de la teología.

Ejercitación en el pensamiento filosófico. Ejercicios en el semestre de invierno de 1941-1942.Martin Heidegger. Traducción de Alberto Ciria. Herder. Barcelona, 2011. 192 paginas. 19,80 euros. Correspondencia 1925-1975. Rudolf Bultmann / Martin Heidegger. Traducción de Raúl Gabás. Herder. Barcelona, 2011. 400 paginas. 35 euros.


Vía: ElPais.com

Vargas Llosa: La filosofía en el vestidor





Como todos los hoteles de la ciudad estaban llenos, la Universidad Libre de Bruselas me alojó en la casa particular de una pareja belga, Danielle y Michel Wajs-Waks, y debo a esa circunstancia una de las experiencias más estimulantes que he tenido: haber visto de cerca, y poco menos que olido y tocado, la manera como la cultura en general, y la filosofía en particular, pueden enriquecer y embellecer la vida de las gentes comunes y corrientes.


Aunque llamar a Danielle y Michel "comunes y corrientes" es bastante inexacto, pues, gracias a su amor a las artes, las letras y, sobre todo, a las ideas, ambos son personas bastante infrecuentes en el ambiente en que se mueven. Los llamo así porque ninguno de los dos se dedica profesionalmente a aquello a que entregan todas sus horas libres, un tiempo que se las han arreglado para preservar, como algo precioso e indispensable, en unas existencias enormemente atareadas en actividades que están muy alejadas de lo que se suele llamar el medio intelectual. Y, sin embargo, diré que en pocos amigos intelectuales, y conozco bastantes, he advertido un entusiasmo tan genuino y un aprovechamiento práctico tan feliz de lo que estamos acostumbrados a llamar cultura.

Todo lo que rodea a esta pareja parece impregnado de reminiscencias filosóficas, literarias o artísticas, empezando por la casa en la que viven, una construcción insólita en un barrio residencial bruselense de edificios decimonónicos o de principios del siglo veinte, inspirada en la vivienda que Ludwig Wittgenstein diseñó para su hermana en Viena. La amplia, luminosa residencia, de techos altos y cuartos rectangulares, rodeada por un jardín lleno de patos, tiene esculturas y pinturas modernas, y, por doquier, libros y revistas entre los que prevalecen los dedicados a la filosofía: la clásica y la moderna, la francesa, la alemana, la griega, la inglesa, y una gran variedad de diccionarios y manuales especializados sobre sistemas, teorías o filósofos. Revisé algunos de ellos y encontré que estaban anotados, con profusión de comentarios al margen, siempre con lápiz. La filosofía es la pasión de Michel Wajs, que nunca tomó un curso de filosofía en su vida, pues su formación universitaria fue la economía. Tampoco ha dictado jamás una clase, aunque sí asistido a conferencias y seminarios, siempre como oyente y, estoy seguro, tratando de pasar desapercibido. Nadie que lo oye hablar, con esa voz suavecita y algo tímida, relacionando constantemente la circunstancia del momento con ciertas afirmaciones, críticas o tesis venidas de algún filósofo o ensayista y apoyándose en éstas para explicar o entender mejor aquello de que se habla, se imaginaría que la vida de Michel Wajs ha transcurrido muy lejos de las aulas, las academias y las universidades.

Porque Michel Wajs es un hombre de negocios y, a juzgar por las apariencias, muy exitoso. Heredó una pequeña empresa de su padre, dedicada a diseñar y producir útiles de escritorio, y ahora que raspa los sesenta años, aquella firma ha crecido y se ha multiplicado gracias a su empeño y visión añadiendo a su catálogo una gran variedad de productos, desde objetos de viaje y de decoración hasta mobiliario, y sus clientes se extienden por todo el mundo, sobre todo en Asia, lo que lo lleva a tomar aviones con frecuencia. ¿Cómo se las arregla para leer lo mucho que ha leído y lee? Su caso prueba la gran mentira que dicen aquellos que se lamentan de no tener tiempo para leer todos los libros que quisieran, por las obligaciones que les abruman. Michel y Danielle -ella es médico y trabaja en un hospital haciendo investigación en bioquímica y diagnóstico- dedican muchas horas al día a quehaceres que los tienen alejados de su hermosa biblioteca y, sin embargo, han leído y leen con avidez y mucho, muchísimo, porque desde muy jóvenes descubrieron que los buenos libros son, además del mejor entretenimiento, una fuente incomparable de placer, un alimento gracias al cual la vida cotidiana, aun en sus manifestaciones más pedestres y rutinarias, puede ser mejor y vivida con más entereza y lucidez.

