Alain Badiou y el 15-M: “una modificación brutal de la relación entre lo posible y lo imposible”.

En su sesión del 25 de mayo de 2011 de su seminario “¿Qué significa cambiar el mundo?”, el filósofo francés Alain Badiou hace alusiones directas al movimiento 15-M y aporta algunos conceptos y juegos de distinciones altamente precisos, pertinentes y orientadores para pensar lo que (nos) está pasando.

Heidegger, el enemigo filosófico número 1.

Una reflexión crítica sobre el pensamiento de Martín Heidegger y su compromiso político.

Michel Onfray Filósofo aquí y ahora [Documental subtitulado]

Documental del canal Arte, realizado en 2008 sobre la vida del filósofo.

La actualidad de Karl Marx [Podcast]

Jean-Philippe Jáze. Profesor-investigador del Departamento de Filosofía de la Facultad de Humanidades, UAEM, nos habla de la importancia del pensamiento de Karl Marx.

Esbozo histórico de la filosofía mexicana del siglo XX.

Un recorrido por los más importantes pensadores de la filosofía mexicana.

Sartre: "La edad de las pasiones". [Película con subtítulos en español]

Película en dos partes hecha para la televisión francesa en donde se aborda la vida de Sartre y su inseparable compañera Simone de Beauvoir en medio de la rebelión en Argelia, la oposición en contra de De Gaulle y su vida amorosa, pasando por su visita a Cuba y Rusia y sus manifestaciones políticas..

Foucault por sí mismo [Documental con subtítulos en español]

Documental que ofrece un panorama de algunos de los temas principales sobre los que reflexionó Michel Foucault a lo largo de su vida. Este panorama se construye a partir de las propias palabras del autor, puesto que el documental en su totalidad está conformado por la ilación de fragmentos de declaraciones de Foucault, de algunos de los cursos que dictó y de citas de sus textos.

Zizek! El documental [Subtitulado en español]

Documental Zizek! realizado por Astra Taylor y protagonizado por el escritor y académico conocido en todo el mundo como “el Elvis de la teoría cultural”, el esloveno Slavoj Zizek, donde se explora su trabajo y excéntrica personalidad.

jueves, 30 de junio de 2011

Una aproximación a la filosofía de la mente de Ludwig Wittgenstein




Dos psiquiatras se saludan:
-¡Doctor! ¿cómo estoy?
-¡Bien! y yo, ¿cómo estoy?
-¡Bien!
Iain Matthew, OCD




La psicología/antropología filosófica de Wittgenstein procuró arremeter indirectamente contra la que sirviera de base de la tradición cartesiana: la ya tan clásica como radical distinción res cogitans / res extensa. Indirectamente, subrayamos, sobre todo por dos razones: la primera, porque a pesar de no estar en absoluto interesado en participar en debates filosóficos durante largo tiempo sostenidos –la distinción cartesiana, obviamente, no es ni con mucho la primera ni será la última en esta línea-, Wittgenstein insistió en la necesidad de deshacer –y, eventualmente, disolver- los presupuestos tácitos, los acuerdos sobre los que la discusión reposa –hacer calar bien a fondo los signos de interrogación (1)-. Entre ellos, junto a la idea misma de filosofía –el concepto de filosofía-, la idea de mente y, por consecuencia directa, también la idea de hombre: está implícita la necesidad del levantamiento de maquetas antropológicas distintas. La naturaleza de la empresa exigía sentarse desde otra esquina para redactar otras psicologías, otras epistemologías, otras antropologías –y, seguramente, en estas otras ontologías ha de estar el germen de otras metafísicas y otras cosmologías-. La segunda, porque no podía dejar de reconocer en ese modelo de la naturaleza humana “núcleos de verdad vistos oscuramente como en un espejo(2)”.

En principio, se trataba de sustituir la res cogitans cartesiana –la única sustancia inmaterial capaz de resistir la prueba del non plus ultra del escepticismo (como algunos han querido llamar a la duda metódica) que procuró superar el filósofo de La Haye-, erguida desde entonces como única depositaria –permítase, de entrada, la metáfora espacial- de los contenidos de la vida psíquica, por un modelo que representase más fielmente al ser humano, y que le diese las herramientas necesarias para concebirse a sí mismo y a los demás de un modo más adecuado, más veraz, más coherente, más real, a fin de cuentas. La corporeidad, es bien sabido, en el contexto cartesiano no es sino extensión: máquina de carne y hueso. Prodigiosa, pero máquina. La mente, un espacio hermético, intransferible el propio, inaccesible el ajeno. Inmanente.

Wittgenstein, no podemos evitarlo, nos recuerda -aunque no sin cierta timidez- otras antropologías pertenecientes a la episteme de otras tradiciones. Al menos, dos. A la antropología escriturística hebrea, por ejemplo, le son absolutamente ajenas –casi sin temor a exagerar- las nociones de alma y cuerpo que, desde la Antigüedad clásica, son aún hoy, precisamente, el alma y el cuerpo de Occidente. En cambio, echa mano, inapelablemente, de la imagen del corazón: una síntesis del hombre total, a la que se le atribuye, cognitiva y voluntariamente, tanto la disposición como la acción moral y la inteligencia. Por eso el piadoso tiene un corazón puro –es de recta intención y acción- y el malvado, un corazón torcido. Y por la misma razón se entiende que, cuando Sansón abre su corazón a Dalila, no está únicamente haciéndola partícipe de la dimensión afectiva de su ser (por medular que esta pueda ser): más bien, le revela su secreto último y más íntimo –y sabemos de sobra lo que luego ella hace con el regalo-. Asimismo, la tradición homérica no hablaba de facultades pertenecientes a un alma como de actitudes del hombre todo, completo, indiviso. Cuando Aristóteles dibuja la phrónesis como un sensato equilibrio, como una armonía entre lo específicamente racional y lo desiderativo, no se termina de alejar del todo del lenguaje de los trágicos, aunque su psicología consista en elaboraciones metodológicas de compartimentos en cierto sentido separados, o, cuando menos, con funciones especializadas (3).

En todo caso, tanto en la tradición homérica como en la hebrea se trata de una sola cosa: de una unidad psico-física-espiritual. No se pretende en absoluto diferenciar dimensiones. De hecho, ni siquiera se tiene semejante preocupación (a Dios –o a los dioses- gracias).

En este mismo sentido, no deja de ser interesante la relectura que hace Erich Fromm (4) del sentido de los términos consciente e inconsciente del psicoanálisis, quizá más propios de nuestra contemporaneidad (aunque cotidianamente sigamos hablando aún tanto de nuestras almas como de nuestras pasiones) y, por ello, tal vez nos sean un poco más útiles.

Fromm insiste en que el manejo abusivo de las categorías freudianas ha llegado a ser tan popular que, incluso en cantidad de círculos intelectuales, términos como subconsciente han llegado a emplearse de maneras ilegítimas y, por ende, tendientes al equívoco: la metáfora que procuraba explicar –topográfica, casi cartográficamente- la dinámica de los contenidos de la psique ha terminado leyéndose de un modo absolutamente literal.

Mapa de navegación y océano terminan confundidos, como en el caso de aquel a quien se le señala la luna y permanece viendo el dedo. Lo que pretende Fromm es advertir que, cuando de algo se dice que está en el subconsciente, no se quiere decir que se encuentre en el sótano; y que cuando se dice que está en la conciencia, no se supone que está en el primer piso, como si se tratase de departamentos distintos, espacialmente existentes en sí mismos, dotados de estatuto ontológico indiscutible. En su lugar, Fromm señala que se trata de distintas funciones humanas relativas a un hecho de tipo exclusivamente gnoseológico: conocer o desconocer las múltiples vertientes de la realidad dada, propia o ajena.


En aquellas maquetas antropológicas homérica y hebrea a las que nos referíamos poco antes, el yo más profundo –aquello que individua, identifica y confiere carácter irrepetible a la persona- no está, es tan notable como evidente, referido a su psyche (su alma, su mente, dependiendo de la lectura de la traducción que privilegiemos).

Apunta a algo –insistimos en la metáfora espacial- un tanto más ancho.

Wittgenstein apuesta por ver en el ser humano “una criatura que vive en la corriente de la vida (5)” –y en ese sentido, quizá también podríamos recordar así el Dasein heideggeriano-, lejos de ser un espíritu mal encarnado o añadido a alguna otra cosa de naturaleza radicalmente distinta o aparte de sí misma. Aquellos núcleos de verdad que el filósofo vienés pensaba entrever en psicologías antecedentes, estaban distorsionados por representaciones equívocas del propio lenguaje con el que a ellos nos referimos -precisamente lo mismo que acusa Fromm a propósito del abuso del lenguaje propio del psicoanálisis-. La razón por la que los mismos problemas filosóficos inquietan a hombres distintos de distintos contextos históricos estriba, sostiene Wittgenstein, en que “nuestro lenguaje ha seguido siendo el mismo y nos introduce en las mismas preguntas (6) “. La persona tendría que asumir la empresa, entonces, de “reagrupar por entero su lenguaje (7)”. Así como la etnolingüística ha señalado que “las lenguas no son expresiones diferentes de una misma realidad percibida por todos en su identidad fundamental, sino que constituyen modos realmente diversos con que los pueblos interpretan la realidad (8)” (fueron los neohumboldtianos quienes aseveraron que cada lengua posee una weltaunschaung propia, en tanto cada una posee un campo semántico propio), Wittgenstein sentencia que “la gente está profundamente enclavada en confusiones filosóficas, es decir, gramaticales (9)”. Lo gramático, aquí, tiene cierto carácter abisal, que presupone incluso lo semántico. “Las formas de nuestro lenguaje tienen el carácter de lo profundo (10)”. En palabras de Sapir, “las lenguas son para nosotros algo más que sistemas de comunicación intelectual. Son hábitos invisibles que ciñen nuestro espíritu (11)”.

