Alain Badiou y el 15-M: “una modificación brutal de la relación entre lo posible y lo imposible”.

En su sesión del 25 de mayo de 2011 de su seminario “¿Qué significa cambiar el mundo?”, el filósofo francés Alain Badiou hace alusiones directas al movimiento 15-M y aporta algunos conceptos y juegos de distinciones altamente precisos, pertinentes y orientadores para pensar lo que (nos) está pasando.

Heidegger, el enemigo filosófico número 1.

Una reflexión crítica sobre el pensamiento de Martín Heidegger y su compromiso político.

Michel Onfray Filósofo aquí y ahora [Documental subtitulado]

Documental del canal Arte, realizado en 2008 sobre la vida del filósofo.

La actualidad de Karl Marx [Podcast]

Jean-Philippe Jáze. Profesor-investigador del Departamento de Filosofía de la Facultad de Humanidades, UAEM, nos habla de la importancia del pensamiento de Karl Marx.

Esbozo histórico de la filosofía mexicana del siglo XX.

Un recorrido por los más importantes pensadores de la filosofía mexicana.

Sartre: "La edad de las pasiones". [Película con subtítulos en español]

Película en dos partes hecha para la televisión francesa en donde se aborda la vida de Sartre y su inseparable compañera Simone de Beauvoir en medio de la rebelión en Argelia, la oposición en contra de De Gaulle y su vida amorosa, pasando por su visita a Cuba y Rusia y sus manifestaciones políticas..

Foucault por sí mismo [Documental con subtítulos en español]

Documental que ofrece un panorama de algunos de los temas principales sobre los que reflexionó Michel Foucault a lo largo de su vida. Este panorama se construye a partir de las propias palabras del autor, puesto que el documental en su totalidad está conformado por la ilación de fragmentos de declaraciones de Foucault, de algunos de los cursos que dictó y de citas de sus textos.

Zizek! El documental [Subtitulado en español]

Documental Zizek! realizado por Astra Taylor y protagonizado por el escritor y académico conocido en todo el mundo como “el Elvis de la teoría cultural”, el esloveno Slavoj Zizek, donde se explora su trabajo y excéntrica personalidad.

sábado, 19 de noviembre de 2011

Adela Cortina habla sobre el Día Mundial de la Filosofía.




Adela Cortina habla en el programna Punto de vista, sobre el día mundial de la filosofía.


Para escucharlo dale click AQUI.


O en el reproductor de abajo.






¿Cómo ejercer el pensamiento filosófico?




En estos dos libros uno de los más grandes pensadores de la historia de la filosofía, Martin Heidegger (1889-1976), no solo se enfrenta con la mejor teología alemana del siglo pasado, representada por el teólogo Rudolf Bultmann (1884-1976), sino también con dos clásicos de la tradición filosófica: Heráclito y Nietzsche. Aunque la correspondencia entre Heidegger y Bultmann (entre 1925 y 1975) se centra principalmente en la relación entre la filosofía y la teología, y los cursos de 1941-1942 están dedicados a algunos fragmentos fundamentales de Heráclito y Nietzsche, es el ejercicio filosófico en su significado más genuino el que está en el centro de estos dos textos admirablemente traducidos.

Durante su larga carrera Heidegger siempre recordó que la filosofía no es una disciplina positiva como la física o la sociología que, una vez comprendidos todos los principios y mecanismos, se pueden empezar a aplicar para obtener resultados, sino un "pensamiento sobre el pensamiento" donde no hay resultados. Aunque esto pueda parecer un juego de palabras, en realidad es lo que define la filosofía y la diferencia de las otras disciplinas donde el pensamiento está subordinado a las necesidades de las diferentes ciencias, ideologías o religiones. Esta subordinación es precisamente el mayor problema que el pensador alemán atribuyó a la filosofía de sus tiempos porque la llevó a olvidar su cuestión fundamental: la pregunta por el ser, por lo esencial, por la existencia de las cosas. Por estas razones, para ejercer el pensamiento filosófico es necesario partir del presupuesto de que la filosofía no es pensamiento o sabiduría al servicio de otras disciplinas, sino más bien "amor a la sabiduría" donde la verdad no se "analiza y aplica", sino que se "cuestiona e interpreta". Es en este contexto en el que Heidegger nos invita a "ejercer el pensamiento" interpretando sentencias filosóficas como las de Heráclito ("Si todo lo ente se desvaneciera en humo, entonces podrían ser las narices las que lo diferenciaran: lo ente en cuanto ente") y las de Nietzsche ("Verdad es el tipo de error sin el cual un determinado tipo de seres vivos no podría vivir. Lo que decide en último término es el valor para la vida") en la que el pensamiento no está subordinado, sino "liberado" por la pregunta de la existencia humana.