Esa pasión por la lectura que ambos comparten no los ha vuelto ni pedantes ni librescos. Detesto a esos exhibicionistas que andan por el mundo alardeando de lo que acaban de leer y estrangulando las conversaciones con sus citas impertinentes. No es el caso de los Wajs. Ambos son discretos, muy poco propensos a hablar de sí mismos -de hecho, tuve que sacarle con cuchara a Michel de qué modo se ganaba la vida- y las alusiones a los libros vienen a sus labios con absolutanaturalidad, generalmente con alegría, porque esto que estamos viendo, o comentando, o recordando, ¿no resulta extraordinariamente claro teniendo en cuanta aquello que, por ejemplo, decía Martin Buber sobre la condición humana o Emmanuel Levinas al hablar de la moral?

La especialización ha ido empujando a la filosofía en la época moderna muy a menudo a expresarse en un lenguaje cifrado, que la pone fuera del alcance de los no profesionales, lo que ha hecho que la inmensa mayoría de la gente, aquellos que, como Danielle y Michel Wajs, forman parte del común, den totalmente la espalda a un quehacer que les parece artificioso y abstracto, sin mayores contactos con sus problemas cotidianos, es decir una tarea intelectual oscurantista e impráctica. Lo extraordinario en el caso de Michel y Danielle es que hayan conseguido, guiados por la intuición y el instinto de buenos lectores y su amor a las ideas, ir desentrañando en ese intrincado bosque donde tantos se aburren y extravían, los tesoros escondidos bajo la espesura o el légamo, y recuperar en el pensamiento filosófico lo que fue su razón de ser, lo que hizo que surgiera: explicar la vida y ayudar a vivir.

Dije que no eran librescos y lo que quería decir es que ese intenso comercio carnal que ambos tienen con los libros no los ha privado de interesarse por las otras cosas buenas y exaltantes que propone la vida. Van poco al cine y ven apenas televisión, cierto, pero gozan con el arte y pasear con ellos por Brujas, en ese soleado día, fue formidable, no sólo por la belleza de los canales y las viejas residencias diminutas apretadas a sus orillas donde la Edad Media todavía parece aletear, sino porque, gracias a sus comentarios e informaciones, los Breughel, los Van Dyck, los Memling, los Rubens, los retablos flamencos primitivos, parecían remozarse y proponerse, serviciales y espléndidos, como un antídoto al pesimismo, a la frustración, a la desmoralización, como una contundente demostración de que, pese a todo, claro que la vida vale la pena de ser vivida. Pero también vi a los Wajs entusiasmados como chiquillos mientras me mostraban, en ese "chato país" del que Jacques Brel cantaba que sus únicas montañas eran las torres de sus catedrales, antiquísimas posadas con alambiques y porrones de cerveza tan espesa que parecía sólida, o cuando me contaban anécdotas o aspectos del trabajo de dos pintores que yo admiro y que ellos conocen al dedillo -Ensor y Delvaux- o cuando nos enfrascábamos en una discusión estupenda sobre Israel y Palestina.

¿Por qué me ha impresionado tanto esta pareja con la que la casualidad hizo que compartiera unos cuantos días en Bruselas? No creo que fuera solamente por lo amables y hospitalarios que se mostraron con el huésped que les infligió la Universidad Libre. Ha sido principalmente porque, conviviendo con ellos, comprobé de pronto cómo aquellas cosas que uno dice porque hay que decirlas, porque sin duda son ciertas, pero en las que no se detiene nunca a reflexionar, en su caso lo eran de verdad, de una manera que saltaba a los ojos y lo probaba a cada instante: que la cultura, la literatura, las artes, la filosofía, desanimalizan a los seres humanos, extienden extraordinariamente su horizonte vital, atizan su curiosidad, su sensibilidad, su fantasía, sus apetitos, sus sueños, los hacen más porosos a la amistad y al diálogo, y mejor preparados para enfrentar la infelicidad. Y la comprobación era tanto más rotunda cuanto que ni Michel ni Danielle parecían estar siquiera conscientes de ello: la vida se les había ido organizando de tal modo, por un azar de afinidades y gustos compartidos, que en un mundo en el que la cultura adquiere cada vez más el semblante de un quehacer aparte, de un monopolio de clérigos vanidosos y poco comprensibles, ellos habían ido devolviendo al crear, al pensar, al escribir, su vacación primigenia: la de hacer más comprensible y llevadera la vida.