Así, el lenguaje en el que se construyen las metáforas espaciales-geográficas-topográficas referidas a la mente tiende a reificar, a cosificar los contenidos psíquicos y también, desde luego, a la idea misma de mente:

Hablamos de ideas que están en la mente, como si la mente fuera una especie de espacio; de examinar introspectivamente lo que hay en la mente, como si la introspección fuera una especie de ver; de tener una mente y un cuerpo, como si mente y cuerpo fueran especies de posesión; de tener imágenes mentales ‘ante el ojo de la mente’, como si las imágenes mentales fueran pinturas no físicas que un órgano de visión mental pudiera inspeccionar, etc (12)...

En todo caso, uno de los propósitos del trabajo wittgensteiniano sería el de desenredar este tipo de confusiones de categorías conceptuales. El lenguaje mentalista comúnmente empleado adolece de un inadvertido abuso del lenguaje. Probablemente, Wittgenstein diría que en ciertos contextos característicos –en ciertos juegos de lenguaje- el uso de esta terminología no deja de ser legítima e, incluso, podría llegar a ser tan útil como plausible (como en el caso, quizá, del psicoanálisis, nos atrevemos a intuir. Después de todo, no dejamos de tener ideas en estado latente, tenemos sentimientos bajos lo mismo que elevados, hacemos exámenes de conciencia, y eso presupone reflexión introspectiva, inexorablemente), siempre y cuando se esté perfectamente consciente de que se trata de una iconografía verbal (13) -preciosa idea, confesamos-.

Sucede con el lenguaje lo mismo que sucedió –aunque también por razones de otra naturaleza- con la densa y vigorosa carga simbólica de las representaciones de los infiernos medievales que tanto molestaban a Bernardo de Claraval: así como a estos últimos se les concedió estatuto geográfico-espacial y temporal -con inaudita precisión de cirujano-, al primero frecuentemente también se le usa y se le interpreta erróneamente. “Nos vemos extraviados por la imaginería empotrada en nuestro lenguaje (14)”. El lenguaje parece levantar siempre nuevas realidades, animar las cosas inanimadas, instaurar verdades. Y si es cierto que por la lengua es posible el individuo (al menos nosotros nos sentimos seducidos por la idea de una relación simbiótica, si es cierto que el lenguaje es, en palabras de Heidegger, la morada del ser, y que el propio ser no se realiza si no es en una sociedad en la que se busque y tenga sentido la propia individualidad, a pesar de que el Tommy de The Who está allí interpelándonos), se entiende que en cierta medida sean las formas de nuestro lenguaje –nuestros juegos de lenguaje- los que modelen, condicionen o, al menos, nos traduzcan parte de nuestra naturaleza –nuestras formas de vida-.

Y, sin embargo, el lenguaje es también –y, aparentemente, según Wittgenstein, primordialmente- fruto de elaboraciones posteriores de impulsos de naturaleza pura y simplemente pre-verbal (si, por ejemplo, un pingüino hablase, nos sería imposible entenderle, porque su forma de vida es tremendamente distinta de la nuestra). Es el mismo Wittgenstein quien advierte que es posible que la palabra referida a la sensación se ponga en el lugar de la expresión primitiva y natural de la misma sensación, a medida que la persona va siendo educada –la expresión”me duele” para el quejido, “me gusta” para el placer, “me incomoda” para el gruñido, y así (15). Sin embargo, cabría quizá preguntar cuál sería entonces el lugar de lo onomatopéyico)-. Los juegos de lenguaje son de una diversidad sorprendente, precisamente porque son sorprendentemente diversas las formas de vida.

Lo cierto es que el sustantivar la mente parece reificarla. La experiencia del sí-mismo, de la unidad de la propia subjetividad y de la unidad de la propia existencia puede confundirse “con la experiencia de una (...) sustancia-alma o ego (16)”, lo que ya implicaría, de entrada, un error de representación: cuando alguien dice yo no se está refiriendo a algo incorpóreo, etéreo, indeterminado, que de algún modo reside o se comunica con un cuerpo. Es realmente difícil que una mente tenga escozor o un dolor de espalda o un resfriado. Y la expresión “me duele la mente” se nos antoja tremendamente sugestiva, pero como propia de otros juegos de lenguaje, más cercanos quizá a algún slang o a cierta poética. El hecho es que no es la mente la que experimenta x o y. El lenguaje natural, cotidiano –que crece como parecen crecer nuestras ciudades latinoamericanas: aleatoriamente-, expresa otra cosa: que me duele a mí, que yo me duelo, que yo siento dolor. Quizá se refiera a algo similar a lo que Frankl señala, a propósito del sufrimiento, en el lenguaje del análisis. A saber, que

...el sufrimiento del hombre actúa de modo similar a como lo hace el gas en el vacío de una cámara; ésta se llenará por completo y por igual cualquiera que sea su capacidad. Análogamente, el sufrimiento ocupa toda el alma y toda la conciencia del hombre tanto si el sufrimiento es mucho como si es poco (17)...

Tampoco se trata de tener dolor del modo en el que se tiene que llegar temprano o en el sentido de algo de lo que se es poseedor. Tener un dolor “no es poseer un tipo de objeto mental (18)” –como si la mente fuera aquel escenario interior en el que se representaran tragedias y comedias con un único espectador, que sería, en todo caso, uno mismo-, como tampoco remite únicamente a un aspecto del cuerpo –a fin de cuentas, no es mi cuerpo (y por ello, tampoco mi cerebro, con el perdón del quizá demasiado aventurado –al menos, por ahora- optimismo neurocienciocrático) quien está pensando –“no soy tan pobre en categorías (19)”–. Decir que se tiene algo en mente, así como cuando algo se trae uno entre manos (curioso: mente-manos; interno-externo; psíquico-físico, funcionan equivalentemente en estas dos fórmulas) es expresar que se tiene intención de algo, sin más. El enunciado con el que lo hacemos no implica la revelación de un lote de información privada, que hemos obtenido mediante un acucioso ejercicio introspectivo, ante el que quepa legítimamente la mirada aguda y analítica del científico. Está de más la reacción exageradamente sesuda de la mujer a la que su pareja le dice que quiere besar y responde alzando la ceja, ajustándose los anteojos, tomando notas y asintiendo, al tiempo que dice “curioso” o “fascinante”. La pareja manifiesta el deseo y la mujer –si ella quiere, en todo caso- responde. Estos enunciados son “expresiones de (...) deseo (...), no descripciones de objetos y eventos en un escenario privado (20)”.

Ahora bien, como el lenguaje, según Wittgenstein, está injertado sobre la base de una conducta expresiva natural previa a la formulación verbal, tampoco tiene mucho sentido que la pareja pregunte cómo ha llegado a saber que quiere besarle, ni si está seguro de ello –aunque quizá este ejemplo no sea lo suficientemente transparente, después de todo. Habría que determinar con un poco más de nitidez el juego de lenguaje en el que se inserta-. A lo que queremos llegar, en todo caso, es a señalar que la conducta –como, mitad en broma, mitad en serio, quiere apuntar nuestro epígrafe- así como el lenguaje, manifiesta a la persona, está preñada de sentido íntimo, y nuestro lenguaje de descripción de lo conductual está empapado de categorías fenomenológicas psicológicas. Todo lenguaje es connotativo (con el perdón de Barthes). Lo advertimos también en la prosa de Kerouac:

...pero “combatir”, ese viejo psicoanalítico “combatir”, habla como todos ellos, los decadentes de la ciudad, intelectuales, en el callejón sin salida del análisis de las causas y los efectos y la solución de sus supuestos problemas, en vez de la gran dicha de ser, la dicha de la voluntad y la temeridad; la ruptura es la que los exalta, ése es su problema (21)...

“El cuerpo humano es la mejor figura del alma humana (22)”. En la realidad, no nos comportamos como nos comportamos ante mentes o cuerpos sufrientes: no consolamos las sienes de una persona cuando hablamos con alguien atormentado, o al músculo cardíaco de un amigo que ha caído en desgracia, como tampoco hablamos a la pierna herida –aunque nuestras familias nos hayan enseñado la ternura de besar la parte adolorida para sanarla– sino que pretendemos confortar a la persona, al ser humano vivo. Y, de hecho, la miramos a los ojos y le hablamos a la cara.

Así, aunque la mentira es una posibilidad, se podría decir que, a fin de cuentas, se está siempre expuesto de algún modo u otro. Quizá ni siquiera Félix Krull, el estafador de la historia de Mann, podría levantarse como excepción.

Aún así, decir que “si uno ve la conducta del ser vivo, ve su alma (23)” no quiere decir de ningún modo que Wittgenstein haya comprado por entero el discurso conductista, o que haya sido su apóstol. Lo que se dice de una persona o de sí mismo no se dice por la observación de la conducta, “pero sólo tiene sentido porque me comporto así (24)”. ¿Críptico? De seguro, ciertamente lo es. Quizá lo más transparente sería insistir en el hecho de que, para Wittgenstein, las reacciones naturales –como el impacto experimentado ante la vista de la sangre de un congéner, o frente a un cadáver, por ejemplo- no son consecuencias que se desprenden de un cuerpo de doctrina, de la especulación teórica, sino que son constitutivas de la forma humana de vida -¿el ergon humano, en todo caso?- y, por eso mismo, del suelo primero sobre el que se levantan nuestros juegos de lenguaje (25).


Notas

(1) Cfr.