Esta misma determinación y este mismo ejercicio del pensamiento filosófico ocurren en la correspondencia entre Heidegger y Bultmann, quienes además de estar unidos por una gran amistad eran colegas en la Universidad de Marburgo en los años veinte. Aunque Heidegger respetaba la teología desmitificadora de Bultmann, prefería renunciar a las numerosas invitaciones que recibía del teólogo (para publicaciones y conferencias conjuntas), porque consideraba que la forma "óntico-positiva" con la cual su teología abordaba los problemas fundamentales de la existencia, no era compatible con su perspectiva "ontológica-critica", es decir, filosófica. Ejercer el pensamiento filosófico para Heidegger significaba también renunciar a colaboraciones independientemente de la amistad que subsistía con sus ilustres colegas, porque la forma de existencia "que pertenece esencialmente a la filosofía" tiene que ser ejercitada sin subordinaciones a intereses positivos como los de la teología.

Ejercitación en el pensamiento filosófico. Ejercicios en el semestre de invierno de 1941-1942.Martin Heidegger. Traducción de Alberto Ciria. Herder. Barcelona, 2011. 192 paginas. 19,80 euros. Correspondencia 1925-1975. Rudolf Bultmann / Martin Heidegger. Traducción de Raúl Gabás. Herder. Barcelona, 2011. 400 paginas. 35 euros.


Vía: ElPais.com

Vargas Llosa: La filosofía en el vestidor





Como todos los hoteles de la ciudad estaban llenos, la Universidad Libre de Bruselas me alojó en la casa particular de una pareja belga, Danielle y Michel Wajs-Waks, y debo a esa circunstancia una de las experiencias más estimulantes que he tenido: haber visto de cerca, y poco menos que olido y tocado, la manera como la cultura en general, y la filosofía en particular, pueden enriquecer y embellecer la vida de las gentes comunes y corrientes.


Aunque llamar a Danielle y Michel "comunes y corrientes" es bastante inexacto, pues, gracias a su amor a las artes, las letras y, sobre todo, a las ideas, ambos son personas bastante infrecuentes en el ambiente en que se mueven. Los llamo así porque ninguno de los dos se dedica profesionalmente a aquello a que entregan todas sus horas libres, un tiempo que se las han arreglado para preservar, como algo precioso e indispensable, en unas existencias enormemente atareadas en actividades que están muy alejadas de lo que se suele llamar el medio intelectual. Y, sin embargo, diré que en pocos amigos intelectuales, y conozco bastantes, he advertido un entusiasmo tan genuino y un aprovechamiento práctico tan feliz de lo que estamos acostumbrados a llamar cultura.