¿Por qué no hay en el mundo más gente como Danielle y Michel? Si lo hubiera, estoy seguro de que habría menos guerras, menos fanatismo, menos violencia, menos estupidez. ¿Tiene la mala educación reinante en casi todas partes la culpa de que la cultura sea un lujo prescindible para cada vez más gente? Tal vez sea al revés: porque la cultura es un reducto de minorías es que la educación anda como anda. Pero la educación no puede suplir por sí sola lo que anda mal en las familias, y en los medios, y en las costumbres y los usos de una sociedad. Acaso parte de la culpa la tengan también los hombres y las mujeres de cultura, que andan por las nubes, y miran, cuando los miran desde esas alturas, a los indoctos, con infinito desinterés, sin hacer el menor esfuerzo por llegar a ellos y seducirlos. En realidad, no tengo una respuesta que me convenza a mí mismo. Pero sí sé que no es verdad que una rica vida cultural sea imposible, por razones prácticas, en ese mundo frenético y ocupado que es el de la mayoría de los mortales. Y, si no me lo creen, vayan a Bruselas, vean e imiten a Michel y Danielle Wajs.


Fuente: El País, 21-5-2006

Este documento tiene copyright. © Mario Vargas Llosa, 2006. © Derechos mundiales de prensa en todas las lenguas reservados a Diario EL PAÍS, SL, 2006.

lunes, 31 de octubre de 2011

Heidegger: El último chamán




Fernando Solana Olivares


Los chamanes, como los físicos cuánticos y los poetas, como los alumbrados y los atentos, creen que el mundo literalmente es una tela de araña. Que la vibración aquí es un impulso allá. Son multidimensionales porque habitan los cinco cuerpos del cuerpo, el físico, el mental, el sutil, el mágico y el espiritual, para cumplir las tareas que emprenden: descubrir objetos perdidos, avanzar hasta la geografía de la muerte y volver para contarla, tomar la enfermedad de los otros y vencerla. Hombres y mujeres medicina.

El tiempo necesita medicinas. Por esa acción de tomar para uno la perturbación de los otros es que Harold Bloom define el psicoanálisis freudiano como la última etapa occidental del chamanismo. Martin Heidegger, sin embargo, despreciaba el psicoanálisis, y los filósofos Franco Volpi y Antonio Gnoli lo llaman “el último chamán” —otros lo han definido como el “rey oculto” de la filosofía. Estos autores (El último chamán, Los libros de Homero, 2009) conversan con Hermann Heidegger, Ernst Jünger, Hans-Georg Gadamer, Ernst Nolte y Armin Mohler sobre aquel pensador terminal que vivió un exilio interior de años en su cabaña montañesa de Todtnauberg después de cometer un error político sumamente costoso: convertirse en rector de la universidad de Friburgo durante el régimen nazi por unos meses y cargar para siempre con tal estigma en su reputación. “Creyó —contó su hijastro— que con la ayuda del nacionalsocialismo podría reformar la universidad.”

Ese error de valoración, como lo llama, se convirtió en algo más perturbador dado el silencio de Heidegger al respecto. Fue miembro del partido nazi hasta el final de la guerra, aunque años atrás se había marchado del cargo y de la vida pública para refugiarse austera, campesinamente, en esos caminos montañosos donde surgían las iluminaciones de su pensar. Nunca se produjo aquel mea culpa que el convencionalismo occidental esperaba, ni siquiera una explicación. Llamó a ese periodo “un error garrafal”, y fue todo. Tal es el motivo de que Heidegger ofenda a tantos.

Los textos especializados consignan que la discusión filosófica sobre el comportamiento del pensador ha derivado a la pregunta de si existe una relación entre su filosofía y la ideología política nazi. El Heidegger para principiantes informa que autores como Richard Wolin, al hacer una lectura política de las afirmaciones filósóficas de Heidegger, creen que (involuntariamente o no) pueden servir a la plataforma conceptual nazi. Si los humanos, como afirma el filósofo de la Selva Negra, son Dasein (su definición del significado del ser humano; literalmente “ser/estar-ahí”), y no poseen una esencia común a todos, entonces no hay razón para esperar que un grupo de Dasein respete los derechos de otro.