P.M.S. Hacker, Wittgenstein, p. 12.
(2) Íbidem, p. 29.
(3) Cfr. Pierre Aubenque, La prudencia en Aristóteles, p. 178 y ss.
(4) Cfr. Erich Fromm, Conciencia y sociedad industrial, en VVAA; La sociedad industrial contemporánea.
(5) P.M.S. Hacker, ob. cit., p. 9.
(6) J. Klagge y A. Nordmann (edit.), The Big Typescript, Ludwig Wittgenstein: Philosophical Ocassions 1912-1951, 424, en P.M.S Hacker, ob. cit., p.13
(7) Íbidem, p. 20.
(8) C. Molari, Lenguaje, en Nuevo diccionario de Teología, p. 860.
(9) J. Klagge y A. Nordmann (edit.), ob. cit., 423, en P.M.S Hacker, ob. cit., p. 20.
(10) Ludwig Wittgenstein, Investigaciones filosóficas, 111.
(11) E. Sapir, en C. Molari, Lenguaje, en Nuevo diccionario de Teología, p. 861.
(12) P.M.S. Hacker, ob. cit., p. 19.
(13) Íbidem.
(14) Íbidem.
(15) Cfr. P.M.S. Hacker, ob. cit., p. 51.
(16) Íbidem, p. 24.
(17) Víctor Frankl, El hombre en busca de sentido, p. 51. (la cursiva es nuestra).
(18) P.M.S Hacker, ob cit., p. 34.
(19) G.E.M. Ascombe y G.H. Von Wright (edit.), Ludwig Wittgenstein, Remarks on the Philosophy of Psychology II, 690, en P.M.S Hacker, ob. cit., p. 35.
(20) P.M.S Hacker, ob. cit., p. 48.
(21) Jack Kerouac, Los subterráneos, p. 94. (la cursiva es nuestra)
(22) Ludwig Wittgenstein, Investigaciones filosóficas, § 417.
(23) Íbidem, § 357.
(24) Íbidem.
(25) Cfr. P.M.S Hacker, ob. cit., p. 67.

Referencias bibliográficas

Erich Fromm, Conciencia y sociedad industrial, en VVAA, La sociedad industrial contemporánea, Siglo XXI Editores, México D.F., 1970.
Jack Kerouac, Los subterráneos, Anagrama, Barcelona, 1994.
Ludwig Wittgenstein, Investigaciones filosóficas, (completar datos)
P.M.S. Hacker, Wittgenstein, Norma, Bogotá, 1998.
Pierre Aubenque, La prudencia en Aristóteles, Crítica, Barcelona, 1999.
Víctor Frankl, El hombre en busca de sentido, Herder, Barcelona, 1998.
VV.AA, Nuevo diccionario de teología, Cristiandad, Madrid, 1982.


Vía: analitica.com

Bertrand Russell: un aristócrata feliz



Cuatro matrimonios, tres elecciones perdidas para el Parlamento inglés, dos encarcelamientos, más de 30 libros publicados y un Premio Nobel a cuestas, son apenas algunos hitos a tomar en cuenta para evaluar el aporte de este testigo privilegiado del siglo XX.

Paola Romero.


Un genial alumno dijo una vez: "los libros de Bertrand Russell deben etiquetarse en dos colores; aquéllos que tratan de matemática y lógica, en rojo --de lectura obligatoria--, y aquéllos que tratan de ética y política, en azul --y nadie debería leerlos". Son palabras de Ludwig Wittgenstein, quien años más tarde criticaría la obra de su maestro en los etiquetados "rojos".

Sería errado acercarnos a la complejidad de un personaje como Russell desde esta postura radical. Algunos biógrafos han caído en la tentación de dividir el pensamiento de Russell en polos irreconciliables: por un lado el teórico y por otro el activista de causas sociales.

Una apreciación ponderada debe buscar una síntesis de su vida y su obra.

Cuatro matrimonios, tres elecciones perdidas para el Parlamento inglés, dos encarcelamientos, más de 30 libros publicados y un Premio Nobel a cuestas, son apenas algunos hitos a tomar en cuenta para evaluar el aporte de este testigo privilegiado del siglo XX.

El niño / El joven Su primer recuerdo, narrado en su Autobiografía, se remonta a la casa de Pembroke Lodge en febrero de 1876, sentado en una silla alta en la sala de la "servidumbre"; el niño Bertie percibe la mirada atenta de quienes le rodean, mientras toman el té. Huérfano a los 4 años, queda bajo la tutela de la abuela materna, de rígida moral puritana. En medio del aislamiento de su educación casera, descubre a los 11 años su "primer amor": comienza sus estudios de Euclides e inicia la relación más fiel de su vida, con las matemáticas.

Durante sus desdichados años jóvenes sumó a su interés por las matemáticas los del sexo y la religión. Producto de estas reflexiones, el joven Russell llena un cuaderno con sus pensamientos y dudas, transcritos en caracteres griegos por el miedo a ser descubierto. Allí se cuestiona a Dios y la inmortalidad del alma. Explora argumentos racionales sobre temas teológicos pero fracasa en el intento. El resultado es una inevitable pérdida de la fe y una gran tristeza. El espíritu que animó los "Ejercicios griegos" permanecerá en Russell toda su vida: un compromiso con la razón y una noción del deber que ello implica.

El ingreso a la Universidad de Cambridge en 1890, permitió a Russell decir lo que pensaba y dudar de todo, sin miedo a ser recriminado. Esta apertura intelectual fue un sentimiento casi "intoxicante". En esta época concibe la idea de escribir dos series de libros, una de filosofía y ciencia y otra de cuestiones sociales, con la idea de una síntesis final tanto científica como práctica. Se iniciaba un camino de reflexión que intentaría responder una pregunta filosófica esencial: "¿Puede el ser humano conocer algo y, de ser así, qué y cómo?".

El matemático Una vez confirmado su interés por las matemáticas y guiado por la aspiración de sustentarlas lógicamente, la vida de Russell en los veranos de 1903 y 1904 se resume en la empresa titánica que significo para él y para Whitehead la escritura y eventual publicación, en partes (1910-1913) de su libro Principia Mathematica. Russell trabajaba de 10 a 12 horas diarias; salía de vez en cuando a dar un paseo y volvía al poco rato, atemorizado de pensar que la casa se incendiase, y con ella el manuscrito. En los tres tomos que la conforman, se exponen sus ideas sobre la "Teoría de los Tipos", la famosa "Paradoja de Russell", y el intento de crear un lenguaje lógico que no padeciese de los accidentes del lenguaje natural y ordinario. Finalmente dio punto final a esta magna obra, y experimentó un "giro": "Desde ese momento fui menos capaz de lidiar con abstracciones, esto explica en parte el cambio de naturaleza de mi trabajo".

El activista No podemos hablar con justicia de Bertrand Russell sin atender a su faceta como activista político y hombre de acción. Desde sus iniciales lecturas de J.S Mill hasta su manifiesto antinuclear, en colaboración con Einstein en 1955, la evolución política de Russell se resume en tres etapas: la liberal utilitarista, la socialista (un socialismo no marxista); y finalmente la humanista y pacifista posterior a la Segunda Guerra Mundial.

El liberalismo inicial de Russell dio paso a un socialismo más bien idealista, basado en una crítica al marxismo ortodoxo y al ensayo revolucionario soviético, así como en un genuino deseo de mejorar la condición de los más necesitados. En sus diversos escritos sobre el tema, Russell insiste que el socialismo es una lucha, por medios pacíficos, hacia una democracia que garantice la justicia social, la inclusión y la distribución de riquezas.

Russell vio en la Unión Soviética una amenaza a los ideales socialistas, disfrazados del autoritarismo más atroz. Durante la Primera Guerra decide unirse al Partido Laborista, simpatizando con el ala "crítica y desapasionada" de los socialistas ingleses. Desde la prensa y otras publicaciones, el aristócrata Earl Bertrand Russell defendía un cambio que fuese producto de la humanidad que compartimos.

Todos sus escritos sobre estos temas están marcados por una "confianza aristocrática en sí mismo", que percibió Arnold Toynbee cuando lo conoció por primera vez.

Según Ray Monk, uno de sus biógrafos más críticos, la aproximación de Russell a la política y a los problemas éticos carecía de los estándares de rigor y claridad analítica que lo caracterizaban como filósofo. En política, Russell dejó de ser un teórico para convertirse en un hombre de acción, consumido por su idealismo aristocrático.

El hombre Una constante en la vida de Russell, tanto en lo intelectual como en lo personal, fue la búsqueda de la felicidad. Y producto de sus propias experiencias, llegó a la conclusión que no puede haber tal cosa como una "utopía de la felicidad": de allí su escepticismo crítico de las utopías sociales.

Dos guerras mundiales y múltiples desengaños no lo detuvieron. Decidió que es preferible vivir en este "mundo horrendo", y seguir luchando por su perfeccionamiento, antes que habitar la República utópica de Platón. Este es el Russell de buen talante que, leyendo una divertida novela en su celda, el carcelero manda a callar, pues "no se supone que los presos rían a carcajadas".

El niño solitario, el ateo resignado, el genio de las matemáticas, el objetor de conciencia, el militante pacifista, el aristócrata feliz son uno solo: Bertrand Russell. Un hombre que decidió comprometerse con sus ideas, que se caracterizó por su generosidad y coraje intelectual, y que dejó como legado una vasta obra (cabe citar Problemas de la Filosofía, Matrimonio y moral, entre tantos otros) que a la luz de nuestro tiempo, aún preserva notable relevancia e interés.

Al inicio de su Autobiografía, escribió: "Tres pasiones han gobernado mi vida: el anhelo del amor, la búsqueda del conocimiento, y la pena por el sufrimiento humano". Podemos afirmar, con serena confianza, que Russell dedicó su existencia entera a responder los llamados de sus tres pasiones, mostrando cómo el amor y el saber podían contribuir a hacer de la vida del hombre una experiencia más feliz.