Todo lo que rodea a esta pareja parece impregnado de reminiscencias filosóficas, literarias o artísticas, empezando por la casa en la que viven, una construcción insólita en un barrio residencial bruselense de edificios decimonónicos o de principios del siglo veinte, inspirada en la vivienda que Ludwig Wittgenstein diseñó para su hermana en Viena. La amplia, luminosa residencia, de techos altos y cuartos rectangulares, rodeada por un jardín lleno de patos, tiene esculturas y pinturas modernas, y, por doquier, libros y revistas entre los que prevalecen los dedicados a la filosofía: la clásica y la moderna, la francesa, la alemana, la griega, la inglesa, y una gran variedad de diccionarios y manuales especializados sobre sistemas, teorías o filósofos. Revisé algunos de ellos y encontré que estaban anotados, con profusión de comentarios al margen, siempre con lápiz. La filosofía es la pasión de Michel Wajs, que nunca tomó un curso de filosofía en su vida, pues su formación universitaria fue la economía. Tampoco ha dictado jamás una clase, aunque sí asistido a conferencias y seminarios, siempre como oyente y, estoy seguro, tratando de pasar desapercibido. Nadie que lo oye hablar, con esa voz suavecita y algo tímida, relacionando constantemente la circunstancia del momento con ciertas afirmaciones, críticas o tesis venidas de algún filósofo o ensayista y apoyándose en éstas para explicar o entender mejor aquello de que se habla, se imaginaría que la vida de Michel Wajs ha transcurrido muy lejos de las aulas, las academias y las universidades.

Porque Michel Wajs es un hombre de negocios y, a juzgar por las apariencias, muy exitoso. Heredó una pequeña empresa de su padre, dedicada a diseñar y producir útiles de escritorio, y ahora que raspa los sesenta años, aquella firma ha crecido y se ha multiplicado gracias a su empeño y visión añadiendo a su catálogo una gran variedad de productos, desde objetos de viaje y de decoración hasta mobiliario, y sus clientes se extienden por todo el mundo, sobre todo en Asia, lo que lo lleva a tomar aviones con frecuencia. ¿Cómo se las arregla para leer lo mucho que ha leído y lee? Su caso prueba la gran mentira que dicen aquellos que se lamentan de no tener tiempo para leer todos los libros que quisieran, por las obligaciones que les abruman. Michel y Danielle -ella es médico y trabaja en un hospital haciendo investigación en bioquímica y diagnóstico- dedican muchas horas al día a quehaceres que los tienen alejados de su hermosa biblioteca y, sin embargo, han leído y leen con avidez y mucho, muchísimo, porque desde muy jóvenes descubrieron que los buenos libros son, además del mejor entretenimiento, una fuente incomparable de placer, un alimento gracias al cual la vida cotidiana, aun en sus manifestaciones más pedestres y rutinarias, puede ser mejor y vivida con más entereza y lucidez.

Esa pasión por la lectura que ambos comparten no los ha vuelto ni pedantes ni librescos. Detesto a esos exhibicionistas que andan por el mundo alardeando de lo que acaban de leer y estrangulando las conversaciones con sus citas impertinentes. No es el caso de los Wajs. Ambos son discretos, muy poco propensos a hablar de sí mismos -de hecho, tuve que sacarle con cuchara a Michel de qué modo se ganaba la vida- y las alusiones a los libros vienen a sus labios con absolutanaturalidad, generalmente con alegría, porque esto que estamos viendo, o comentando, o recordando, ¿no resulta extraordinariamente claro teniendo en cuanta aquello que, por ejemplo, decía Martin Buber sobre la condición humana o Emmanuel Levinas al hablar de la moral?

La especialización ha ido empujando a la filosofía en la época moderna muy a menudo a expresarse en un lenguaje cifrado, que la pone fuera del alcance de los no profesionales, lo que ha hecho que la inmensa mayoría de la gente, aquellos que, como Danielle y Michel Wajs, forman parte del común, den totalmente la espalda a un quehacer que les parece artificioso y abstracto, sin mayores contactos con sus problemas cotidianos, es decir una tarea intelectual oscurantista e impráctica. Lo extraordinario en el caso de Michel y Danielle es que hayan conseguido, guiados por la intuición y el instinto de buenos lectores y su amor a las ideas, ir desentrañando en ese intrincado bosque donde tantos se aburren y extravían, los tesoros escondidos bajo la espesura o el légamo, y recuperar en el pensamiento filosófico lo que fue su razón de ser, lo que hizo que surgiera: explicar la vida y ayudar a vivir.