“¿Fue Heidegger un sujeto desagradable o, en palabras de un filósofo norteamericano, un alemán tan común y corriente como crédulo?” Esta pregunta de otros autores (LeMay y Pitts) no resuelve la cuestión. Sin duda alguna hubo una inmensa credulidad en él, llamativa en un príncipe nada común del pensamiento como fue, un profundo revisor original que volvió al origen de la filosofía occidental hace más de 2 mil años, la leyó en griego de nueva cuenta (para él ahí estaba el Logos: un lenguaje que mantiene una relación con el Ser, donde las palabras son inseparables de lo que nombran) y la reinterpretó.

El olvido del Ser es característico de nuestra época. Heidegger centró su búsqueda en la existencia del Ser: ¿dónde estaba, cuánto y cuándo se había perdido? Ese Ser, producto y sentido de nuestra existencia humana —Heidegger cambió la certeza cartesiana del “pienso, luego existo”, al “existo, luego pienso”— ha venido siendo sistemáticamente velado según sus reflexiones: primero por las Ideas de Platón, luego por la Sustancia de Aristóteles, después por la Cosa Pensante de Descartes, a continuación por el Imperativo Categórico de Kant y al fin por la Voluntad de Poder de Nietzsche. “Poco a poco —dicen los autores citados— el Ser quedó olvidado detrás de los razonamientos, el cálculo y la lógica”.

El costo de este olvido ha sido la civilización tecnológica, cuyos peligros para Heidegger no consisten solamente en que el mundo de las máquinas destruya el medio ambiente o que sus productos afecten a las sociedades, sino el que su ideología, el pensamiento tecnológico, determine y coarte a los seres humanos haciéndolos aparecer como recursos, les haga creer que lo real es lo disponible, anule otros modos de pensamiento y aleje cada vez más a la humanidad del Ser. Algo que ya ocurre sin cesar.

El hombre, dice Jünger al platicar sobre Heidegger, “este extraño ser que atraviesa el tiempo y que en su lucha con la Nada es llamado a otras dos inevitables pruebas: la duda y el dolor.” La primera, la angustia, la define como “estado de ánimo esencial” del ser humano. El Anarca, un caracter que este escritor crea en su literatura, y que mucho debe basarse en Heidegger, quien “entrando en el bosque” se retira para “comprenderse a sí mismo, enfrenta y vence la angustia, la duda y el dolor.” Se retira de la civilización nihilista e individualmente se salva del Estado burocrático, del Leviatán devorador.

“El mundo se va oscureciendo”, escribió Martin Heidegger en sus años finales. Propuso morar sobre la tierra viviendo una vida poética como acompañante del Ser. Ahí surge una trascendencia no deísta que salva al ser humano de su olvido: el Ser que se esconde delante de uno y sólo puede atisbarse, entreverse y sugerirse en la mismidad de nuestra existencia.


Vía: Milenio.com

Para Ricoeur, el amor es tan fuerte como la muerte

Marcelino Agís publica Conocimiento y razón práctica, una guía de ruta para comprender los entreverados caminos de un filósofo tan complejo como Paul Ricoeur

Día 31/10/2011
«Para Ricoeur, el amor es tan fuerte como la muerte»
ÓSCAR CORRAL
El profesor Marcelino Agís

Referente intelectual del siglo XX, el filósofo francés Paul Ricoeur (Valence, Charente, 1913; Châtenay, Malabry, 2005) recibe poco más de un lustro después de su fallecimiento una extensa revisión en un volumen, Conocimiento y razón práctica, una guía de ruta para comprender los entreverados caminos de un filósofo complejo que formuló su legado entrelazando escuelas de pensamiento muy diferentes. El libro, obra del profesor de Filosofía de la Universidad de Santiago de Compostela, Marcelino Agís, es la aproximación de un antiguo pupilo y hoy experto en la filosofía de Ricoeur.

Usted convivió con Ricoeur, con el que estuvo, por ejemplo, varias veces en Galicia. ¿Cómo era?