Vía: analitica.com


miércoles, 29 de junio de 2011

Examined Life: Philosophy is in The Streets. [Documental con subtítulos en español]








El título de este documental alude a una sentencia de la Apología de Sócrates: “Una vida sin examen no vale la pena vivirla”. La propuesta de la directora Astra Taylor fue invitar a una serie de conocidos pensadores de la actualidad a que examinaran (e hicieran que el espectador examinara con ellos) algunos aspectos de la vida contemporánea que consideran relevantes. Por ejemplo, cómo actuar éticamente con el Otro sin apelar a un sentido trascendental (Avital Ronell), qué implicaciones éticas tiene no sólo lo que hacemos, sino lo que dejamos de hacer con nuestro dinero (Peter Singer) o qué implicaciones violentas tiene la naturalización que hemos realizado de algunos comportamientos corporales (Judith Butler y Sunaura Taylor). Una de las mayores virtudes de este documental es el diálogo que se establece entre el espacio físico que los invitados recorren y el recorrido de su pensamiento. Así, por ejemplo, mientras rema en un bello lago de un parque de Nueva York, Michael Hardt reflexiona sobre la necesidad de que se piense que otro mundo (diferente al de la globalización actual) sería beneficioso no sólo para los menos favorecidos, sino para los privilegiados, y mientras recorre un basurero, Slavoj Zizek habla sobre la ecología como una ideología conservadora. Además de los pensadores ya aludidos, participan en este documental: Cornel West, Kwame Anthony Appiah y Martha Nussbaum.







Vía: doclecticos.blogspot.com


La filosofia española se vuelca con 'los indignados'


Las divas del pop los prefieren marxistas





Tras salir a la luz la relación entre
Lady Gaga y el intelectual esloveno Slavoj Zizek, se conoce ahora el romance entre la joven cantante Ke$ha y el filósofo inglés Fredric Jameson.


Luego de dos años de noviazgo con Luc Carl, los rumores sobre la separación de Lady Gaga tienen en vilo a la prensa del corazón. Más aún, cuando en los últimos días se especula sobre la posibilidad de que la diva del pop tenga algo más que una amistad con Zizek, recientemente divorciado de su esposa argentina.

"El comunismo no conoce ningún monstruo" (en referencia al apodo de Lady Gaga de "Madre Monstruo"), escribió el filósofo en su blog, en el que llama a la artista "una buena amiga" y elogia su música.

"Lady Gaga entabló una fuerte amistad con el misterioso marxista Zizek Slavoj, conocido como 'el filósofo más moderno del mundo'. Fuentes allegadas revelaron que ambos pasan mucho tiempo juntos discutiendo sobre el feminismo y la creatividad humana colectiva", publicó el diario The New York Post.

Pero parece que la excéntrica artista no es la única que posó sus ojos en un filósofo marxista. La joven cantante estadounidense Ke$ha, de 25 años, acaba de iniciar un romance con Fredric Jameson, un crítico y teórico literario que le lleva más de 50 años de edad. "No se podría pensar que había tantas cosas de qué hablar. Le encanta hablar", declaró la artista.

Hace tres semanas, en una fiesta en los Hamptons organizada por la actriz Ashley Tisdale, Ke$ha arribó en compañía del especialista en posmodernidad. "Es profesor en Duke, así que lo de la larga distancia es difícil", sentenció.


Vía: america.infobae.com

Amo, luego existo. Los filósofos y el amor. [Reseña]




LUIS FERNANDO MORENO CLAROS


Filosofía. El gran Sócrates tuvo a su Jantipa, que le voceaba y lo trataba de haragán; Aristóteles se casó feliz con una esclava que lo adoraba; Kierkegaard escribió incisivos estudios sobre el matrimonio tras romper su noviazgo con una bella muchacha; al pesimista Schopenhauer le encantaban las mujeres, pero con su feo rostro y su poca alegría vital no le hicieron ningún caso; Schelling tuvo apasionados romances "románticos"; cuando Hegel consiguió "una mujercita" y un puesto funcionarial, consideró que había logrado "lo mejor de la vida"; Unamuno, Ortega y Zubiri fueron pensadores y metafísicos fielmente casados con esposas tradicionales.

Como ellos, el resto de los filósofos, en cuanto personas con sentimientos, vivieron sus más y sus menos en lances de amor. La tarea de pensar nunca debería constituir un impedimento para amar, sino todo lo contrario, ya que ambos infinitivos son complementos necesarios e imprescindibles: sin amor, la actividad del pensamiento cojea enfangada en servilismos o cual aborto del ego ensoberbecido y absoluto. Por aquí van los tiros del último libro del filósofo barcelonés Manuel Cruz, galardonado con el Premio Espasa de Ensayo 2010. Si obviamos lo kitsch de la cubierta, el volumen es atractivo e invita a reflexionar con amenidad sobre el amor. Cruz ensaya el tema desde dos perspectivas: una histórica, al rememorar las biografías de algunos filósofos clásicos y otros contemporáneos y contar sus peripecias con el amor; y, otra, desde la actualidad, al repensar las viejas ideas que se desprenden de tales historias amorosas y constatar su vigencia en una sociedad moderna en la que también las formas del amor han evolucionado aunque la esencia continúe siendo la misma de siempre. Platón, San Agustín, Pedro Abelardo y Eloísa, Spinoza, Nietzsche y Lou von Salomé, Sartre y Simone de Beauvoir, así como Heidegger y su alumna judía Hannah Arendt, y al final, el temible Foucault, son los personajes que el lector conocerá mejor a lo largo del libro.

Cruz rememora sus vidas centrándose en el somero análisis de sus pasiones amorosas y en las reflexiones que los protagonistas enamorados efectuaron sobre el amor. Son historias muy distintas, que el autor tampoco trata por igual. De algunas proporciona más información que de otras, pero lo principal es que consigue presentar ante los lectores a unos cuantos filósofos como seres humanos que vivieron con rotundidad los rigores, las alegrías y las desilusiones del amor. Su recuerdo sirve a Manuel Cruz para aclarar y expresar sus propios pensamientos sobre el amor. El tema es inabarcable, la experiencia del enamorado, única, pero también universal; de ahí que pueda teorizarse sobre ella y que todos los intentos de hacerlo con cierto rigor sean siempre bienvenidos.

Amo, luego existo. Los filósofos y el amor

Manuel Cruz

Espasa. Madrid, 2010

250 páginas. 19,90 euros

Vía: ElPais.com

Hanna Arendt, una metafísica de la política





Roberto Simancas (robertosimancas@gmail.com)


Esta alemana de origen judío, es heredera de su tiempo. Nacida en el año de 1904, vivirá el avance del socialismo a la soviética, el fascismo alemán y, por supuesto, la creación del estado israelí. Formada con el idealismo moderno de la intelectualidad europea: Martín Heidegger, Edmund Husserl y Karl Jaspers, la mujer recreará la política desde su visión de cátedra, atizada por la persecución en caliente de los herederos de Moisés. Decíamos idealismo, pues, la filósofa no hace más que regresar en crítica de los filósofos clásicos griegos, para más que superarlos, dar una visión de política, donde conceptos como la natalidad, son el germen para la acción, acción que en ningún momento pone en tela de juicio la sociedad, sus contradicciones sociales, a lo sumo la intelectual asoma un reencuentro desde una diversidad anómica. Al descontextualizar el hecho político, reducirlo sólo como una posibilidad para estar juntos y de ese modo elaborar un mundo más transparente para la verdad, la filósofa piensa que la política es entonces un problema axiológico; donde las categorías del poder y la violencia sólo serian excrecencia de una labor, que no trabajo productivo del conglomerado social.

La historicidad salta a la vista. El discurso político de Arendt no es gratuito, no se olvide que la escritora será en su residencia norteamericana vocera del movimiento anti-comunista, bajo el soplo del anti totalitarismo en Checoslovaquia y de una militante de la causa judía; sin poner en tela de juicio el sionismo como perversión de un pueblo, que se cree el predestinado en función del mito del viejo testamento. Ello explica que su concepción de la historia es la perplejidad, el asombro ante la posibilidad del holocausto, sin que para nada entre en las contradicciones capital-trabajo, que se ponían a flote en los dos conflictos bélicos. Por lo que su crítica al supuesto historicismo de Carlos Marx, no es más que negación simplista a una concepción que se fundamenta en lo más granado del humanismo occidental, subyace en el pensamiento de Marx toda una corriente totalizadora, que no enajenadora del hombre en tanto productor económico, pero que no se reduce al mismo. No obstante la politólogo consecuente con su visión pequeña burguesa del hecho político, no remite a que “teorizar tiene que ver con reencontrar, recuperar y destilar un sentido que se ha evaporado”(Arendt, Hannat: p. 2); es decir, la política para ella es recuperar una originalidad-aunque ella lo niegue, especie de los arcanos metafísicos, para en asepsia tomar el camino de la pureza en el acto político del día a día; mas su contradicción es evidente al señalar en otra párrafo “Soy una especie de fenomenóloga”(Parekh, Bhikhu: p. 60), que demuestra a las claras que su discurso no es más que continuación con variante de la clásica disputa entre idealistas y materialistas, que se escenifico en la Grecia Antigua con Sócrates y Demócrito, en sí, es el mundo de las ideas per se o la acción contradictoria de los hombres, lo que marca su trajín histórico.

Arendt destila más que contradicción, un pensamiento justificar desde su posición de clase. Así tenemos que la realidad en la autora no es un objeto de pensamiento, sino precisamente aquello que la activa. Sentencia que mueve a risa, bien se sabe el planteamiento correcto debe ser la conjugación de un objeto que está fuera de mí, que quiero aprehensar y puedo hacerlo; ni realismo, ni teoría del reflejo, simple articulación del sujeto cognoscente, quien armado de herramientas como el método, la razón y la lógica, debería conocer la cosa en sus relaciones, interrelaciones y dinámica con el entorno y hasta consigo misma. Más posiciones como la de Arendt, con la caída del bloque soviético han tomado auge, no es gratuito que en el campo de la investigación de la historia, en la corriente que se llama Historia al Debate, se hable de la imposibilidad de la cientificidad, para refugiarse en los límites del conocimiento científico, y reducir la historia a suma de diarismo y conexiones en redes, de ese modo se desarticula cualquier posibilidad de aprehensar la totalidad de las contradicciones de cualquier objeto de estudio.