Dije que no eran librescos y lo que quería decir es que ese intenso comercio carnal que ambos tienen con los libros no los ha privado de interesarse por las otras cosas buenas y exaltantes que propone la vida. Van poco al cine y ven apenas televisión, cierto, pero gozan con el arte y pasear con ellos por Brujas, en ese soleado día, fue formidable, no sólo por la belleza de los canales y las viejas residencias diminutas apretadas a sus orillas donde la Edad Media todavía parece aletear, sino porque, gracias a sus comentarios e informaciones, los Breughel, los Van Dyck, los Memling, los Rubens, los retablos flamencos primitivos, parecían remozarse y proponerse, serviciales y espléndidos, como un antídoto al pesimismo, a la frustración, a la desmoralización, como una contundente demostración de que, pese a todo, claro que la vida vale la pena de ser vivida. Pero también vi a los Wajs entusiasmados como chiquillos mientras me mostraban, en ese "chato país" del que Jacques Brel cantaba que sus únicas montañas eran las torres de sus catedrales, antiquísimas posadas con alambiques y porrones de cerveza tan espesa que parecía sólida, o cuando me contaban anécdotas o aspectos del trabajo de dos pintores que yo admiro y que ellos conocen al dedillo -Ensor y Delvaux- o cuando nos enfrascábamos en una discusión estupenda sobre Israel y Palestina.

¿Por qué me ha impresionado tanto esta pareja con la que la casualidad hizo que compartiera unos cuantos días en Bruselas? No creo que fuera solamente por lo amables y hospitalarios que se mostraron con el huésped que les infligió la Universidad Libre. Ha sido principalmente porque, conviviendo con ellos, comprobé de pronto cómo aquellas cosas que uno dice porque hay que decirlas, porque sin duda son ciertas, pero en las que no se detiene nunca a reflexionar, en su caso lo eran de verdad, de una manera que saltaba a los ojos y lo probaba a cada instante: que la cultura, la literatura, las artes, la filosofía, desanimalizan a los seres humanos, extienden extraordinariamente su horizonte vital, atizan su curiosidad, su sensibilidad, su fantasía, sus apetitos, sus sueños, los hacen más porosos a la amistad y al diálogo, y mejor preparados para enfrentar la infelicidad. Y la comprobación era tanto más rotunda cuanto que ni Michel ni Danielle parecían estar siquiera conscientes de ello: la vida se les había ido organizando de tal modo, por un azar de afinidades y gustos compartidos, que en un mundo en el que la cultura adquiere cada vez más el semblante de un quehacer aparte, de un monopolio de clérigos vanidosos y poco comprensibles, ellos habían ido devolviendo al crear, al pensar, al escribir, su vacación primigenia: la de hacer más comprensible y llevadera la vida.

¿Por qué no hay en el mundo más gente como Danielle y Michel? Si lo hubiera, estoy seguro de que habría menos guerras, menos fanatismo, menos violencia, menos estupidez. ¿Tiene la mala educación reinante en casi todas partes la culpa de que la cultura sea un lujo prescindible para cada vez más gente? Tal vez sea al revés: porque la cultura es un reducto de minorías es que la educación anda como anda. Pero la educación no puede suplir por sí sola lo que anda mal en las familias, y en los medios, y en las costumbres y los usos de una sociedad. Acaso parte de la culpa la tengan también los hombres y las mujeres de cultura, que andan por las nubes, y miran, cuando los miran desde esas alturas, a los indoctos, con infinito desinterés, sin hacer el menor esfuerzo por llegar a ellos y seducirlos. En realidad, no tengo una respuesta que me convenza a mí mismo. Pero sí sé que no es verdad que una rica vida cultural sea imposible, por razones prácticas, en ese mundo frenético y ocupado que es el de la mayoría de los mortales. Y, si no me lo creen, vayan a Bruselas, vean e imiten a Michel y Danielle Wajs.


Fuente: El País, 21-5-2006

Este documento tiene copyright. © Mario Vargas Llosa, 2006. © Derechos mundiales de prensa en todas las lenguas reservados a Diario EL PAÍS, SL, 2006.

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