Fue un filósofo activo, que trabajó hasta casi los últimos días de su vida. Tuve la suerte de conocerlo personalmente, muy de cerca, saber de él y de lo que supusieron sus enseñanzas durante casi dos décadas. Traté con Ricoeur desde finales de los años ochenta —en 1989 visitó por primera vez Santiago de Compostela—, hasta el año en que murió, 2005. Entretanto, tuve la oportunidad de viajar con él, visitarlo muchas veces en París... Fui testigo del último año en el que impartió discursos, como profesor invitado en Chicago, en 1990. Allí permanecí con él en el semestre de primavera. También lo acompañé en otros lugares de Europa, sobre todo en países como Alemania, España, Portugal.

Él volvió a Santiago después de su primera visita en el año 1992, para presidir el tribunal de mi tesis doctoral, y posteriormente, al año siguiente, con motivo de una iniciativa en Santiago de encuentros internacionales de Filosofía, organizado por la Sociedad Interuniversitaria de Filosofía, que él presidió con carácter honorario. Fue una relación amplia, tanto en Santiago como en otras ciudades de Europa y de Estados Unidos.

Por su complejidad, adscribir la obra de Ricoeur a una escuela o movimiento filosófico es complicado. Él trató de servirse de la hermenéutica y la fenomenología principalmente, pero ¿cómo podría resumirse su lugar en la historia de la filosofía, su lugar?

Diría que fue un filósofo muy atento a las principales corrientes filosóficas del siglo XX y de principios del XXI. Era un pensador muy abierto al diálogo, que se formó en el ámbito del existencialismo francés, en particular con Gabriel Marcel, y también con el personalismo de Mounier. Sucesivamente, según las épocas y según los periodos, fue estableciendo este diálogo con las principales corrientes: fenomenología, psicoanálisis, estruturalismo, filosofía del lenguaje... Creo que el libro lo que aporta es un hilo conductor para guiarnos en el conjunto de su obra y analizar el conjunto de sus influencias o diálogos que entabló con estas corrientes filosóficas y con los autores que las protagonizaban.

¿Ricoeur tuvo alguna relación o interacción con la escuela de Frankfurt?

Tuvo algún debate, sobre todo con Habermas, pero era un autor más ocupado en su periodo más importante y amplio a la hermenéutica filosófica, muy cercano por lo tanto a filósofos como Martin Heidegger, cono Gadamer. En cambio, mantuvo diálogo intelectual, pero también cierta distancia y disputas filosóficas, con las posiciones de la escuela de Frankfurt.

Ricoeur buscaba desentrañar el doble sentido del lenguaje y sus símbolos, que más apuntan que enseñan.

Ricoeur coincidió con muchos otros filósofos del siglo XX en prestar atención preferente a los problemas del lenguaje, y dentro de estos, a las figuras del lenguaje y a los símbolos. En 1975, publica una obra que ya es clásica en la filosofía del siglo XX, La metáfora viva. También le preocupó el tema de la narración y la construcción de la trama en los libros históricos, literarios y filofósicos, que abordó en una trilogía titulada Tiempo y narración, publicada entre los años 1983 y 1985. Sobre el símbolo, publicó realmente muchos trabajos y libros de interpretación, porque el lenguaje humano es fundamentalmente simbólico. Desvelar los símbolos es hacerse con una parte sustancial de la creatividad humana.

No hay que olvidar que uno de los núcleos de su filosofía es la hermenéutica, es decir, el problema de la interpretación del discurso humano, donde el símbolo ocupa un lugar central desde las fases más arcaicas de la cultura, cuando ya el hombre se expresa a través de ellos; hasta lenguajes más técnicos y actuales, que también son lenguajes simbólicos.

¿Tuvo algún tipo de relación con la corriente de los posmodernos franceses, que defendían la falacia del lenguaje y la futilidad de los sistemas complejos y sistemáticos de pensamiento?

Si entendemos por posmodernidad ese movimiento filosófico de los años ochenta vinculado al «pensamiento débil», podría decirse que fue el maestro de muchos de los autores más jóvenes que luego protagonizaron esta corriente. Pero él no compartió sus postulados. Quiso trabajar en otra dirección.

A Ricoeur el lenguaje le preocupó porque de su interpretación surgía el sentido del hombre y del mundo humano. La parte central de su filosofía, del año 1960 al año 1990, está dedicada a cuestiones de hermenéutica, de interpretación del lenguaje. A él se debe la expresión «maestros de la sospecha», para referirse a Marx, Nietszche y Freud. Es sorprendente el hecho de que aunque Ricoeur no comparta muchas de las tesis de estos autores, todos ellos aprovechan una buena parte de esa intuición de que el lenguaje tiene una parte oculta y debemos esforzarnos en esclarecerla a través de la interpretación.