Por último, se hace pertinente relacionar la ideología filosófica y política de Arendt y compañía con la escuela de Frankfurt. Un intelectual de la talla del difunto Erich Fromm, entre sus libros Marx y el Concepto del Hombre, seria pertinente para confrontar dos visiones, que más allá del tiempo transcurrido se cuelan en la llamada postmodernidad, donde los intereses siempre presentes, se hacen concreción en llamados a la antipolìtica, el populismo, el liberalismo, el autoritarismo y el totalitarismo en casos extremos. Colateralmente y no creo estar fuera de lo expuesto, sino como reflexión ante la exposición del coordinador del seminario se debe debatir temas como: ¿Es el existencialismo un humanismo? El suscrito cree que no, para lo cual se impone confrontar el pensamiento de Arendt con el filósofo Adam Schaft: ¿Es el pensamiento de Arendt realmente nuevo, o no es más que recreación metafórica de lo que otras ya han dicho? Pongo el caso de Venezuela, donde los supuestos revolucionaros en el poder venden al finado Ludovico Silva como el plus ultra del conocimiento marxista, con aquello de la plusvalía ideológica, y resulta que toda su obra no es más que recreamiento y síntesis muy bien hecha de pensadores como Erich Fromm y Herbert Marcuse entre otros; se hace pertinente diferenciar la noción de acción de Arendt como mera despertar, natalidad, para un recuentro, donde por arte de magia el hombre toma sendero en la diversidad, y la nación marxista de la acción como categoría fundamental del universo, que en el caso especifico de su dialéctica histórica significa transformar confrontando objetividad y subjetividad, las relaciones económicas de producción.

En sí, Arendt finaliza delatándose a pesar de su anti marxismo, en carta a Karl Jaspers: Sospecho que la filosofía no es totalmente inocente de este lío”(Kohler, L. y S. Saner: p. 160); de segura la escritora entendió la mentira de una Platón, para quien “la verdad no puede ser comprendida más que por una élite, en otras palabras, por los estratos más poderosos de la vieja aristocracia” (Celis, Augusto: p. 91); o bien haber conocido en carne propia como su amante el filosofo Martín Heidegger delataba a su maestro Edmund Husserl y a ella misma, quien debió correr al exilio; sin que el correr del tiempo su enfermizo amor, deseo y esclavitud al maestro, le impidiera confrontarlo no sólo en el acto académico, sino en la denuncia de su comulación con el totalitarismo cierto de Nazismo. La filosofa como hija de su tiempo, tuvo lo que los sicólogos llaman una disonancia cognoscitiva, es decir, amando la libertad, su obsesión la hizo esclava amatoria de su verdugo.

Libertad, Acción y Verdad en Hanna Arendt

Al reducir Arendt la libertad a un mero problema particular, se está en presencia en una inversión de la realidad, cosa que la filósofa agrava al plantear la acción como un principio de libertad y no de necesidad. Más allá de los simplismos de la libertad como mero acto de elección, de su asociación con la responsabilidad, caso griego, se hace pertinente señala siguiendo a Federico Engels: “La libertad consiste en comprender la necesidad” (Anti-Duhring, p. 161). Al seguir descontextualizando sus categorías, la intelectual se niega a comprender la necesidad, principio primero para asir la libertad; planteamiento en ella comprensible, si se considera que su concepto de acción se encierra en una natalidad, especie de alumbramiento, que por reminiscencias milenaristas- de seguro proveniente de su origen judía- cree conseguir la liberación en un esplendor mesiánico, un alumbramiento del ser que llevaría al hombre al reino de la libertad, como a su pueblo israelita a la redención por los siglos de los siglos.

Nos sigue diciendo que es gracia a la acción y a la palabra que el mundo se revela como un espacio habitable, un espacio en que es posible la vida en su sentido no biológico. Si bien consideramos que en un principio fue la acción y no el verbo, en antítesis con la visión judeo-cristiana; la acción en Arendt esconde coartadas sutiles, pues, la acción no es gratuita, un don del ser; es contradicción de actores sociales, donde hasta el lenguaje queda impregnado de mitos e ideologías, que justifican acciones, que no son actos de libertad, sino de enajenación de unos contra otros. Pero su intimismo filosófico es tan arraigado, que acaba por decirnos que la acción se distingue por su constitutiva libertad, por su imperceptibilidad; cuando se sabe que ninguna acción es gratuita en el reino de las contradicciones violentas, que caracteriza nuestras sociedades.

Anclada en sus categorías chispeantes, aborta la posibilidad de asumir una concepción dialéctica del mundo y del entorno histórico; Arendt se nos refugia en una especie Revolución de la Esperanza, cuando plantea que quizás la política tenga como misión elaborar un mundo más transparente para la verdad, como la creación de Dios. Una política sin actores, sin disputas, que en mágica conversión cual Pablo en el desierto, harían el hombre nuevo, confesó en una justicia con verdad. Y aunque el problema axiológico y ético que plantea de que no basta una justicia sin verdad, es acuciante hoy y en todos los tiempos; para alcanzar ese estadio se impone para ello ir quemando etapas de infantilismo en la humanidad, ya como diría Mao Tsentung: El marxismo-leninismo no ha agotado en camino a la verdad, sino que en el curso de la práctica abre sin cesar el camino hacia su conocimiento (Pág. 35). Pensar en la verdad verdadera de las acciones en la política, hace de Arendt más que una filósofa de la política, una ideóloga de la teología política, en aras de La Ciudad de Dios de San Agustín.

¿Quiénes pueden hacer política en Arendt?

La escritora Arendt después de llevarnos a su angustia de perplejidad y su reconciliación con la historia mediante la natalidad, nos da la salida para experimentar el reencuentro de los hombres en el espacio público: Los literatos en escena.

Arendt toma como paradigma al literato Homero, sinónimo para ella de imparcialidad, verdadero constructor del imaginario del pueblo griego, como sería Gabriel García Márquez con su Macondo, para América latina. Pero a quién le canta Homero, tomamos cita de Augusto Celis: “En una obra como la Ilíada, podemos ver como a través de Ulises, Señor de Ítaca, se expresa todo el cuadro de las relaciones de poder. Ulises es un importante subordinado de Agamenón, pero frente a los príncipes de Ítaca, Ulises es el rey. En tanto el Oráculo de Delfos pertenecía familias reales, ya que el lazo de consanguinidad había desaparecido; por lo que todo apunta a vínculos de fuerzas y obligación a seguir al otro por motivos económicos y militar (p. 61: parafraseo). Arendt sin fortaleza para adentrarse en la política como gestión pública, que implica planificar con base en recursos escasos, decidir, excluir e imponer en función de las correlaciones de fuerzas, nos vende entonces la lira y la musa, que con sus encantamientos son los verdaderos hacedores de la política con su justicia y verdad. La coartada de Arendt es evidente.

Si nos acercamos a la era moderna se nota que los literatos jamás han sido neutros en sus producciones, casi siempre sus creaciones no son más que recreamiento para el poder, un ejemplo de ello es el género de la epopeya, la literatura nace como un canto al poder y la Ilíada y la Odisea son un ejemplo, como el Mio Cid en España. En el caso especifico italiano un paradigma jocoso es el poeta italiano Filippo Marinetti (1876-1944), “fundador y principal exponente del futurismo; quien ensalza el peligro, la energía, el valor y la guerra, y rechaza los museos, las universidades, las mujeres y la moral convencional. En 1915 aclamó a la I Guerra Mundial como el más bello poema futurista jamás escrito y, tras publicar una colección de poesías titulada Guerra, la única higiene del mundo, se alistó en el ejército italiano como oficial. Marinetti ingresó en el Partido Fascista en 1919 y lo cantó repetidamente, diciendo de él que era la extensión natural del futurismo, sobre todo en su libro Futurismo y fascismo (1924). (Ver Microsoft ® Encarta ® Biblioteca de Consulta 2002: parafraseo). Igual paradigma se encuentra en el poeta y dramaturgo Gabriele D Anunnzio, quien sirvió como poeta oficial del fascismo italiano.

Es evidente que Arendt no puede dar un salto real a la política, su ideario de la misma es un encierro en su mundo escritural, que trata de compaginar el mesianismo en espera, de los judíos, junto con una racionalidad que con la cual no es consecuente.

La libertad según Arendt es un problema de particularidades, nada asoma en la filósofa que diga que la conciencia social la forja el hecho de ser social. Ella espera cual Parusía que la iluminación venida de una natalidad, vaya forjando por arte de magia una conversión cual Pablo en el desierto, la marcha de una humanidad a su redención milenarista. Bien se sabe que la libertad significa comprender la necesidad

En ese contexto la filósofa drena su angustia y da como salida un milagro ante la perplejidad que le produce la capacidad necrófila del hombre. Se propone entonces la intelectual romper con lo que en el derecho se llama la verdad procesal e ir a la verdad verdadera, en sí, que todas nuestras acciones deben ser verdadera. Y aquí se puede ir desmembrando las coartadas de la teórica, quien en ningún momento asoma categorías como ciudadanía, intereses y cree que el descanso de ese guerrero, será una acción quietista; cuando todos los hombres en uno, hayan hecho acto de confesión y piedad suma.

Perdida Arendt en su concepción de la política como mero accionar aséptico, sigue descontextualizando su discurso de la realidad económica-histórica. Pienso que esta intelectual, no es más que la continuación del idealismo transcende inaugurado por Fitche, llevado a extremo por Nietsche y hasta traído con irreverencia por Jean Paul Sarte. Temas para el debate plantea Arendt, es evidente, como el aludido carácter ético-moral de la gestión pública, la libertad como acto supremo de autonomía, pero siempre referido, agregamos a un individuo consciente y en gran medida desajenado; sin que ello signifique avalar un intento de teorizar sobre la política, que trastienda no es más que un salto de la filosofía, de nuevo como hija de la teología.

Resumen Crítico de ¿Qué es la política de H. Arendt?