Ricoeur tenía una visión peculiar de la muerte, cuyo conocimiento mayor consideraba posible a través de la figura del otro, de un tercero...

En el libro realizo un recorrido de toda la trayectoria escrita de Ricoeur, desde los primeros escritos, a finales de los años cuarenta, hasta los últimos escritor, incluyendo una obra póstuma que tituló Viviendo hasta la muerte y se publicó dos años después de su fallecimiento, en el año 2005. En esta obra póstuma hay una reflexión sobre la muerte que recupera de uno de sus primeros libros, Filosofía de la voluntad, y habla de un binomio que sigue siendo hoy muy actual, que es el que se da entre la muerte y el amor. El amor es casi tan fuerte como la muerte porque atañe a la memoria, que es una forma de supervivencia.

¿Qué parte de la obra de Ricoeur cree habría que desarrollar en el futuro?

Santiago fue una de las últimas ciudades a las que viajó, ya muy enfermo, en 2003. Tuvimos una sesión y una comida en La Coruña en la que insistió en que todos siguiésemos pensando tras su muerte en los temas que él trató, en la conciencia de que ningún filófoso agota ninguno de los temas. De alguna forma, más que crear una escuela creó una actitud muy recomendable para unos tiempos en los que debemos encontrarnos en el diálogo y solucionar ese conflicto de interpretaciones del que él hablaba a través de una cierta actitud filosófica, para encontrar un medio a través del que compartir razones. Creo que ese es su legado, construir un pensamiento propio a través de la razón compartida con otras posiciones.

¿Qué recepción tenían de Ricoeur en Alemania?

Va a aparecer muy pronto la traducción inglesa de este libro en la editorial alemana Lit Verlag. Ricoeur tenía una gran aceptación en Alemania. En una seminario celebrado en aquel país al que asistí con él pude comprobar el gran interés que tenía entre los especialistas alemanes en filosofía.


Vía: abc.es

Cine, filosofía y educación

Publicamos aquí este artículo en el que se trata de la utilización del cine como herramienta pedagógica en la enseñanza de la filosofía en general, posibilitando la comprensión de discursos más o menos abstractos a través de los ejemplos de la narración cinematográfica. Enseñar a mirar críticamente el cine, afirma el autor, nos llevará a desvelar los modelos antropológicos, sociales, etc. que hay detrás de las intenciones del autor y que el espectador recibe como deseables o indeseables, según el caso. Relacionar cine, filosofía y educación es apostar por el desarrollo de la capacidad crítica y reflexiva de nuestros alumnos y, por ende, de toda la sociedad.

La idea principal de la que podríamos partir son estas líneas que Ortega y Gasset dedica al estudiar en su artículo titulado “La falsedad del estudiar”, sosteniendo que es necesario…reformar profundamente ese hacer humano que es el estudiar y, consecuentemente, el ser del estudiante. Para esto es preciso volver del revés la enseñanza y decir: enseñar no es, primaria y fundamentalmente, sino enseñar la necesidad de una ciencia, y no enseñar la ciencia cuya necesidad sea imposible hacer sentir al estudiante.

Desde esta idea, podemos preguntarnos por la necesidad que siente el propio alumno a la hora de encarar el estudio de cualquier materia en general y de la filosofía en particular. La esencia de ser estudiante es interesarse por algo que no le interesa. Siguiendo a Ortega, abogaremos por enseñar la necesidad de una ciencia, la filosofía, para que esta necesidad se convierta en algo interno del estudiante. Encontrar los ejemplos prácticos para activar esa necesidad en los estudiantes ayudaría a poner de relieve la importancia que la filosofía tiene en el conocimiento de lo que nos rodea.

Una de las funciones de la filosofía es analizar todos los fenómenos mirando hacia el exterior de nosotros mismos. Otra función es la de analizar nuestro interior, un mirar hacia adentro que nos lleve a la comprensión de cómo nos relacionamos con las cosas circundantes y cómo éstas se relacionan con nosotros. En este deambular de la mirada, de lo externo a lo interno para dirigirse otra vez hacia afuera, está la base de cualquier actitud filosófica. Y esto es algo que se puede enseñar a través de la filosofía, mirando hacia lo exterior para poder sacar conclusiones que nos guíen a lo largo de toda la vida.

Una de las cosas externas a la que podemos dirigir la mirada es a la producción artística en general, pues es el resultado del intelecto humano fuertemente arraigado en la cultura a la que cada cual pertenece. Es bastante común que los filósofos de más renombre hayan recurrido a imágenes relacionadas con lo artístico para poder explicar y poner en común lo más complejo de sus teorías. Así, algunos, como Platón, se han servido de los relatos míticos para apoyar o rechazar algunos supuestos principios que habían sido considerados como tales por el resto de sus congéneres, sin preguntarse hasta las últimas consecuencias por la verdad que estaba a la base de esos principios.

De este modo, se ha podido enjuiciar críticamente numerosos aspectos de la realidad de cada época para poner de manifiesto las verdaderas intenciones que había detrás de normas de comportamiento que se consideraban inamovibles, es decir, reflexionar sobre el modo en el que se nos presentan las cosas, sin dar por definitivamente buenas todas las explicaciones que sobre ese presentarse se han dado hasta el momento en el que se aborda la cuestión. Se trata de un salir hacia afuera de las explicaciones convencionales para poder reflexionar sobre su fundamento. Por decirlo con un lenguaje más clásico, salir del mito para entrar en el logos. Como llevar a cabo esta labor puede convertirse en algo muy complejo, pues para hacerlo necesitamos abstraer aquellos elementos de la realidad tangible para operar con ellos, intentando descontaminarlos de toda la carga ideológica que puedan contener, se hace necesario recurrir a ejemplos más livianos para poder hacer inteligible lo que habíamos alejado de la cotidianeidad.

La literatura ha servido para dar ejemplo de estos pensamientos abstractos de manera mucho más digerible para el público no especializado que el puro ensayo filosófico. Hay que recordar que muchos filósofos no sólo han recurrido a ejemplos literarios para hacer comprensibles sus teorías, sino que además han escrito relatos o novelas donde se exponían casos prácticos, aunque pertenecientes al campo de la ficción, de sus modelos de hombre, de sociedad, de forma de relacionarse con lo que les rodea, etc. Un ejemplo de filósofo preocupado por este tipo de proceder es el deMiguel de Unamuno que, además de sus obras de contenido y forma puramente filosóficos, ha creado otro tipo de relatos novelescos (nivolescos) donde quedaban ejemplificados sus propias teorías, como el caso de su San Manuel Bueno, mártir, obra literaria que contiene gran parte de lo expuesto teóricamente en Del sentimiento trágico de la vida o en La agonía del cristianismo. El caso del pensamiento español es especialmente significativo pues, a lo largo de nuestra historia, ha sido común que la filosofía fuera de la mano de la literatura, debido, en gran parte, a la falta de institucionalización de la filosofía en un mundo académico universitario. Nuestros filósofos han tenido que encontrar vías de expresión más adecuadas para exponer sus teorías, sirviéndose de la ficción para que sus personajes dijeran aquello que ellos no podían decir en foros académicos y universitarios.

Jean Paul Sartre escribió un guión de cine (El Engranaje) para explicar sus ideas sobre la libertad, el poder y sus consecuencias.

Con enormes reminiscencias literarias, podemos encontrar una de esas artes que pueden servir como vehículo para la transmisión no sólo de ideas filosóficas más o menos abstractas, sino de actitudes filosóficas ante la vida. Este arte es el cine. Puede llegar a todos los públicos independientemente de su condición cultural o social y del grado de desarrollo de su cultura. El cine necesita de la palabra hablada acompañado de imágenes para poder transmitir sus mensajes. La imagen, esencia del cine, sirve para transportarnos a todos los mundos posibles que el cineasta quiera inventar. Algunos filósofos, como Jean Paul Sartre, han escrito, además de sus ensayos filosóficos (El ser y la nada) y obras literarias (La nausea, El muro o La infancia de un jefe), guiones de cine con el propósito de llevarlos a la gran pantalla (El Engranaje), donde se desarrollan aspectos importantes de su filosofía como la libertad, el poder y sus consecuencias. Con estos ejemplos, queremos poner de manifiesto que el discurso filosófico no es un discurso cerrado y encorsetado en unos estándares ensayísticos cargados de profundidad en unos casos y de oscurantismo en la mayoría de ellos.