La política la entiende la filósofa Arendt como acción en libertad en el ámbito público. En primer término su concepto de acción trata de darle sentido diferenciando labor y trabajo, asociando el primero al uso, siempre consumo y el otro, a la productividad. Sutilizas de Arendt para obviar que esconde el hecho labor o trabajo, que no es más que plusvalía económica; de ese modo arremete contra un supuesto historicismo de Carlos Marx, que no es más que su clara posición de clase. Creyendo haberse librado de lo concreto la escritora asume ahora la política como espacio que tendría como misión hacer más transparente la verdad, para lo cual asocia justicia con verdad; destruidas en su esquema nociones como clase social y hasta ciudadanía, nos vende la política como asepsia de pensamiento, como diciéndonos cual mito cristiano: La verdad os hará libre.

Desde su perplejidad ante la realidad histórica entonces piensa que sólo el milagro nos dará la iluminación, asépticos los hombres podrían hablar política con mayúscula, cosa que cree encontrar en los literatos, paradigma de imparcialidad. El canto de Homero es su modelo, cuando sabemos que los letrados son otro humano cualquiera, al lado de un ermitaño como Fray Luís de León, se tiene al lado un Marinetti; propuesta vacua como aquella de Platón de quienes pueden hacer república son los filósofos, salida de una angustia que no acaba en búsqueda de los hombres confeso en verdad. Planteamientos bizantinos de la autora le sirven para ahondar su subjetividad, asociar realidades diferentes como el totalitarismo alemán y el totalitarismo ruso; su sesgo le sirve para arremeter contra Marx y Lenìn, descontextualizando las ejecutorias de estos. Un poco más terrenal nos lleva a un lenguaje siempre sutil entre la guerra como prolongación de la política de Carl Von Clausewitz, a su consideración de “que vivimos una paz de que no permite que suceda nada que haga imposible la guerra”; así su ubicar la realidad del conflicto, de los intereses económicos de clase, de la tecno estructura económica diseñada por las transnacionales y los actores políticos, donde la maquinaria de la guerra domina la inversión de capital, para asegurar un modelo de explotación basado en una economía de cambio, reduce la política casi en su final a mera actividad orientativa.

Drenada al parecer su angustia por el hecho evidente de la guerra y el totalitarismo, Arendt aterriza definitivamente pero de modo sesgada, por casi todo su pensamiento. En los elementos constitutivos de la política: sentido, meta y acción; plasma sin entender la verdadera vertiente de la política en un ámbito público, que violento o contradictorio según quien domine el apartado del estado, siempre los gestores políticos deben tener presente, como son el plan, el presupuesto y la participación alienada o no del ciudadano; pues, la política sin esquematismo se centra quiérase o no “es interacción entre los diversos actores sociales., que por intereses enfrentados, luchan por acceder o influir sobre el poder público” (Molina, Ignacio: pág. 96). La política en Arendt no es más que reduccionismo de una intelectual turbada por su tradición judía, donde se nota algunos atisbos conceptuales materialistas, que en ningún momento finalizan de aterrizar, por lo que siempre permanecen en su angustia de relicario.

Bibliografía:

1. Arendt, Hanna. ¿Qué es la política?

2. Burk, Ignacio. Filosofía. Ediciones Insula. Caracas, Venezuela: 1973.

3. Celis, Augusto. Desarrollo histórico del conocimiento. El Cid Editor. Colección Metodología. Buenos Aires, Argentina: 1978.

4. Ferrater Mora, José. Diccionario de filosofía. Editorial Ariel. Colección Ariel Filosofía. Tomo II. Barcelona, España: 2004.

5. Garay, Juan. Historia Universal. Edita el autor. Caracas, Venezuela: 1984

6. Molina, Ignacio. Conceptos fundamentales de ciencia política. Alianza Editorial. Colección Ciencias Sociales. Madrid, España: 1998.

7. Arendt, Hanna. ¿Qué es política?. Editorial Paidòs. Barcelona, España: 1997.

8. Engels, Federico. Anti-Duhring. Editorial Ayuso. Madrid, España: 1978.

9. Tsetung, Mao. Cinco tesis filosóficas. Ediciones en Lenguas Extranjeras. Pekín, 1971


Vía: analitica.com

La construcción de la verdad [Entrevista a Gianni Vattimo]




“Entre uno que miente por el amor del proletariado y otro que miente por amor a las putas, como Berlusconi, hago una diferencia”, afirma en este diálogo el filósofo italiano, para quien, de la religión a la política, “decimos que encontramos la verdad cuando nos pusimos de acuerdo”. De paso por Buenos Aires, Vattimo analiza las ideas centrales de sus dos últimos libros y reflexiona sobre la relación entre eso que llamamos verdad y el poder.


POR Hector Pavon - hpavon@clarin.com


Gianni Vattimo va en auto a Ezeiza y lleva una valija que prácticamente no abrió. Estuvo sólo unas horas en Buenos Aires. Las cenizas volcánicas le impidieron llegar a tiempo para cumplir con su agenda y estuvo detenido en el tiempo en Río de Janeiro. Apenas llegó a Buenos Aires, compartió un panel con Ernesto Laclau, Jorge Alemán y Jorge Coscia en la Casa del Bicentenario, dentro del ciclo “Debates y combates “ de la Secretaría de Cultura de la Nación.

En su bolso de mano trae dos libros recientes de su autoría: el diálogo con el antropólogo francés René Girard ¿Verdad o fe débil? y Adiós a la verdad .

Dos libros que interrogan lo verídico y lo cruzan con la vida y el mundo de hoy.

En el camino de retorno, Vattimo lleva en sus manos un puñado de papeles que componen la ponencia que leerá en Londres. Tema: la plegaria. De ella habla al referirse a la verdad en un corte transversal con la filosofía, la política, la religión y la ciencia. Mientras recorremos la geografía común internacional en la ruta hacia el aeropuerto, Vattimo brinda un relato verdadero. Una interpretación creíble.


En su libro “Adiós a la verdad” dice que la cultura actual se ha despedido de la verdad. ¿Es realmente una mala noticia?

Yo sostengo que hay algo bueno en el sentido de que, si llamamos verdad a la intuición inmediata de los principios primeros de los que todo depende, el hecho de no tener más la ilusión de lo que es la verdad, es casi como decir adiós a la violencia. ¿Me comprende? Casi todas las violencias históricas más graves no se limitan a ser reacciones emotivas de uno. Hitler no fue alguien que odiaba simplemente a los judíos. Encontró una teoría general que estableció: necesitamos matar a los judíos. Lo que significa que en la violencia histórica siempre hay un plus de carga teórica. Empezando por esa frase que se le atribuye a Aristóteles: soy amigo de Platón pero soy más amigo de la verdad .

Esa es la historia de la verdad. Eso es lo que la Iglesia siempre dijo cuando quemaba a los herejes durante la época de la Inquisición: no tenemos nada en su contra pero antes que violar el derecho o la verdad, matémoslos. Podemos imaginar que Aristóteles habría podido decir: desde el momento en que Platón enuncia errores yo lo discuto, si después continúa trato de acallarlo y si sigue, quizá por el honor de la verdad, lo mato. Hoy ocurre que quien produce violencia se justifica con una razón metafísica. Por ejemplo el bombardeo sobre Irak; todas las guerras llamadas humanitarias no son guerras normales. Es como si uno dijera: hay un pedazo de tierra, que nos disputamos, hagamos una guerra para quedárnoslo. No. Decimos que los otros son criminales y nosotros los matamos, los ajusticiamos, los metemos en la cárcel. Incluso en la política mundial hoy no hay nadie que diga: esos son nuestros enemigos porque tienen el petróleo que nos sirve. Para bombardear Libia se acusa al gobierno de violar los derechos humanos. Sí, pero se violan en muchísimas otras partes del mundo. ¿Por qué bombardean sólo ahí? La ideología de la criminalización del disenso es la que triunfa en la globalización. Y ése es sin duda uno de los motores del discurso sobre la verdad. El otro es que, teniendo en cuenta estos hechos objetivos políticos, sociales, de esas experiencias colectivas, la filosofía asumió que la verdad definitiva, esa que pretende ser la evidencia primera y última, es sólo un acto de fuerza hasta cierto punto. Se establece en base a un poder, por ejemplo con el poner fin a las preguntas de los niños. ¿Quién creó a Dios? ¿Quién creó el mundo? Llega un momento en que el padre le dice: Basta, no hagas más preguntas. Ese es el concepto de los primeros principios. Se puede preguntar hasta cierto punto. ¿Por qué? Porque el resto es natural, es así y no se puede discutir más.


Pero, ¿quién es el que decide que no se puede discutir más?

Eso nunca es un acto teórico; es un acto de fuerza. Es decir, la verdad objetiva pertenece a quien ostenta el poder, fundamentalmente. Siempre he compartido la idea de metafísica de Heidegger. Es decir, la idea de que hay una verdad objetiva que todos debemos reconocer y que no tiene en cuenta la idea, en cambio, de que nosotros siempre interpretamos. Siempre somos sujetos interesados frente a algo que ya es un evento, no es la estructura objetiva del ser. Son sucesos históricos, otras personas que nos dicen algo que nosotros podemos aceptar o rechazar. Esa es la interpretación. Ahora, Heidegger siempre criticó la metafísica pensándola así pero no era claramente consciente de que lo que él estaba criticando era la autoridad. Descartes mismo, cuando dice “pienso luego existo” realiza un acto de conciencia de un principio absoluto. Pero en definitiva, se lo ve perfectamente por la continuación del discurso. ¿Por qué debo pensar que la evidencia de conciencia sea un signo de verdad? Porque está Dios que no me engaña. De nuevo hay un principio de poder que garantiza que la verdad de la evidencia de una proposición que yo pienso es signo de verdad, pero no por sí misma. Justamente porque hay una autoridad que la garantiza.


Esa autoridad, ¿está vigente?