Desde los primeros momentos de su existencia, el cine se ha utilizado para legitimar el estado de cosas existente por parte de los que ostentaban el poder o para intentar deslegitimar este estado de cosas por parte de los que pretendían ostentarlo. Aunque no es la única manera de tratar el cine, este carácter didáctico, capaz de lanzar mensajes y consolidarlos, ha sido un aspecto del cine que no ha pasado inadvertido. A través de las películas se pueden crear realidades que nos muestren las consecuencias de determinadas acciones, consiguiendo que el espectador se posicione moralmente a favor o en contra de lo que se le cuenta. Se puede crear modelos de sociedad o de ser humano que el espectador adoptará o no, según sus intereses, su formación, su carácter, su sistema de creencias, etc. El cine se convierte así en un creador de realidades/ficciones, de imágenes de lo real, como si se tratara de la mismísima caverna de Platón. La oscuridad de la sala o las apariencias de realidad que son escrutadas por el espectador pueden hacernos ver estas similitudes entre ambos elementos. Junto con la televisión, la radio e internet, estos medios se están convirtiendo en los verdaderos educadores de las sociedades, pues es a través de ellos por donde las sociedades reciben la supuesta información que les aporta el conocimiento del mundo.

Aprovechando el poder de convocatoria que el cine consigue y la predisposición que cualquier alumno manifiesta ante la invitación a este tipo de actividades, podremos llevar a cabo una selección de películas o de fragmentos de ellas para configurar un programa en el que se alternen los contenidos teóricos, los textos a trabajar como fuentes originales y las películas que sirven para explicar, aclarar, ejemplificar, etc. los contenidos anteriores.

Podemos extraer fragmentos de películas o secuencias relevantes que sirvan para ejemplificar algún aspecto concreto sobre el que se quiera llamar la atención. Estos fragmentos servirán de excusa para introducir, explicar, o dar ejemplos concretos y particulares de alguna noción trabajada en el contenido teórico. Así, si queremos mostrar el ambiente religioso de la Edad Media podemos proyectar alguna secuencia de El nombre de la Rosa (Jean Jacques Annaud) donde se muestre la vida de los monjes o la reunión entre Franciscanos y Benedictinos. También podemos unir diferentes secuencias de la misma película o de películas diferentes para crear una unidad de discurso que nos facilite transmitir el pensamiento de un autor o alguno de sus aspectos fundamentales. Así, si queremos mostrar el mito de la caverna de Platón, podríamos enlazar varias escenas de La rosa púrpura de El Cairo (Woody Allen) donde se muestra a Mia Farrowfrente a la pantalla de cine y otra en la que Jeff Daniels sale de la pantalla para llevarla al mundo real, repasando así la ascensión desde el mundo de la doxa a la episteme. Por último, podemos considerar la película en su totalidad como una entidad propia, como un texto completo. Así, si queremos explicar la idea de Superhombre o de Voluntad de Poder en Nietzsche, podemos proyectar películas completas como La soga (Hitchcock), Apocalypse Now (Francis Ford Coppola) o Sin perdón (Eastwood), por citar algunos ejemplos. Con este tipo de metodologías, podríamos introducir la reflexión filosófica dentro del aula, combinando la formación teórica con el análisis práctico. Promover estilos pedagógicos que redunden en el beneficio del estímulo de las motivaciones de los alumnos es una labor que cualquier profesor, sea cual sea su especialidad, no debe desdeñar.

Referencias:

-CABRERA, J.( 1999): Cine: 100 años de filosofía. Una introducción a la filosofía a través del análisis de películas. Ed. Gedisa, Barcelona.
-FALZON, C.(2005): La filosofía va al cine. Una introducción a la filosofía. Ed. Técnos-Alianza, Madrid.
-GARCÍA, R. (2007): El cine como recurso didáctico Eikasia. Revista de Filosofía, año III, 13. Consultado en el enlace: http://www.revistadefilosofia.org.
-ORTEGA Y GASSET, J. (1933): “La falsedad del estudiar” en Unas lecciones de Metafísica. Ed. Alianza, Madrid.
-ORTEGA Y GASSET, J. (1931): ¿Qué es filosofía?. Revista de Occidente en Alianza Editorial, Madrid.
-QUINTANA, A. (2003): Fábulas de lo visible. El cine como creador de realidades. Ed. Quaderns Crema S.A. El Acantilado, Barcelona.


Vía: cinemanet.info

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