El mundo posmoderno entró en crisis porque ya no hay una autoridad central. La filosofía europea avanzó como filosofía del progreso, de la historia, de la verdadera humanidad mientras existió el eurocentrismo, pero cuando los pueblos que nosotros llamábamos primitivos se rebelaron y nos impusieron dejar de llamarlos así, fue muy importante el papel de Lévi-Strauss que utilizó la lingüística de Saussure para describir las culturas como organismos de signos, de normas, etcétera, cada uno con su propia legitimidad. Si la cultura de los llamados salvajes del Amazonas pudo durar tanto es porque rige y tiene los mismos derechos que la nuestra. Las culturas no están todas sometidas a una sola. Terminó la época del universalismo general del pensamiento europeo. Y eso es lo que Nietzsche describe como el nihilismo, la muerte de Dios, etcétera. Ya no se puede hablar de la verdad, sino de las verdades.


¿Por eso concluye que la verdad absoluta es más un peligro que un valor?

Decididamente sí, en el sentido de que nunca he visto a un nihilista haciendo una guerra por la religión, pero he visto a muchas iglesias o incluso personas con principios metafísicos, hacer guerras, Bush, el papa, los papas del Renacimiento, las Cruzadas, todo, siempre se hizo en nombre de la verdad. Y en nombre de Dios lo cual es todavía peor.


Tenemos una verdad absoluta y otra interpretada. En ambos casos es algo peligroso porque surge la dominación como consecuencia directa de la imposición de las dos verdades...

Primero, la verdad absoluta es, sin ninguna duda, falsa porque no quiere reconocer que es verdad interpretada. Luego, cuando alguien dice “te estoy diciendo la verdad”, tenés que prestar atención de no creerle. Si alguien te dice: Y o lo pienso de esta forma, puede convertirse en un problema de negociar, en cambio, si te dice: Yo lo pienso así y es tu jefe, es difícil que negocies; si él te dice “yo lo veo así”, tenés que estar atento. Siempre se puede disentir, pero depende de la relación de poder que tengas. Ese discurso del jefe y la verdad, la interpretación y el dominio, siempre es un problema referido a si podemos prescindir de la verdad absoluta. Hay un dicho italiano para bromear sobre quienes le temen al relativismo: “Eh, señora mía, ya no hay más religión”. Lo que quiere decir, ya no hay verdad absoluta. ¿Cómo hacemos? Para vivir en sociedad, necesitamos un acuerdo. Y mejor que sea una verdad democrática que una autoritaria. Ese es el verdadero problema. En el Leviatán, Hobbes dice que salimos del estado de guerra de todos contra todos atribuyendo el poder a un soberano. Ese soberano hoy es elegido a partir de un acuerdo sobre una Constitución. O sea que siempre hay un momento autoritario en la existencia, incluso en el nacimiento. Nadie me preguntó si quería nacer o no, pero nací, ahora debo hacer de la necesidad virtud, como se dice. Y por lo tanto es necesario imaginar en cierto modo esa situación: que ninguno de nosotros vive nunca desde el origen, es decir, ninguno de nosotros vivió nunca el pasaje de la guerra de todos contra todos al estado cultural, al estado político. Sino que vivimos en una situación en la cual esa imagen determina nuestra vida. Es decir, nos movemos dentro de una condición en la cual estamos de acuerdo, pero digamos que hasta cierto punto. Yo no puedo aceptar todo lo que la sociedad me impone. Por otra parte, los que quieren imponerme esto también me dicen “entonces, sé un salvaje”. Calma. Yo me convierto nuevamente en un salvaje cada tanto para discutir la constitución, los principios, las leyes, etcétera. Es decir, no discuto que tenemos necesidad de la verdad. La verdad sería una forma de última instancia, como un tribunal, que debemos no obstante instituir, es decir que debemos fundar democráticamente, y no aceptarla como si fuera un hecho natural. Toda la lucha moderna contra el derecho divino de los reyes, por ejemplo, era ésa. La idea de que tiene que haber un soberano, porque de lo contrario no se hace ni el código vial, debe surgir de que ese soberano dependa más de nosotros, no del hecho de que ya está ahí y de que tiene el derecho de Estado. Todo esto es importante porque se puede invertir lo que nosotros siempre pensamos: nos pusimos de acuerdo porque encontramos la verdad. Lo cierto es lo contrario: decimos que encontramos la verdad cuando nos pusimos de acuerdo. Es toda otra perspectiva que implica mucho más la libertad de los individuos y de las comunidades incluso.


Bush, Obama, Berlusconi, Zapatero, por ejemplo, construyeron una verdad política. Ahora, política y verdad es un matrimonio bastante complicado, ¿no?

Sí, lo que yo digo es que estos señores han justificado su autoridad con pretensiones de verdades objetivas. Como máximo, se puede pensar que una autoridad democrática como la de Obama no dice que debemos bombardear a Irán porque somos los buenos y ellos los malos. Es un poco más respetuoso de los derechos humanos pero no tanto. Yo no me escandalizo por el hecho de que la verdad se construya también políticamente. Entre uno que miente por el amor del proletariado y otro que miente por amor a las putas como Berlusconi hago una diferencia. Es decir, no digo que todos deberían ser absolutamente objetivos pero no sólo decir la verdad porque se convierte en un círculo vicioso porque, ¿quién establece si es verdad lo que dicen?


Luego, establecer la verdad es una decisión personal...

Yo decido estar a favor o en contra de una construcción de verdad social cuanto más la comparto. Depende de los grupos, las clases que la sostienen. Por ejemplo, en Italia tuvimos un referéndum por la energía nuclear. ¿Debo votar a favor o en contra? La primera respuesta que daría sería: escuchemos a los científicos. Pero los científicos no siempre están de acuerdo entre ellos. Entonces elijo al mejor, pero ¿y la autoridad para decidir eso? Finalmente, ¿qué hago? Elijo al científico que encuentro todos los domingos en misa o que es hincha de mi equipo. Elijo por afinidades. Es un discurso siempre de grupos y no es tan horrible porque ¿quiénes son los que no quieren aceptar la idea de que yo elijo siempre en base a afinidades históricas, culturales y amistosas? ¿A quién le parece escandalosa esa visión de la verdad? A los que ostentan el poder. Los que tienen el poder quieren que la verdad sea objetiva. Yo dije, una vez: tiene que haber una verdad objetiva porque de lo contrario no se puede ejercer el poder. Lo digo todavía. Ahora voy a Londres a dictar una conferencia sobre la plegaria a un grupo de teólogos. Les digo que paradójicamente Dios debe existir para justificar el poder de la Iglesia. O sea: decir que Dios existe objetivamente. No es que no se pueda dudar, es sólo un modo para afirmar el poder de los que hablan en su nombre. Que Dios no exista para todos, francamente, no podría importarme menos. Importa si cuenta para mí. Y todo eso me parece bastante importante. La verdad objetiva es siempre una función del poder que pretende que no es interpretación sino que es pura verdad. Y uno empieza a luchar un poco más contra esos tipos de autoridad absoluta.


Ahora, ¿qué pasa cuando la libertad tiene la capacidad de proponer una verdad contraria al sentido común?

Ese sí que es un problema. Todos los que me objetan dicen: ¿pero cómo? Si no existiera la verdad objetiva metafísica no podrías rebelarte contra el poder porque cuando lo hacés, lo hacés en nombre de una verdad diferente de la que sostiene el poder. Sí, pero puedo perfectamente pensar que cuando reivindico los derechos humanos, por ejemplo, en la Revolución Francesa contra los reyes, ¿los reivindico por amor al hecho de que son derechos humanos o los reivindico por amor a los que están a mi alrededor, apresados por esa autoridad? Una vez más, el revolucionario que se cree autorizado por el conocimiento de la verdad es tan peligroso como el autoritario en sí porque significa que en determinado momento en que rige la revolución no se permite hablar a nadie. En el fondo el estalinismo fue eso. Ahora pensemos si Stalin se puede reducir a esas cosas. El comunismo soviético, cuando se vuelve poder, fatalmente, creo, debe defenderse de los ataques de los países capitalistas pareciéndose cada vez más a sus enemigos incluso en el plano de la economía. Porque Stalin hizo una revolución industrial en 40 años. En los 50, Rusia competía con Estados Unidos en la carrera espacial y en el 17 era todavía un país agrícola, con caballos que arrastraban los trineos. Para llegar a ese punto tuvo que haber baños de sangre, transporte de poblaciones, defensa incluso contra la desunión interna del régimen, las purgas estalinistas, todas esas cosas.


Y esa ¿es una verdad correcta?

No la justifico, digo solamente que, entre otras cosas, todo eso nos salvó del nazismo porque sin Stalingrado, con los tanques armados, etcétera, el nazismo todavía seguiría vivo y en pie. Por lo tanto, ni siquiera la idea de que debo tener una justificación para rebelarme debe llevarme a pensar que entonces tiene que existir la verdad objetiva. Si no, me expongo al riesgo de convertirme en Stalin, dicho brutalmente.


Todos los días leemos en la prensa mundial, por ejemplo, toda la verdad: investigación especial…

Como WikiLeaks.

... sobre la política, toda la verdad sobre el mundo del espectáculo, sobre el fútbol…

Sobre Strauss-Kahn.


... ¿cuál es la idea, el concepto de verdad de los medios?

Digamos que usan la idea de verdad, a veces, cuando son honestos, sobre la base de testimonios directos. Es decir: hablé con Beckham que me dijo que traiciona a la mujer. Entonces, yo lo informo. Y eso para mí no está tan mal. El problema es que decir también una verdad sobre un hecho determinado, como diría Marx, puede ser desviante porque olvida todo el cuadro. En realidad, una verdad parcial, la verdad objetiva sobre un hecho parcial, a veces lo es, pero los diarios viven justamente de eso. Por ejemplo, dicen la verdad sobre Beckham, sobre el fútbol, sobre el espectáculo, pero no dicen en general quién es el dueño del diario. No lo escriben. Este diario pertenece a Berlusconi: Ça va sans dire . Ahora, esto es un modo no de despreciar la verdad descriptiva. Yo estoy contento cuando un diario me dice que llueve cuando llueve y no, que no llueve, obviamente. Prefiero eso. Pero no me conformo y ese es el principio de la transformación social. Después en lo que se refiere a las verdades de hecho siempre hay criterios para verificar. Por ejemplo, la verdad jurídica, cuando un tribunal termina condenando a alguien, ¿sabemos si fue realmente él el asesino? No, pero hay un sistema de verificación y falsificación por el cual según esos cánones, podemos decir que es verdad que fulano mató a la viejita. Y lo condenamos. Pero alguno puede decir, ¿pero qué pasó? En el fondo en nuestra vida social que haya una verdad convenida de alguna manera es útil porque tenemos criterios para establecer en los casos individuales como cuánto cuesta el taxi. Hay principios. Todo eso funciona muy bien para la vida práctica. Cuando se pretende, no obstante, modelar en base a las verdades, los valores, ahí hay diversidad de consideraciones.


¿Y en la política?

En la política la diferencia de opiniones no se puede superar tomando a un científico que nos diga cómo son las cosas. Incluso los economistas no están de acuerdo: sólo acentuar un hecho más que otro, quizá significa mandar a la ruina a Grecia o Portugal. Por eso, siempre existe ese margen de libertad de interpretación, que se puede sólo mediar con el consenso interpersonal, no con el ver objetivamente. Por ejemplo, no es que si se repite un experimento científico, va a implicar que las cosas son “así”; quiere decir que hay más gente que cree. ¿Eso significa que después de 100 experimentos conozco mejor la caída de la manzana? No. Quiere decir que no se desmiente, que funciona. Hasta Popper podría estar de acuerdo con eso. O sea que siempre hay una componente de consenso, de escucha del otro que justifica el coloquio interpersonal que nos hace hablar de verdad, entre comillas, “objetiva”, pero sólo una verdad subjetiva compartida y funciona muy bien.


¿Cómo se coexiste con la verdad de la religión?Esa que se manifiesta contra el divorcio, el aborto, los homosexuales, la fecundación in vitro...

Eso es una porquería. ¿Cómo decirlo? El problema es reducir los absolutos, incluso en el campo de las religiones. Allí donde las religiones se presentan como principios de verdad absoluta son en general religiones autoritarias. Como decir: Dios debe existir objetivamente porque si no el poder de la Iglesia no tiene base. Pero cómo, ¿debemos decir que Dios existe sólo por amor al Papa? No. De hecho es así porque hasta la madre Teresa de Calcuta decía que cuando se ponía a rezar le venían todas las dudas sobre la existencia de Dios, de Jesucristo. Pensemos si eso lo dijera el Papa, ¿vos le ordenás a la gente que no use preservativo, que no aborte, en base al hecho de que hay Dios o no? Por lo tanto, estos discursos sobre la ética de parte de las religiones son indicaciones generalmente útiles. Los diez mandamientos de Moisés sirvieron durante mucho tiempo en la vida de la gente que trataba de no matar, de no traicionar a la mujer o al marido... Ok. Pero que eso se convierta en un principio de una imposición incluso para las leyes civiles... Es decir: cuando la Iglesia ordena a sus fieles que no forniquen, es asunto de ellos; pero si lo ordena a todos, en nombre del hecho de que conoce la verdad de la naturaleza humana, es simplemente un hecho de autoritarismo. A veces el Papa habla de la antropología bíblica... ¿y con la astronomía bíblica cómo hacemos dado que Galileo fue perseguido en nombre de la astronomía bíblica? Ahora de la astronomía no se habla más, afortunadamente, pero se sigue diciendo que en la Biblia hay una antropología, una doctrina sobre el hombre, sobre lo que debe ser, y esa es otra estupidez. La Biblia no es un manual ni de antropología ni de astrología, no es nada de eso, no es siquiera un manual de teología. No es que nos explique cómo hizo Dios y entonces estamos más contentos. Nos dice que si queremos salvar el alma debemos hacer esto y aquello. Si creemos en la Biblia lo hacemos, pero no podemos tomar los principios del Vaticano y aplicarlos a la ley italiana porque esos son los principios de la naturaleza del hombre. ¿Cuáles son? Tonterías.


Usted habla también del cristianismo hedonista. ¿Retoma a Michel Onfray? ¿Onfray?

Quizá lo he sobrevaluado un poco. Es muy simpático, pero no sé hasta qué punto. Salió un libro de un teólogo americano llamado Fox, un ex dominico que fue expulsado de la orden, que escribe un libro titulado: En el principio fue la alegría y trata de transformar el negativismo de la ética cristiana en un hecho positivo. Yo creo que me gusta más un cristianismo hedonista que uno punitivo. ¿Debería ser mejor? ¿Por qué, si yo estoy haciendo el amor no debo pensar que Dios me ve? La gente se esconde. Si tengo una relación sexual, debo esconderme porque si no Dios me ve. No digo que podría hacerlo en la Iglesia, pero sólo por respeto a las convenciones. Del mismo modo que no hago mis necesidades en público: voy a un baño. Ahora, hay cosas que efectivamente no parecen decorosas desde el punto de vista de la relación con Dios. Masturbarse mientras se reza. A mí me ha pasado de pensar en rezar incluso si una noche llegando a un local equívoco... ¿Por qué no? Digamos que como no soy el padre eterno, no soy Dios, no puedo hacer como si todo esto no valiera nada, trato de atenerme a la disciplina social, al respeto por los otros, está bien; después si tengo que involucrar a Dios cada vez que uso o no uso el preservativo, francamente, me parece incluso una ofensa. ¿Qué tiene que ver? ¡Que se ocupe de sus asuntos!

Vía: revistaenie.com

martes, 28 de junio de 2011

La actualidad de Karl Marx [Podcast]









TRASMISIÓN:
Viernes 3 de diciembre, 2010.

INVITADO: Dr. Jean-Philippe Jáze. Profesor-investigador del Departamento de Filosofía de la Facultad de Humanidades, UAEM.






Vía: defilosofiayfilosofos.blogspot.com

Digital Humanities 2011

Ernesto Priani

La semana pasada tuvo lugar el congreso de Digital Humanities en la Universidad de Stanford en California, Estados Unidos. Como el año anterior en Londres, el evento reunió a quienes trabajamos proyectos de investigación y desarrollo en el área de Humanidades digitales. Esta vez, sin embargo, el congreso no me sorprendó tanto como el previo. En parte debido a la repetición de cierto tipo de proyectos y de discursos, pero también a yo ya no soy tan nuevo en esto. Por ejemplo, no encontré un proyecto que me volara la cabeza, como el de e-Aqua del congreso pasado, pero si muchos muy brillantes, consolidando metodologías y tendencia en las HDs. Algo particularmente llamativo fue ver por primera vez varios proyectos pedagógicos dirigidos a la formación de alumnos de licenciatura y no sólo grandes proyectos de investigación. En este tenor presentaron Desingcrea de la Universidad de Málaga, que mostró Nuria Rodríguez Ortega, o el presentado por el Wheaton College, que enseña a los alumnos a leer e interpretar textos utilizando TEI como herramienta (una idea que tomo para aplicarla a mi propia pedagogía el próximo curso de Historia de la Filosofía).

Como en todo buen congreso, uno encuentra cosas completamente nuevas inseperadas, que en este campo marcan verdaderos caminos por recorrer. Entre las cosas que más me llamaron la atención están los Platform Studies, investigaciones sobre las consolas de videojuegos y la forma en que estas se desarrollan, bajo qué principios, con qué impacto, etcétera. También me encontré con Cinemetrics una investigación que, a partir de una amplia base de datos sobre cine, extrae datos específicos sobre la duración de las escenas -por ejemplo- que llevan a conocer y descubrir tendencias históricas en la producción de cine. Así, por solo mencionar una conclusión llamativa de los investigadores de Cinemetrics, las escenas se han acortado con el paso del tiempo y actualmente son significativamente más cortas, que al inicio del cinematógrafo. Un dato duro para comenzar una interpretación sobre estética.

Hubo también herramientas digitales como Omeka, para crear bases de datos museográficos y la presentación de sitios de temas relevantes para mi, por su temática, como este sobre Casos médicos de estudio de la melancolía en el Renacimiento. Una publicación muy sencilla, pero con una sólida investigación detrás.

Por supuesto, la conferencia final de J.B. Michel and Erez Lieberman-Aiden sobre Culturomics abordó uno de los, ¿cómo llamarlos?, hallazgos más resientes de las humanidades digitales: el estudio a partir de grandes cúmulos de información estadística (de ahí la idea de “estudios econimicos” de la cultura), a través del books n-grams viewer.

El congreso tiene además un costado del que me gustaría hablar porque me parece muy interesante. Se trata de los aspectos prácticos del trabajo de las humanidades digitales: financiamiento, carrera de los humanistas digitales, formación de redes de humanistas digitales, que son también temas del congreso. Aunque en buena medida las discusiones de esos asuntos tocaban al grueso de los asistentes al congreso, estaban lejanos de la realidad de México. En promedio un proyecto de DH en Estados Unidos o Europa reciben fondos de 50,0oo dólares solo para iniciar (a veces pueden ser cuatro veces eso). Aquí el arranque alcanza, si va bien, los 15,000. Un proyecto internacional, con fondos mixtos, recibe un promedio de 43 millones de dólares. Inimaginable, aun aquí.


Algo semejante ocurre al hablar de la carrera del humanista digital: en estos países ya existe un perfil determinado para ello, en algunas universidades y la discusión giró en torno a las características de esos puestos, el perfil del HD, y temas relativos a ello. Aquí, aunque ya existen humanistas digitales, aun no hay primero una idea clara de lo que son, y por lo tanto de su perfil y de los problemas que laboralmente enfrenta. Nadie, por supuesto, los está aun buscando.

El punto es que el congreso organizado por la Alliance of Digital Humanities Organisations ataca también temas relevantes para la vida profesional de los miembros de esas organizaciones. Esto es algo que debemos considerar como algo central, en la organización de una red de humanistas digitales en México.

Vía: ernestopriani.com


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